Aquel edificio, era una especie de laberinto, completamente lleno de pasillos y habitaciones innecesarias. Ambas hermanas, estaban comenzando a hartarse de ello, por lo que decidieron quedarse a pasar la noche en el sótano. Sobra decir que ninguna de ellas logró conciliar el sueño. Sus mentes continuaban inermes en la información que recién acababan de obtener. Por una parte, Merina estaba aliviada de que esa fuera la razón por la que su equipo se distancio de ellas. Ya que, para ella, era mucho peor el hecho de saber que aquellos que eran importantes para ella, le temieran y la vieran como un monstruo.
Pasó la noche meditando sobre la situación. El clero tenía amenazado a su equipo y ella no podía realizar ninguna clase de movimiento sin pensarlo. Ya más de una vez, había complicado las cosas por actuar deliberadamente y sin el cuidado necesario, en esta ocasión no podía darse el lujo de volver a hacerlo.
La pequeña Hazel, se había acurrucado en una de las esquinas del sótano, sobre una mesa que le servía de cama. Merina por su parte, se encontraba recargada sobre la puerta con la vista clavada en la nada. Tenía que planear su siguiente movimiento y tenía que ser rápido si quería que todo saliera bien. Sus propios padres adoptivos se encontraban de igual manera en peligro y era consciente, de todo por lo que sus hermanos y compañeros habían pasado hasta ahora. Consideraba injusto hacerlos pasar por semejante carga y frustración.
Aquella habitación era tan oscura, que era imposible darse cuenta de cuando llegaría el amanecer. Sin embargo, Hazel despertó y observó a su hermana un poco adormilada, pero seria.
─ Se hace tarde ─, le dijo mientras se ponía de pie. Merina la observó pero no le cuestionó sobre nada. Ambas salieron del lugar y subieron por aquellas escaleras, llegando luego de un breve momento a la sala de juntas a la que habían llegado accidentalmente la noche anterior. Esta, nuevamente se encontraba hasta el tope de personas. Una mujer, de apariencia joven y ojos color miel se les acercó tomando a ambas del cuello y pegándolas a su pecho con fuerza. Ambas chicas se quedaron estupefactas con lo ocurrido y ninguna fue capaz de decir palabra alguna. La joven mujer les sonrió y las soltó mientas las veía detenidamente.
─ ¡No vuelvan a darme semejante susto! ─Les dijo molesta.
─ ¿Quién demonios es usted? ─Preguntó Merina. La mujer no respondió, simplemente le dio un fuerte golpe a la chica en la nuca. Hazel abrió los ojos de golpe y observó a la mujer algo confundida.
─ ¿Abuela? ─Preguntó mientras su hermana se sobaba la nuca. La mujer sonrió mientras cerraba los ojos y movía la cabeza ─. ¿Pero qué te paso?
─ Las píldoras regenerativas de mi tierra son potentes ─respondió la mujer mientras lanzaba su hermoso y largo cabello hacia atrás ─, pero da igual. Quiero que me digan, ¿Dónde demonios han estado? ¡Las he buscado por todos lados! Estuve a punto de enviar a una tropa a buscarlas fuera de los terrenos de Kebhek ─.Merina torció los ojos y cruzo los brazos mientras emitía una mueca. Elizabetha la vio furiosa, dispuesta a golpear de nuevo a su nieta cuando esta, giro hacia ella y la vio directamente a la cara, provocando que la mujer bajara la guardia.
─ Tengo que hablar contigo ─Elizabetha obedeció y le indicó el camino a su nieta para que entrara a la sala y tomará asiento frente a una larga y exuberante mesa. El lugar estaba repleto de personas y todos y cada uno de los presentes no podían quitarles la vista de encima a ambas chicas. Casi por accidente, Merina logro ver a su equipo, junto con Evelin, quien la veía temerosa, y Kenay quien solo tenía la mirada abajo y jugueteaba con un cuchillo hasta que Favela se lo arrebato. Merina entro y tomo asiento.
─ ¿Podrían dejarnos a solas? ─Preguntó de manera educada, pero fue más que evidente que nadie quería dejarlas a solas. La chica se dio cuenta de inmediato que aquellas personas temían por que pudiera dañar a su propia abuela y eso termino por molestarla ─.Si quisiera matarla, tengan por seguro que ya lo hubiese hecho ─. Dijo seriamente mientras cruzaba las piernas.
─ ¡Merina! ─Exclamó Hazel acercándose a su hermana. Los demás presentes observaban, algunos con miedo y algunos más con furia. Elizabetha sonrió con burla y giro hacia los presentes.
─ ¡Váyanse! ─Les ordenó.
─No podemos dejarla, mi señora ─expresó un sujeto de baja estatura.
─ ¡DIJE QUE SE VAYAN! ─Ordenó nuevamente con voz enérgica.
Poco a poco el lugar comenzó a quedar vacío. Sin embargo, el equipo de prodigios se quedó junto con los Park. Merina no pudo evitar sentir como una oleada de melancolía la invadía por completo. Alejó la mirada a la espera de que eso fuera suficiente para poner en orden sus ideas.
─ Nosotros nos quedamos ─, dijo Tadeo.
Merina alzo la vista y vio detenidamente a su equipo. Todos la observaban sin ninguna expresión en el rostro. Evelin se acercó, junto con Kenay, quien no fue capaz de levantar la mirada. Nicolás rodeo a Evelin de la cintura abrazándola con cuidado. Al ver dicho acto, la sangre de la nikkei comenzó a hervir, provocando que las lámparas del lugar explotaran sin ninguna clase de explicación. Evelin temerosa se ocultó detrás del chico, quien observó de manera gélida a Merina. El resto del equipo, por su parte adoptó una postura de combate. Casi diera la impresión de que pretendían atacar a la chica. Hazel corrió frente a su hermana y se posó con los brazos extendidos observándolos.
─ ¿De verdad serían capaces de hacerle daño? ─Les preguntó indignada. El rostro de aquellos chicos se volvió difícil de leer para Merina. Su equipo, su familia, se habían vuelto desconocidos para ella. Aquellos jóvenes no eran más los chicos con los que había convivido todo este tiempo. O tal vez, era ella quien ya no era la misma. Aun así, aun con todo el dolor que aquello le provocaba, Merina no era capaz de abandonar a alguien que necesitaba ayuda. Sin pensarlo o tal vez sin demostrarlo, la chica tomó a su pequeña hermana del brazo y salió rápidamente del lugar. Detrás de ella, la ahora rejuvenecida Elizabetha corría tratando de alcanzarlas.
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Editado: 19.03.2021