He estado en ese precipicio infinidad de veces.
He querido marcharme y no volver.
He querido desaparecer mi dolor una y otra vez.
He querido encontrar un antídoto para dejar de sentir.
He querido encontrar alguna adicción, para olvidarme de todo.
Para canalizar todo ese dolor que siento.
Pero no lo encuentro, no lo logro.
Mentiría si digo que cuando no tengo bajones no lo vuelvo a pensar.
Sería hipócrita, si digo lo contrario.
A veces son esos momentos, en los que mi dolor no puede más, mi mente no puede más y explota.
Estoy en ese proceso de dejar que mi mente no me controle, lucho día tras día para no dejar que me gane.
Tomó el control una vez por años y no quiero que lo vuelva a hacer, no le puedo ceder el control.
No puedo.
No puedo dejar que me haga perder, otra vez.
¿Llegará el día en el que finalmente esos pensamientos terminen?
¿Llegará ese día en el que deje de sentirme tan vacía?
¿Tan fría? ¿Tan sola?
Inclusive.... ¿tan incompleta?
La respuesta solo la tiene mi yo interno, no la persona que busca canalizar su vacío, su dolor con otras cosas, no no. Esa no.
Es una que siempre ha estado ahí.
Gritando en lo más profundo de mi ser por ser encontrada, por ser notada.
Sé que la respuesta es un sí, un sí rotundo.
He aguantado mucho, lo sé perfectamente, pero también sé que seguiré soportando mucho más.
Porque en este momento es aquí donde quiero estar, justo aquí, y no perdida en el abismo.
No puedo permitir que mi voz interna, mi maliciosa voz interna, tome el control.
Tomé el control y me haga....
Perder.
otra vez.
Aquí estoy yo, día tras día.
Viviendo un minuto a la vez.
Un día a la vez.
Estando dispuesta a que mi voz interna, la buena, sea encontrada.
Porque solo me toca seguir, luchando.... Con una ferocidad demente.