—Hola Antony, ¿cómo has estado? —dije irónicamente mientras me sentaba con mis manos en el mostrador que sostenía la pared de vidrio que nos separaba.
Él no respondió, solo agachó su cabeza temblando un poco y sus pupilas se achicaron algo dejando ver una expresión característica de alguien que está al borde de la locura. Yo había llegado hace unos minutos a la estación, pues sabía que todavía no habían trasladado a Antony a la prisión aún. Aproveché y de alguna forma logré entrar.
— ¿Cómo te está tratando el personal de seguridad? —seguía sin decir nada—. Bien, en fin, yo solo viene a conversar un poco contigo.
—Yo no fui —dijo casi susurrando el muchacho—. ¡Yo no fui, no es mi culpa! ¡Créanme! —gritó mientras me miraba con ojos de miedo y demencia.
—Tranquilo, yo sé que no eres tú el verdadero culpable —expresé calmadamente—. Yo te creo —dije luego de acercarme lo más que pude al cristal—, y por eso vine, a sacarte de aquí.
Sus pupilas se agrandaron, el brillo volvió a sus ojos y en su rostro se dibujó una sonrisa menuda.
—Confía en mi, yo me encargaré de que te liberen.
— ¡Gracias, no sabes cuánto me alegra esto! —sus ojos se humedecieron en el acto.
«Pobre diablo, reclama justificación luego de intentar asesinar a alguien. Aunque puede que realmente tenga sus razones. Pero bueno, como acabo de lograr controlar su mente en este momento podré descubrir la verdad. El ser humano es simple, puede ser manipulado de forma sencilla, solamente ponerte de su lado en una situación difícil y decir que lo vas a ayudar. En ese momento puedes llegar a convertirte en su héroe o salvador. Claro, no todo es tan fácil como parece, también se necesita experiencia, y por suerte la tengo.»
—Y bien, Antony, ¿puedes decirme quién te incitó a asesinar a Tashiro?
—No puedo decir quién es concretamente, pues se reunió conmigo cubriendo su rostro, pero le daré los detalles de lo que hablamos.
—Te escucho pues —me incliné para oírle mejor.
—Pasó hace como una semana —comenzó él a narrarme—. Estaba yo regresando del trabajo molesto por algunos inconvenientes que había tenido y pasé por un bar para liberar un poco de estrés. Luego de unos minutos se sentó a mi lado un hombre con un antifaz en su rostro y antes de que pudiera alejarme de él entabló conversación conmigo. En la charla surgió el asunto de hacer fracasar la empresa de Tashiro, pero me negué rotundamente a pesar de la suma inmensa de dinero que me ofreció. Me levanté para irme pero mencionó a mi familia. Me dijo que podía vengar a mi familia, y que le daría lo que merecía a Tashiro, el que mandó a asesinar a mi familia, y que la única forma de hacerlo era...
—Eliminándolo —agregué yo.
—Así es. Recuerdos desagradables vinieron a mi mente, la irá empezó a crecer como el fuego, y llegué a tal punto que me convencí a mí mismo de que Tashiro debía pagar por sus acciones con su vida. En lo que yo estaba pensado me dijo también que si yo hacía el trabajo él se encargaría de cubrir todo para que nadie se enterara, y que, incluso, yo podría tomar el control de la empresa y si quería también podría casarme con la hija de Tashiro. "Es hora de hacer justicia" me dijo, y me acabó de convencer.
—Entiendo.
«Por lo que veo este enmascarado usó el punto débil de Antony para lograr controlarlo. Hizo una jugada inteligente.»
— ¡Ah! Puede que esto también te sea de utilidad —sacó de su bolsillo un pedazo de tela rojo con algo impreso—. Creo que tiene que ver con el hombre del antifaz, pues lo encontré en su carro mientras me llevaba hacia mi casa luego de la charla. Casualmente lo guardé y no dije nada sobre él.
Miré fijamente el logotipo impreso en la tela. Era negro y amarillo, y estaba cuidadosamente montado.
«Creo que he visto esta imagen antes, pero, ¿dónde fue?»
Me mantuve observando el pedazo de tela por un rato.
—Me parece que oí algo también sobre una organización —volvió a decir Antony—. Creo que era...
De repente el sonido de una explosión interrumpió la conversación. Yo salté de mi asiento y luego de unos segundos me dirigí a una pequeña ventana de cristal que había en uno de los lados de la habitación para ver si lograba enterarme de lo que estaba pasando. No vi nada fuera de lo normal, así que me senté nuevamente. Antony estaba cabizbajo, al parecer un poco desganado.
—Bien —retomé de nuevo la conversación—. ¿En qué nos habíamos quedado? ¡Ah sí, en esa organización de la que escuchaste! Continúa por favor.
Pasaron unos cuantos segundos y el muchacho no hablaba.
— ¡Antony! ¿Me escuchas? ¿ Te sientes bien? ¡Oye!
El joven cayó desplomado al suelo y pude lograr ver su rostro, el cuál me transmitió toda la información que necesitaba.
«Está muerto. De eso no hay duda. Pero, ¿por qué murió?»
Me quedé confundido hasta que un olor conocido llegó a mi nariz.
«Este olor creo que lo conozco. ¡No me digas que...!»
Mis pies no me dejaron analizar completamente la situación pues se movieron hacia la puerta rápidamente como si fuera un reflejo. De una patada rompí la cerradura que había dejado de funcionar y con mi mano tapando mi boca y nariz corrí veloz por el pasillo blanco hasta la recepción.
«Ese olor, sin duda era gas.»
Estaba un poco mareado por la fatiga repentina y el dolor azotaba mi hombro y brazo.
— ¡Atención! Se recomienda evacuar al personal civil de la zona hacia el refugio de emergencia —dijo alguien por el altavoz—. Al personal restante se le ordena prepararse para situación de categoría tres. Tienen permiso para disparar. Estamos en medio de un ataque terrorista —la transmisión se cortó.
Casi al instante se empezaron a oír los disparos y las explosiones. Tenía que salir de ahí ya mismo. Me dirigí rápido hacia el parqueo del edificio y casualmente había un hombre tirado allí que al parecer le habían disparado en el momento que iba a abordar su auto.
—Lo siento amigo, pero esto es por un bien mayor —tomé la llave que tenía en su mano y busqué el auto presionando el botón del mando.
De alguna manera ya me encontraba montado en un auto escapando del ataque terrorista.
«Realmente me persiguen los problemas.»
Las balas rozaron el carro. Hubo algunas que golpearon los cristales de las ventanas, pero para suerte mía, eran antibalas.
— ¡Diablos, esta cosa no acelera más! —presioné con el pie hasta el fondo el acelerador—. Necesito llegar ya al hospital.
Los semáforos parecían querer detenerme pero los ignoré y por unos segundos creí que volaba por la velocidad que llevaba. En unos cinco minutos aproximadamente ya podía ver el hospital. Fui frenando poco a poco y paré justo en frente de la entrada.
— ¡Tashiro! —gritaba mientras corría por los pasillos de losas blancas del lugar—. ¿Dónde rayos estás hombre?
Los trabajadores de limpieza, las enfermeras, los doctores, todo el que estuviera en ese momento en el pasillo me miró sorprendido. No tardó mucho para que los de seguridad vinieran a tratar de agarrarme, pero en lo que corría de ellos encontré a Tashiro y me aferré rápido a su brazo haciendo que tuviera que correr también. Naturalmente, estaba muy sorprendido, pero no se detuvo, sólo me preguntó:
— ¿Qué ocurre muchacho?
Lo miré por un segundo y le dije al mismo tiempo lo que le hizo tomar la decisión de seguirme sin chistar.
—Tengo pistas.
Solo esas palabras hicieron que me entendiera completamente. Sabía de qué se trataba.
Hay un dicho que dice: " Nunca regreses por el camino por el cual fuiste" y eso fue precisamente lo que hice. Me tardé un poco más en llegar al auto pero no me topé con nadie pues al parecer estaban buscándome por todo el edificio.
Montamos el auto, encendí el motor y aceleré repentinamente.
—Y bien, ¿Qué pistas tienes? —me dijo Tashiro cuando ya llevábamos unos minutos de recorrido.
Durante el recorrido para ir al hospital estuve pensando sobre lo que había pasado y recordé algo.
«Ese logotipo... Creo que ya sé dónde lo he visto. Si la memoria no me falla era el símbolo de una organización criminal que estuvo en auge hace unos cinco años. Creía que habían acabado completamente con ella, pero al parecer alguien sobrevivió. Esto es malo.»
—Señor Tashiro, al parecer su hija ha sido secuestrada por una organización criminal que hace algunos años estuvo a punto de controlar el flujo del mercado negro mundial desde aquí, desde Prelania.
No pude ver su reacción pero hizo un silencio que me transmitió todo lo que necesitaba saber.
—Entonces —dijo con tono lento y sobresaltado—, eso quiere decir que...
—Exacto —le interrumpí—, ella está en un grave peligro, tenemos que encontrarla ya.
— ¿Qué puedo hacer yo? —me dijo desesperado—, ¿qué puedo hacer para salvar a mi hija?¿Qué puedo hacer, Aiden?
«Es la primera vez que me llama por mi nombre.»
—Tranquilícese señor Tashiro, déjeme esto a mi.
— ¡Gracias, muchas gracias joven!
—Pero lo haré con una condición —Hubo unos segundos de silencio.
— ¿Cuál sería esa condición? ¿Quieres dinero, mujeres, qué quieres a cambio de salvar a mi hija?
—Sólo una cosa —Hice una pequeña pausa—. Si logro salvar a su hija, me deberá un favor.
Al parecer Tashiro quedó impresionado con la condición, pero no hizo más que aceptarlo. Dejando la tensión en el aire, seguí avanzando por la autopista en dirección a un puerto cercano. No había recorrido ni cinco cuadras cuando se escuchó una gran explosión.
« ¡¿Y eso que rayos es ahora?! »
Salté un poco de mi puesto inconscientemente.
Doblé la esquina y el humo comenzó a apoderarse de mi campo de visión. Las alarmas sonaron y el movimiento de los carros terroristas se sentía como vibraciones que se desplazaban por el suelo. Los disparos no se hicieron esperar.
«Aquí vamos de nuevo.»
—Señor Tashiro será mejor que se sujete bien. Tengo una idea en mente.
Volví a prender el motor y antes de acelerar fijé mi objetivo. Avance unos metros mientras aumentaba la velocidad pero de repente frené haciendo que el auto se estremeciera.
— ¡¿Qué pasó, por qué frenaste tan de repente?! —dijo Tashiro un poco alterado.
—Creo que será mejor que se baje aquí —Me acomodé en el asiento tratando de girarme un poco para verle de frente—, lo que voy a hacer es demasiado peligroso como para involucrar a alguien de su calibre.
— ¿Qué quieres decir?
—Busque un lugar seguro —seguí diciendo como si no hubiera oído su pregunta—, luego prepárese junto a la policía y espere algún tipo de señal que le haré llegar por cualquier medio.
—Pero no entiendo. ¿Por qué...?
—No hay tiempo, baje ya.
—Pero...
— ¡Salga ya! —Tashiro asustado salió del auto y antes de que cerrara la puerta aceleré a tope haciendo rechinar las gomas.
Me fui adentrando en la nube de humo, los disparos rozaban el techo del auto y empecé a ver un poco de la situación.
«Como sospechaba, tomaron rehenes esos desgraciados.»
Los terroristas obligaron a las personas que habían apresado a montar en una camioneta que salió andando nada más que subió el último. Yo, por mi parte, aprovechando que el humo estorbaba la visión de todos me dirigí de frente contra la camioneta y doblé en un giro brusco en el último momento, haciendo que el auto chocara la parte frontal de la camioneta con su parte trasera y se desviara por un momento de su trayectoria. Al instante salió el conductor de la camioneta bien molesto y sin pensarlo dos veces vació dos listones de balas disparando con su arma al carro. Cómo no pudo aguantar más el pobre vehículo se encendió en llamas. Con rostro satisfecho el criminal volvió a montar la camioneta y continuó su camino a gran velocidad como si estuviera apurado. Por supuesto, en ese momento ya yo estaba en la parte de atrás del auto junto a los rehenes. Antes de chocar había fijado la posición del timón y me lancé fuera del carro. Cuando el conductor salió para ver qué había pasado aproveché para colarme en la parte donde estaban las personas, que de tan heridas que estaban no podían huir. Todo había salido bien, lo siguiente sería llegar a la guarida de estos mal nacidos.