19: 55 h
Para Hugo estar lejos de sus revoltosos amigos era algo placentero, recién se había mudado a aquella casa, no aguantaba más un día con ellos, a pesar de que eran cercanos, su forma de ser no concordaba con la de él, siempre de fiestas y con mujeres en la casa, no soportaba tener que llegar cansado del trabajo y encontrar la casa un desastre. Terminaría por perder la cabeza de lo contrario si continuaba allí.
Caminó por el jardín un poco abatido por como las cosas estaban sucediendo, se daba cuenta de que su pasado estaba controlando cada momento de su presente, y no sabe cómo lograr lo contrario. Hizo una mueca dispuesto a salir de allí, pero escuchó una voz débil y melodiosa, casi como un susurro, frunció el ceño y se dirigió hacia allí. Ella no se había dado cuenta de que él se estaba acercando, estaba muy concentrada cantando.
—Mientes, te conozco bien, está claro que algo está cambiando. Habla, no huyas de mí, a quemarropa, ya vi ¿qué es lo que te tiene así? Visiblemente agitado —miró el cielo, un poco desconcertada por la letra, no se había detenido a analizarla tanto como las demás—. En el altar, de mi credo particular, nada, nadie me importa más, que la música de tus labios —agachó la mirada, pensando sí en algún momento se enamoraría—. Eres mi azúcar amargo, un delirio y pecado, un cofre de sorpresas ciegas, me besas y… eres azúcar amargo, un ángel y un diablo, maldito embustero, solo siento que te estoy perdiendo —sonrió visiblemente encantada con la letra—. Odio tener que ser yo, quien te obligue a dar ese primer paso, si es que hay alguien aparte de mí, ahora mismo y aquí, cortaremos en sano, me desharé, por dentro…
Las manos de Hugo no se controlaron, y aplaudieron, espantándola. Aquello la puso nerviosa, había ido mucho más lejos para que no la descubrieran, ¿cómo fue que lo hicieron? Estaba preparada para marcharse inmediatamente, pero él la atrapó mucho antes.
—Eso ha sido increíble, no sabía que entre mis compañeras había una artista —le sonrió con amabilidad—. Soy Hugo, recién acabo de llegar, es un poco grande todo esto ¿no crees? Tu voz me ha hecho llegar aquí en menos de dos segundos, tienes un gran don, pocas personas logran manejarme de esa manera en cómo lo hiciste —se sorprendió cuando escapó de sus manos y huyó de él. Con curiosidad, la siguió—. Oye, ¿por qué huyes? Te estaba halagando, ¿no es algo que les gustan a las chicas hoy en día? Aunque, por lo general, no soy del tipo que hace esas cosas, tiendo a enredar demasiado el asunto —hace un gesto despreocupado—. Como sea, ¿no deberías decirme tu nombre al menos?
Maura apretó los labios, él era insistente, no se detuvo a pensar mucho y escribió algo en una piedra, y se la lanzó, él se echó para atrás esquivando lo que ella le había lanzado. Miró la piedra con el ceño fruncido, ¿por qué le tiraba eso? ¿Acaso lo quería matar o algo? Se agachó a recogerla, impresionado por aquella mujer.
—No hay necesidad de que lo sepas, yo no pedí ninguna presentación tuya —sonrió un poco envuelto por su actitud—. Wow, mira que nos ha salido fierilla ¿no? Mira, no soy malo, incluso puedes ver mi cabello —señala como su coleta estaba de lo más desaliñada—. ¿Un maleante llevaría semejante cabello? Que puede ser posible, pero sigo renegando que sea una mala persona, al menos, en lo que cabe de la palabra —susurró eso último, sentándose en el pasto, dejando caer a su vez, su espalda en una maseta, que parecía traerle más incomodidad que otra cosa.
Ella se detiene a analizarlo, sin que este se dé cuenta, y tenía razón, su melena estaba desordenada, casi soltando su sedoso cabello en sus hombros, tenía una camisa gris, que se había subido unos centímetros al sentarse, ceñida a su cuerpo, con unos pantalones deportivos negros, y unas botas negras, aunque eso último no lo podía ver con seguridad. Era extraño, él no le daba esa vibra, justo como había dicho, contrario a una mala persona, se veía desolado, triste, parecía cargar algo pesado detrás de su espalda, y, aunque quería marcharse de allí, porque él parecía una de esas personas energéticas que hablan y hablan durante horas, pero ella no lo conocía, porque Hugo era más bien alguien serio, sin muchas palabras, cuando estaba curioso, seguía ese camino hasta saciarse, y, como se habían conocido la noche rodeándolos, y la luna acompañándolos, era porque él lo quiso así. Era amante a la noche mucho más que ella, aunque ambos tenían razones diferentes.
—No puedo estar seguro de sí soy tan espantoso a tus ojos, pero ¿no crees que al menos, como estoy pidiéndotelo con mucha amabilidad, deberías decirme tu nombre? —Silencio—. Vale, lo pillo, no quieres hablar con un extraño como yo ¿no? Bien, te complaceré, pero no me iré de aquí porque te sientas incómoda, no nos vemos, estamos disfrutándonos nosotros mismos, así que, haz lo tuyo chica.
Se acomodó, dispuesto a tomar una siesta en medio del jardín, disfrutaba mucho estar al aire libre, y tener la brisa sobre su cuerpo, le apetecía borrar cualquier problema que esté llegando a su teléfono, porque últimamente siempre le llovían misterios a este, y él ni sabía de dónde venían. Maura frunció el ceño, ya no oía nada, solo la respiración de aquel hombre quien la había hecho sentirse más nerviosa de lo normal, se preparó para escapar, en donde se encontraba no había otra salida, tenía que ir allí sí o sí. Respiró profundo y se dirigió allí, con cuidado, en uno de sus pasos, chocó con la piedra que había lanzado, cayendo muy cerca de Hugo. El impacto hizo que él hiciera una mueca y abriera los ojos con pesadumbre, estaba dispuesto a sonar como un grosero cuando vio quién era. Enmudeció por un momento.
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Editado: 15.02.2021