Descendientes ||the Last || Libro 2

CAPITULO XIV

─Tu hija resulto ser más escurridiza de lo previsto. ─dijo Dagha, mientras veía su reflejo en el espejo, y pasaba lentamente sus dedos sobre la herida que se había hecho en el labio.
─Te advertí que no sería buena idea enfrentarla en sus terrenos. ─respondió una mujer que se encontraba a sus espaldas. Dagha giró hacia ella y clavó sus hermosos y penetrantes ojos azules en ella.
─¿Fue por eso que no te presentaste en batalla? ─le cuestionó con resentimiento. Aquella mujer se acercó a ella. Vestía un traje militar en el que se leía claramente una insignia que decía "comandante".
─Fuiste tú quien dijo que contaba con el ejercicio necesario. Fue tú error, no mío ─se defendió. Dagha se puso de pie y la vio directamente a la cara.
─Escúchame bien, Rosette...
─No, escúchame tú a mi, Dagha ─la interrumpió la comandante─, ese chiquillo que has traído contigo, no me inspira confianza.
─No te mantengo a mi lado para que me digas en quien confías y en quien no. Estas aqui para...
─Aconsejarte, ya lo sé ─la volvió a interrumpir Rosette─. ¿Acaso no ves que eso es lo que trato de hacer? ─Dagha le dio la espalda molesta, mientras se dirigía hacia la ventana de aquella habitación.
Meditó un instante y despues giró hacia Rosette.
─¿Cómo sabía tu hija que atacaríamos? ─cuestionó irritada, tomando por sorpresa a la mujer quien no comprendía del todo.
─¿Qué tratas de decir? ─Dagha se acercó a ella de forma amenazante. Sin embargo, la comandante no se inmutó ni un poco.
─Nadie sabía de la emboscada, pero ella ya nos esperaba junto con un grupo de soldados y unos enormes lobos.
─¿Como esperas que yo responda eso? ─Dagha se le acercó con una velocidad asombrosa y la tomó por los hombros, viéndola como una fiera a su presa─. ¿No creerás que soy tan estúpida como para traicionarte, o si? ─le dijo Rosette con una sonrisa burlona. Dagha entrecerró los ojos molesta, y soltó a la mujer para despues darle la espalda.
─Vladimir era el amante de esa mujer.
─Elizabetha ha tenido muchos amantes. ─dijo Rosette quitándole importancia. Dagha se quedó en silencio un momento.
─Pero solo él, fue desterrado de la provincia. ─dijo pensativa.
─Tal vez, hizo ó dijo algo que no debía. La gente lo llama traidor por algo ─Rosette se estaba comenzando a hartar de continuar la plática con aquella monarca, quien se comportaba igual que una chiquilla berrinchuda. Se acercó a la puerta, dispuesta a irse, pero en eso, Dagha la detuvo, sosteniéndola del brazo. Rosette giró y la vio consternada.
─Ya me han traicionado, mi sobrina y mi hermano, solo es cuestión de tiempo para que tengan el mismo destino que mis padres, quienes también me traicionaron. No quiero que tú comentas ese error, querida ─le comento de forma amenazante. Rosette volvió a sonreír con sorna.
─Yo no soy ninguna idiota, Dagha ─. Expresó mientras tomaba la mano de la mujer y la alejaba de su brazo─. Te puedo asegurar que cada paso que doy, tiene un propósito específico.

Rosette, abandonó la habitación, dejando sola a la joven monarca, quien no tardó mucho y salió decidida a preparar sus tropas.

En Nueva Inglaterra, el equipo de Merina dormía tranquilamente. Era de madrugada cuando Arriethe entró en la habitación de Merina, la cuál compartía junto con Hazel y Sula. Despertó a la joven Nikkei, quien algo molesta se despertó y la observó adormecida.

─¿Qué diablos pasa contigo? ─preguntò en un susurro, para evitar despertar a sus compañeras. Arriethe se llevó un dedo a la boca, para indicarle que debía bajar la voz.
─Vistete y sígueme. ─le dijo. Merina obedeció de mala gana y fue detrás de la chica. Esta la condujo hasta un terreno baldío en donde habia un claro en el centro. Aun estaba oscuro, pero la luna alumbraba el prado.

─¿Qué demonios hacemos aquí? ─le cuestionó mientras se limpiaba los ojos y ahogaba un bostezo.
─Voy a entrenarte ─respondió Arriethe con calma─. Tienes habilidades físicas asombrosas, pero no eres capaz de controlar tus nuevas habilidades mentales. Careces de habilidades ofensivas y defensivas. Por esa razón, tu equipo y tú, han perdido sus batallas.
─¿Tratas de culparme por ello? ─se indignó la Keberiana. Arriethe se encogió de hombros.
─ Solo digo que tú falta de entrenamiento, fue un factor determinante.  ─respondió.
─¡Eso es lo mismo que culparme, Arriethe!
─¡Como sea! Debes entrenar. Esta vez, esa chica Dorothy sobrevivió para contarlo, pero esos cuatro chicos, no. No queremos que el número aumenté, Merina.

La joven se quedó en silencio por un momento. Estaba consciente de que, aquellas palabras eran ciertas. Eso no evitaba el hecho de que le dolieran.                                                No había dormido lo suficiente y su cuerpo, no estaba del todo preparado para batirse en duelo con aquella chica. No podía negar que eso le asustaba un poco. Arriethe giró hacia ella y le sonrió con calma. 

─ Prometo que todo estará bien, Merina. ─dijo llevándose las manos a la espalda. Merina se puso en guardia, esperando el ataque de aquella chica. Pero este nunca llegó. El suelo comenzó a moverse, haciendo que Merina perdiera el equilibrio y cayera de rodillas al suelo. Todo a su alrededor comenzó a distorsionarse, haciendo que le fuera imposible, distinguir la realidad. Sintió de pronto, como si estuviese cayendo por un precipicio. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza.

«Merina».

Escuchó una voz distante.

«Es solo una ilusión, Merina. ¡Libérate de ella!»

La chica abrió los ojos y trató de calmarse. Comenzaba a marearse. Intentó ponerse de pie pero tropezó y volvió a caer.

«Eres débil» Escuchó en su cabeza.

«¿Y así piensas ayudar a tus compañeros?»

Merina se puso de pie y trató de estabilizar su cuerpo.

«¡Concéntrate!»

Respiró profundo y trató de calmarse. Los colores comenzaron a mezclarse unos con otros formando extrañas siluetas que terminaron por asustarla y hacerla caer de rodillas al suelo mientras se llevaba las manos a la cara y cubría su rostro. Todo dejó de moverse alrededor. La chica abrió los ojos y levantó la vista, encontrándose con el rostro de Arriethe, quien la veía algo decepcionada. 




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