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Me desperté por la noche pensando que lo de Paula había sido un sueño hasta que vi la conversación en mi celular. Después de eso no volví a pegar un ojo en toda la madrugada.
Ahora me encuentro inmóvil y parada afuera del aula, incapaz de cruzar por esa bendita puerta. ¿Me ignorará? ¿O ahora podríamos intentar ser amigas? Los nervios están causando que mi cuerpo comience a tambalearse. Siento de nuevo un malestar en el estómago y la cabeza me da vueltas.
«Relájate, por favor.» me ruego a mí misma para tranquilizarme. La clase de geografía está a punto de empezar y no puedo sentirme de esta manera. Los cursos están siendo muy complicados.
La primera semana leí todo el temario y me asusté. Son cosas nuevas y repasos de años anteriores que ya no recuerdo muy bien. Apenas amaneció comencé a leer anticipadamente la lección de hoy para estar preparada. Tal vez me sobreexijo un poco, pero me calma la idea de entrar a clases con conocimientos previos en lugar de estar completamente en blanco.
Sé que el trabajo de los profesores es enseñarme, pero a veces divago en medio de la clase y pierdo el hilo del tema. Me ocasiona conflictos no haber aprendido nada y desperdiciar el tiempo, así que prevengo todo esto estudiando con antelación.
La campana del colegio suena y alguien detrás de mí hace un leve gruñido. Es el profesor, un viejo bajito y de mejillas regordetas, con la tez morena y el cabello muy canoso. Me hace pasar rápidamente al aula. Los dos competimos por quién tiene la peor cara de cansancio.
Entro mirando al suelo, con la esperanza de que nadie note mi presencia. Me siento en el primer asiento que está desocupado, me acomodo y continúo leyendo la lección de hoy.
El profesor está en la entrada esperando a los últimos alumnos para cerrar la puerta de una vez.
A mi alrededor, el ruido de las personas tomando asiento me encapsula.
- Perfecto, ya están todos. Empecemos de una vez - dice el profesor mientras coloca un mapa en la pizarra.
Cierro mi libro para prestar toda la atención posible. Me siento un poco más segura después de haber leído cinco veces la lección de hoy.
Mi cabeza gira por reflejo y me sorprendo al darme cuenta de que quien se encuentra sentada a mi costado es Paula. Me sobresalto un poco y no sé cómo reaccionar, comienzo a balbucear.
Obviamente, mi cuerpo reacciona y mi cara se incendia como de costumbre. No puedo permitir que esto suceda, me siento expuesta cada vez que pasa. Quiero que mis sentimientos queden dentro de mí y no que me tiren un tomate en la cara cada vez que respiro. Intento ocultarme con el cabello, me encorvo y me siento muy pequeña ante ella.
El profesor comienza a explicar la lección mientras intento concentrarme en lo que dice. Pero no puedo evitar sentir la mirada de Paula en mí.
- Hola.- me dice en un susurro ronco Paula.
Siento como si mi boca se abriera de par en par por la sorpresa. No puedo creerlo. Es la primera vez que ella me habla de manera cordial y educada. ¿Qué está pasando?
Hago un intento de saludo con la mano y me giro rápidamente para mirar la pizarra. «Presta atención, por favor»
Pero no puedo evitar mirarla de reojo. Creo que veo una pequeña sonrisa en su rostro, lo cual me pone aún más nerviosa.
Mi cabeza está hecha un lío. No sé si debo prestar atención a la clase o a Paula.
Por un lado, quiero voltear y preguntarle qué significa esto, qué va a pasar entre nosotras a partir de ahora. Realmente no tengo idea de cómo reaccionar ante estas situaciones. Así que necesito oír de su boca lo que ella quiere que pase.
Pero por otro lado, me recrimino por pensar así. Ella me ha hecho daño en el pasado y estoy dejando que ella decida por mí una vez más. No he aprendido nada.
Sacudo mi cabeza y me repito mentalmente la palabra "atenta". De repente, la campana de la escuela suena y me sorprendo al ver que ya han pasado dos horas de geografía. ¿Cómo ha sucedido esto? No he prestado atención a ni una sola palabra del profesor. Me siento terriblemente irresponsable.
Para colmo mi cabeza me duele y me quedo desparramada en mi carpeta, derrotada, como siempre. Paula, que está sentada a mi lado, se levanta y me mira fijamente. «Ya vete por favor» No pasan más de dos segundos y agarra sus cosas para luego retirarse del aula. «Qué le pasaba»
De repente, siento ganas de llorar y me sorprendo por ello. Me resulta patético que quiera llorar por no haber prestado atención en clase. Debería ser más fuerte, no puedo exponer mis sentimientos de esta manera por algo tan insignificante. Pero soy débil... En los últimos años, he perdido el control de mis emociones.
Veo al profesor mirándome extraño, ya que soy la única que no ha salido del aula después de terminada la clase. Así que tomo mis cosas y salgo rápidamente de ese lugar.
Corro hacia el baño y me encierro en uno de los cubículos. Hay otra persona en el baño, así que rápidamente me tapo la boca con las manos cuando siento que un llanto ahogado está a punto de salir de mi garganta. «Mierda, ¡ahora no! SÉ MÁS FUERTE.»
Intento respirar hondo, pero es un poco complicado conseguir aire puro en ese lugar. Me siento en el retrete y abrazo mis rodillas. Estoy abrumada, como siempre, no quiero que me vaya mal en la escuela, pero no puedo dejar de pensar en ella.
No tiene sentido para mí que justo ahora le haya dado por volver a hablarme cuando hace años ni siquiera sabía que existía.
Es tan extraño volver a tenerla en mi vida.
Las lágrimas brotan por mi cara, estoy decepcionada de mí misma. No quiero que mi día se vaya al traste y que esto cause que me distraiga en clase solo porque no sé controlar mis emociones.
¿Por qué no puedo ser más inteligente como algunas personas y tener la capacidad de enfocarme solo en lo académico? Me siento tonta, no estoy dando lo suficiente. Necesito dar más, tengo que acabar con todo esto. Los problemas con Paula son tan estúpidos, pasan más cosas en el mundo como para que me sienta mal por esto.