Desde mi centro

"Ojos apagados."

Narra Kenya:
  Richard Allen, el padre de Brett y Bruno, llamó a Christopher para comentarle que su hija no iba a poder cuidar a su pequeño, pero también le dijo que yo podría hacerlo sin ningún problema.
  El señor Bellington mencionó que había pensado desde un principio en pedírmelo a mi ya que estaba al tanto del tiempo que Brett pasaba en su profesión, pero que no sabía cuándo volvería a San Francisco. Le expliqué que no iba a volver y que empezaba a cuidar a Derek cuando quisiera.
  Dijo que serían todas las tardes de 17:30 a 21:30, pero algunas veces en el horario que él me pida debía asistir, porque su trabajo demandaba que cuando se lo necesite, esté a su disposición.
  La oportunidad que me dio el señor Bellington para poder cuidar de su hijo, fue como si me hubiera caído del cielo. En verdad necesitaba ese dinero. Mis ahorros se me estaban acabando y no quería causar más molestias a mi amiga y su familia, ya que había pasado mas de un mes de que estoy en Nueva York.

      -13 de febrero, 2018:
  Derek es un niño maravilloso, muy amable y educado. Se nota que pertenece a una buena familia.
  Lo cuidaba en su departamento y no en el de Brett, ya que allí él se sentía más cómodo y tenía todos sus juguetes. 
  Jugábamos a la pelota, veíamos dibujos animados, preparaba su merienda, lo ayudaba con sus tareas escolares.
  Una tarde, nos encontrábamos Derek y yo en la mesa de la sala mientras él tomaba una leche chocolatada. 
–Sabes Kenya, tus ojos son como los de mamá... –Dijo casi sin quitar la vista del televisor. – Es como si estuvieran apagados todo el tiempo, igual que los de ella.
  Me había tomado completamente por sorpresa. ¿A qué se debia tal referencia? Sólo pude devolverle una sonrisa ante su comentario. 
  No sabía nada sobre su madre, pero entendí que no era el momento ni la persona indicada para preguntar.
  Matthew llegó mucho antes de lo habitual. Alrededor de las 19:00 pm abrió la puerta, saludó a su hermanito con un beso en la frente y subió las escaleras. 
  Ese martes hizo mucho más frío del que habían pronosticado por lo tanto subí tras él para pedirle que encienda la estufa porque yo no sabía cómo hacerlo. El sólo hizo un gesto con la cabeza haciéndome entender que lo haría, pero nada más... A veces me asustaba un poco que prácticamente no emita voz. Aunque me eh puesto a pensar que es sólo conmigo ya que más de una vez he llegado a su casa y estaba hablando con su padre o se me adelanta y él ayuda con los deberes a el pequeño Derek. 
  Poco a poco, como todas las noches a las 21:30 pm, fueron llegando Sam y luego Christopher. 
  Insistieron en que me quedara a cenar esa noche, pero pospuse la invitación para otro día. Estaba un poco mareada y no veía la hora de poder irme a recostar.

 




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