Desaparecidos (libro #1 de la saga "Misterio Familiar")

Capítulo Treinta

Carolina

Esto tiene que ser un sueño ¡tiene que ser un maldito sueño! Porque esto no puede estar pasando, no puede estar pasándole a él.

Veo mi palma derecha y lo veo a él. Aún me cuesta digerir que ha sido él el que resultó afectado. Las dos balas disparadas por Antonio atravesaron el estómago de Elías.

–¡No, Elías! ¡no puedes morir! –grito desesperada–, ¡Ayúdenme, por favor! –Antonio fue herido por las dos balas que provinieron de afuera, pero solo dieron a su brazo derecho.

Se levanta lentamente, el arma la ha dejado en el suelo. Antes de decir algo hubo una explosión lo que provocó que se cayeran varios escombros de la planta de arriba. Éstas cayeron delante de Antonio lo que nos separó de él. Yo sigo desesperada pidiendo ayuda.

–Lla-llama a l-la ambulancia –esboza Elías con pocas fuerzas.

–Ya me encargué de eso –dijo detrás de mí Ricardo.

–¿Cómo es que sigues con vida? –pregunta Elías.

–La bala se dirigió a mi pecho, pero no me atravesó, apenas y toco mi piel, porque lo detuvo el chaleco…

–No creo poder resistir – lo interrumpe Elías y escupe sangre. No lo permitiré.

–No, Elías, por favor resiste. No quiero perderte. Tienes que cumplir con tu promesa ¡No te vayas! –lo abrazo con delicadeza. No me importa si me lleno de sangre, no puedo permitir que él muera–. ¿Podrías ayudarme a cargarlo hasta la carretera?

Veo a Ricardo y éste se levanta dándome a entender que lo hará. Justo en ese momento entra Moisés diciéndonos que lo subamos al auto que consiguió. ¿cómo lo habrá conseguido? No lo sé. Lo que quiero justo ahora es salvar a Elías.

El tiroteo ha terminado. No se oyen más disparos, ni explosiones. Solo estamos nosotros en este lugar. Es lo que creo.

–¿Qué se habrá hecho Antonio? –pregunto dirigiendo mi vistan a donde cayeron los escombros, pero no lo encuentro.

–Ese cobarde de seguro ya habrá huido –asegura Ricardo–, como siempre lo ha hecho. Ya no es el mismo valiente de antes. Aunque eso es mejor –dice.

–Quisiera saber todo lo que pasó con él ¿qué lo habrá llevado a hacer todo lo que dijiste, Ricardo? –pregunto con curiosidad volteándolo a ver.

–Desconozco eso, sinceramente –responde él viendo a Elías–. Lo que me importa ahora es que Elías ya sabe todo, pero debemos darnos prisa para lograr salvarlo –abre la puerta del auto–. Yo conduzco –pide Ricardo. Lleva una mano a su pecho y se queja del dolor.

–Déjamelo a mí –dice Moisés se encarga de acomodar a Elías–. En ese estado no podrás manejar.

–Vale –es lo que dice Ricardo.

–¿Dónde estamos? –pregunta Moisés subiendo al asiento del piloto.

–Kilómetro dieciocho y medio…

–Iremos al hospital Vivian Pellas ya que es el más cercano –dice Moisés y pone en marcha el auto.

Veo constantemente a Elías quien aún sigue respirando por gracia de Dios. Moisés va demasiado rápido. Solo espero que ningún policía nos detenga.

¿Qué pasará ahora? ¿Habrá terminado todo? Son preguntas que invaden mi mente. No sé, quizás obtenga respuesta más tarde.

***

Veo constantemente el reloj. Estoy desesperada y es más que evidente. Volteo a ver a Moisés ya que, ha sido el único que está conmigo.

Al venir aquí, nos ayudaron con Elías quien fue llevado de emergencia. Pocos minutos después, Ricardo se desmayó.

Han pasado aproximadamente tres horas. A Elías lo llevaron a operación, esto para sacarles las dos balas que se introdujeron en su estómago. Solo espero que todo salga bien.

–Ya siéntate Carolina –me dice Moisés–. Sé que estas nerviosa por lo que pase con Elías…

–Solo quiero que esté bien y pueda recuperarse. Lo menos que quiero es que no pueda salir de aquí –digo con desesperación comenzando a llorar–. ¿Qué pasará si no sobrevive? Si él muere, no… no sé qué haría.

–Shhh ya, ya tranquila. Todo estará bien –dice Moisés mientras me envuelve en sus brazos–. Yo también estoy preocupado por lo que vaya a pasar con él. Permanecemos en silencio.

Sale a comprar comida para ambos. Son ya las una de la tarde y tengo mucha hambre. Entra con comida y lo que parece que es café y me lo extiende. Lo tomo e inmediatamente comienzo a comer.

La doctora que atiende a Ricardo se nos acerca.

–Amigos del joven Ricardo ¿verdad? –nos pregunta y asentimos–. Está bien. Bueno, él se encuentra bien. Su salud es estable –nos dice ella con una sonrisa.

–Gracias a Dios –digo alivianada.

–¿Sabe algo de Elías? –pregunta Moisés a la doctora.

–No joven. El doctor Jiménez es el encargado de él –responde ella–. En una hora daremos de alta al joven Ricardo.

–Muchas gracias doctora –agradece Moisés. La doctora se retira.

Media hora después se nos acerca el doctor que atiende a Elías, el doctor Jiménez. No me gusta para nada la manera en la que nos está observando. En su rostro se ve preocupación y miedo. Solo quiero no sea nada malo por favor.



#12025 en Thriller
#6778 en Misterio
#4855 en Suspenso

En el texto hay: romance, accion, aventuras

Editado: 16.09.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.