14 de junio de 2015
El bufet estaba lleno, las personas aprovechaban el estar allí para comer, otros, buscando con quien pasar la noche, y los solteros sin suerte, bebiendo como si no hubiera mañana, en cambio, Darío era acosado por varias mujeres, muchas de las que estaban allí sabían quién era él, pero a ninguna le hizo caso, tenía fama de acostarse con cualquiera en una boda, pero estaba tratando de cambiar, aunque esto se vio truncado cuando una mujer se sentó a su lado, mientras él revisaba las fotografías que había hecho aquella noche.
—Maldito infeliz, ni siquiera intentaste arreglarlo —tomó de su copa, furiosa—. Ve y acuéstate con cualquier zorra, conmigo dejaste de jugar hoy —tomó dos copas más del camarero que estaba pasando por allí, y otras dos antes de que se fuera, Darío la observó.
—No creo que eso solucione tu malestar con esa persona, linda —no le prestó atención, Darío hizo una mueca—. No escucharás, el despecho te hace sordo y mudo. Cuando entres en razón no te arrepientas —colgó su cámara en el cuello y salió de allí, o al menos, lo intentó.
—¿Qué puedes saber tú del sufrimiento? —Lo observó, preguntándose como alguien como él podría juzgarla—. Está claro que eres la clase de persona que haría sufrir a otra, ¿cómo puedes siquiera, inmiscuirte en las cosas que no te conciernen? —Él se rascó la cabeza, incómodo por cómo le estaba hablando aquella mujer.
—No te equivocas, no debí inmiscuirme en cosas que no me conciernen —sonrió, de aquellas minúsculas sonrisas que se dignaba a ofrecer, eso la irritó—. Los desconocidos no deberían darse concejos mutuamente, los errores salen de allí, en fin, no soy quién para hablar ¿no? Lo que está claro es que juzgas a la gente nada más por la apariencia, a veces, las apariencias son solo eso; no sabes con qué podrías encontrarte detrás de todo eso.
Ella ríe, realmente divertida por sus palabras. Darío estaba consternado, no se había imaginado estar allí, discutiendo con una total desconocida sobre penas del amor, y que él, sea el más perjudicado de aquella “conversación”.
—¿De verdad? Es un comentario bastante interesante el suyo, pero déjeme decirle una cosa —sorbió con más rápidez de la copa—. Tal como las apariencias engañan, así mismo lo hacen la supuesta personalidad de la persona, porque ¿sabe qué? Lo más asqueroso es que alguien que amas, que pensabas que era sincero, esté engañándote no solo desde que estás con él, sino que desde el principio.
—No sé de lo que me está hablando, de una u otra manera siento que se está desquitando con alguien que no conoce en lo absoluto —la observa, detenidamente, dándose cuenta de que posiblemente no ha tenido suerte en lo que lleva de vida. Suspira—. No soy amigo suyo ¿sabe? Pero tomaré la molestia de decirle que aleje a esa persona, no le diré las boberías de «Conocerás a alguien más tarde o temprano», porque eso no lo sé, se ve que eres de esas personas que son fácil de engañar ¿o me equivoco? —Ella gruñe, dándole la respuesta—. Supongo que está culpando a su físico de todo lo que le está pasando ¿no? Le confieso, que ningún hombre superficial, me incluyo en esta categoría —intenta no reírse con la mirada venenosa que le brinda, sentándose en el proceso—. Pero, después de todo, el hombre se termina quedando por lo que siente por la mujer —se detiene un momento, repentinamente confundido—. Espere, ¿por qué hablo con usted si ni siquiera entiendo una mierda de lo que le está pasando? Estoy seguro de que desea golpearme en estos momentos ¿no es así? Un extraño está tratando de inmiscuirse en sus asuntos, otra vez.
Lo analiza, pensando en todos los sucesos que habían pasado antes de que llegara a la boda de su mejor amiga, estaba tratado de no arruinarle la noche, de verdad, pero aún tenía esperanza de que él llegara, y allí, allí simplemente se desquitaría de todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Hizo una mueca.
—Quisiera, sí el caso fuese diferente —coge varias copas más del mesero, quien la mira sorprendido, ella rueda la mirada, no dándole importancia. Prosigue—. No soy Blanca Padilla, o siquiera Lucía López. Soy más bien esa clase de imperfección, pero que ni siquiera siendo Georgia May, pudiese lograr con maquillaje —lo señala, sabiendo cuál sería su respuesta antes de preguntar—. ¿Esa clase de chica un hombre quería? No, ¿verdad? —Ríe con amargura, sintiéndose tonta de repente—. Sé lo que soy, y no he tenido problemas por ello por más complejos que tenga, pero ¿cómo diablos esperan que me sienta bien conmigo misma si ni siquiera alguien, se digna a verme tal cual soy? —Estrella la copa en la mesa, llamando la atención de algunas personas, ella no le da importancia y continúa, machacándose lentamente—. ¡Harta! ¡¿Por qué no son directos y lo dicen?! No les quita nada decir; Hey, no eres mi tipo. Puedes tener una dulce personalidad, pero lo que me importa es el exterior también. Lo siento, pero no puedo salir contigo. ¿¡Es tan difícil eso!? Dime, ¿por qué me hacen esto a mí? ¿Por qué tengo que cargar con mis inseguridades, además de las de ellos? Dímelo, por favor. ¿Qué tengo tan mal, que no desean estar conmigo?
Darío pasó una mano por su cabello, incómodo con la situación. Él no sabía que decir, ella había lanzado sus preocupaciones a alguien que ha sido malo con las mujeres, quien simplemente las ha visto por lo que podían ofrecerle y nada más. Él era igual de malo que los hombres que la habían hecho sentir así, pero en cambio de lo que quería hacer, se quedó allí, pensando en que decirle. En cómo hacerla sentir mejor. Algo que jamás pensó que se le cruzaría por la cabeza.
—No lo sé, no la conozco —la miró, atentamente, cuando agachó la cabeza, dejando sus ojos tristes, fuera de su visión—. Estaría diciéndole cosas superficiales, y eso no la hará sentir mejor ¿sabe? Por el contrario, la hará sentir peor. Además, soy incluso peor que aquellos hombres —se detuvo a observarlo, sonrió apenado, por primera vez se daba cuenta de que había hecho las cosas mal desde hace tiempo—. Solía acostarme con cada mujer que deseaba hacerlo, o con la que quería, en realidad, siempre una noche, nada más. No me importaba si querían llegar a más, yo no lo deseaba, estaba cansado de salir lastimado de algo. Puede que eso no sea una excusa, pero a la gente no le importa eso, siempre y cuando su dolor siga allí, no le importará dañar a más gente para sentirse mejor, aunque —se quedó callado, pensando en todo, en ella, en su pasado, y en como a estas alturas, seguía siendo un desgraciado. Ella le pasó una de sus copas.
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Editado: 15.02.2021