“Él”
Mateo despertó aquella mañana del primer día de clases con esa pícara sonrisa que no todos tenían el privilegio de observar. Se observó en el espejo del baño de su habitación, sus enormes y profundos ojos de color café claro brillaban más que nunca y hacían notar claramente que estaba ansioso por volver a clases, y resultaba extraño, ya que cualquier otro estudiante estaría aterrado, pero Mateo veía el mundo desde un punto de vista más crítico. Una de las cosas que más le gustaban era el colegio, además que estudiaba en el mejor colegio de todo Perú, sabía que lo primordial en la vida era el aprendizaje y era la única forma de conseguir lo que quería. Mateo se metió a la ducha rápidamente y a los pocos minutos salió de su habitación vistiendo un pantalón semi ajustado de color gris y una camisa azul eléctrico, con el cabello un poco húmedo y el fotocheck en la mano derecha.
-Buenos días, papá. –Le dijo a su padre, que yacía en un extremo de la mesa redonda de cristal. Puso su fotocheck sobre la mesa mientras veía lo que había sobre ella.
-Buenos días, hijo. –Le respondió el elegante hombre, levantando su profunda mirada de su celular, que sostenía con la mano derecha para ver a su hijo con su mirada profunda. Levantó su taza con la mano derecha y bebió un poco de su café, regresando la mirada de vuelta a su celular.
-Buenos días cariño. Estás muy sonriente, ¿a qué se debe? –Le preguntó su madre con interés al aparecer desde la cocina, le sonreía mientras se acercaba a su hijo, llevaba puesto un precioso vestido color melón. Le acarició el cabello, le dio un ligero beso en la frente y acto seguido, se sentó al lado izquierdo de su esposo.
-No lo sé, supongo que es el clima. –Le respondió Mateo luego de beber un poco de café de su taza.
-Supongo que sí. –Le respondió la sonriente mujer. Se acomodó un mechón de su ondulado cabello detrás de la oreja y bebió un poco de jugo de frutas.
Mateo la observó hacerlo. Le encantaba verla sonreír, pues al menos a él, nunca dejó de sonreírle. Y, a decir verdad, jamás había recibido un solo reproche o regaño de su parte, ya que jamás le había dado motivo para hacerlo.
-Creo saber qué es lo que lo tiene así, cariño. Le habló el hombre a su esposa. Con una pequeña sonrisa pícara en su rostro, puso su teléfono sobre la mesa y puso su mano sobre la suave mano de su esposa–. Es por Ángela, ¿verdad hijo? –Le preguntó a Mateo.
-No papá, ¿no se los dije? Ángela y yo terminamos antes de terminar las clases del año pasado. –Le respondió Mateo a su padre. Cogió un pan tostado y le dio un bocado grande con la intención de no poder hablar.
- ¿Cómo que terminaron? ¿Por qué? –Le cuestionó su padre, sorprendido por lo que acababa de escuchar.
-No nos lo habías dicho. –Su madre también se sorprendió.
Para los padres de Mateo, Ángela era la pareja ideal para su hijo. Y no solo porque la conocían a ella y a sus padres de mucho tiempo. Les parecía hermosa, más allá de su sonrisa perfecta, sus ojos verdes o su largo cabello rubio, lo que ellos veían hermoso en ella era su sencillez y forma en la que pensaba frente a lo que pasaba a su alrededor. Les encantaba su forma de pensar y en cómo daba soluciones fáciles a problemas complicados. La tenían en un pedestal demasiado alto, y la noticia del final de su relación con su hijo los sorprendió exageradamente.
-No hagamos un drama de esto, por favor. Ángela y yo lo decidimos por igual. Es lo mejor para ambos. –Mateo intentó suavizar la noticia con sus padres, antes de darle otro mordisco a su tostada.
-Pero si todo iba bien, estaba por cumplir un año de relación, ¿verdad? –Le siguió cuestionando su padre.
-Amor, creo que lo deberías pensarlo mejor. –Le sugirió su madre. Ambos miraban a su hijo con preocupación, cosa que Mateo vio estúpidamente absurdo, pero los entendía.
Mateo sacudía la cabeza de un lado a otro en son de decir “no” mientras tenía la boca llena.
-Fue una decisión de ambos, ¿ok? –Les respondió luego de terminar de masticar y pasar su tostada–. Ambos vimos que lo mejor era quedar como amigos, sin resentimientos ni sufrimiento. Ambos estamos bien. Tenemos los mismos amigos, no dejaremos de hablar y muchos menos frecuentar. Solo les pido que respeten nuestra decisión y no interfieran, por favor.
-Bueno, si ambos creen que es lo mejor, supongo que no podemos hacer nada para remediarlo. –Le respondió su padre, resignado por la decisión de su hijo.
-Tienes razón, hijo. Tenemos que respetar su decisión, sin importar que no estemos de acuerdo. –La madre de Mateo también se resignó.
-Gracias. –Les respondió Mateo, aliviado por parar con su insistencia.
-Solo espero que la próxima vez que empieces una relación sea con alguien igual de buena y noble como Ángela. –Agregó su madre.
-No te preocupes, mamá. No pienso empezar otra relación, quiero concentrarme completamente en mí. Quiero estar más que preparado para Cambridge.
-Me parece lo mejor, hijo. Cambridge es lo mejor que te podría pasar, debes hacer todo lo posible para ingresar. –Habló su padre con franqueza.
-Te irá bien, no te preocupes hijo. –Agregó su madre suavemente.
-Lo sé mamá, yo sé que puedo lograrlo. Lo único que me importa por ahora es eso. Así que ustedes no se preocupen de nada por ahora, ¿sí?
-Está bien, lo tenemos claro. –Le respondió su madre mientras levantaba su taza con café.
-Bueno. Hijo, ya es hora de irnos. –Le dijo su padre mientras revisaba el reloj de su muñeca. Se levantó alisando su corbata con la mano derecha y le dio un suave beso a su esposa.
-Hasta luego amor. –Le respondió ella, suavemente. Le sonrió mientras le pasaba la mano por el saco.
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Editado: 16.10.2021