Moisés
07 de diciembre, 2016.
Pensar que una vez dije que mi mejor amigo iba a ser quien me iba a enterrar primero. Pensar que creceríamos juntos hasta llegar a nuestra vejez con nuestras familias.
Pero veo que todo lo que alguna vez imaginé vivir con mi mejor amigo en un futuro, hoy, justo ahora, está desvaneciéndose delante de mis ojos viendo como están depositando el ataúd donde él se encuentra.
He tratado de hacerme el fuerte, pero esto está devastándome. Aún me cuesta asimilar su muerte, me cuesta poder aceptar que él está muerto y que jamás lo volveré a ver reír, llorar, correr, entre otras cosas.
Veo por última vez su rostro, antes de que cerrasen la tapa del ataúd. Carolina está de rodillas llorando cerca del hueco donde han depositado a Elías. Ahora viene lo peor y más doloroso que es, echarle tierra.
–Carolina, vamos, ponte de pie para que echen tierra –le digo tomándola de los hombros.
–¡Déjame! –grita en medio de sollozos–. ¡Elías, vuelve! Cumple con tu promesa. ¡Tienes que cumplirla! –grita una vez más–. No me dejes aquí sola, por... Favor.
–Vamos, Carol, ponte de pie –le dice Jolene, pero ella niega con la cabeza.
–Levantémosla –le digo y ella asiente.
Ambos la levantamos, pero ella pataleaba. Ricardo nos ayudó a sostenerla. Pido una pala para yo también echar tierra.
–Amigo –digo con un nudo en la garganta–, hermano, mejor amigo, compañero. No esperaba ser yo quien te sepultaría primero, porque quería que fueras tú. Te echaré de menos y solo espero que puedas gozar de libertad y de tranquilidad allá en el cielo.
Las lágrimas no podía contenerlas y mientras más palabras digo, más lágrimas brotan de mis ojos.
Esto es doloroso, es algo que, mierda, no quería hacer, menos a su tan corta edad. Tenía una vida por delante. Él sólo necesitaba de su libertad para ser libre. Pero ahora está libre, gozando de una paz eterna.
Jolene, Ricardo, Carolina, Alejandra y yo hemos adornado su tumba una vez terminado de echar tierra.
Quedamos solo nosotros cuatros. Ya todos se han ido. Mis padres no quisieron asistir al entierro de Elías.
Caigo de rodillas delante de su tumba. Maldiciendo una y otra vez su muerte, pero quien tiene la mayor culpa es Antonio, maldito infeliz que te encontraré y con mis propias manos pagarás todo lo que le has hecho a mi hermano.
–Vámonos, Moisés, se está haciendo tarde –me dice Alejandra tomándome de mis hombros.
–Nos vemos, hermano –digo levantándome y abrazando a Alejandra quien me brinda su pañuelo para secar mis lágrimas.
Veo a Carolina siendo abrazada por Ricardo y Jolene. Nos acercamos y nos damos un solo abrazo.
Avanzamos aproximadamente unos seis o siete metros y me doy la vuelta. Lo veo. Lo estoy viendo a él sentado en su tumba.
Parpadeo al menos tres veces. Pero es real. Está pasando lo mismo que pasó con Solange.
–Chi-chicos, miren –señalo a donde él está.
–No puede ser –dice Carolina cayendo al suelo.
–Pasa lo mismo que cuando Solange –agrega Jolene.
Vemos que él nos da una enorme sonrisa y se despide de nosotros. Gesticula “gracias” y luego, luego desaparece.
Buena suerte en tu nuevo viaje, amigo.
***
12 de diciembre, 2016.
–Y-Yo –digo mientras golpeó suavemente el micrófono, luego aclaro mi garganta–. Yo no soy el que debería estar aquí dando las palabras de despedida, amigos. Todos sabemos quién era el que iba a estar en mi lugar, pero todos sabemos que ha pasado.
» Damos gracias a Dios por habernos permitido lograr culminar nuestros estudios. Todos y cada uno también nos hemos esforzado y de no haberlo hecho, no estuviéramos aquí.
Hago unos segundos de silencio. La verdad decir esto me ha provocado un nudo en la garganta.
Varios de mis compañeros y compañeras no pudieron retener sus lágrimas. Carolina llora y Jolene la abraza.
–Dedico o dedicamos esto a nuestros compañeros, que en paz descansen, Elías y Solange –apenas terminó y todos comienzan a aplaudir–. Todos tenemos en cuenta que ellos están aquí entre nosotros. Y por ello les decimos, a la cuenta de tres... Uno, dos y tres.