Desde que la luna me acompaña

28

 

«Sentimientos que no se ven venir, al igual que la intromisión de algunas personas, y los problemas que vienen después». Part 2.
 

28 de agosto del 2015 
12:00 h
 


Ese día Maura estaba realmente ansiosa por ver a César y hablar de lo sucedido. Estaba muy nerviosa, aquel había sido su primer beso, y con su mejor amigo. Porque César era eso; su mejor amigo. Pero estaba sintiendo cosas totalmente diferentes a las que se debe sentir por un amigo. Mordió sus uñas, completamente nerviosa y sin saber que hacer. Así se encontraba. Carmen y Soledad la miraron como sí le faltase una cabeza demás.

—Cielo, es mejor que busques una pala, será más sencillo para ti de esa manera cabar el oyo que estás tratando de hacer al caminar de lado en lado —le dijo Soledad, un poco divertida por la situación en la que su amiga se encontraba.

—Sí, querida. ¿Por qué estás de esa manera? Solo tienes que hablar con él de lo que pasó y listo. ¿Qué es tan difícil de eso? —Ella las miró como sí no entendiesen su situación en lo absoluto, sintiéndose incomprendida.

—César ha estado muy tímido desde entonces, han pasado unas semanas, no sé sí se deba a eso o no —vuelve a dar vueltas en círculo, nerviosa—. De todas formas, ¿Cómo se supone que lo vea sí mi cabeza no deja de mostrarme aquel beso? —Pega un grito de frustración sorprendiendo a sus amigas—. No sé como hacer esto. No sé como hacer nada de esto.

Finalmente se sentó, dejando con una sonrisa en los rostros de sus amigas. Ambas se acercaron a ella y la tomaron de los hombros, sacándola de aquella casa y dirigiéndola a su destino; resolver las dudas y adentrarse al amor que era evidente que ambos sentían por el otro.

—Te diré solo dos cosas para algo tan bonito como lo que tienes con César; no tengas miedo y solo disfruta. Ese es mi consejo para ti, espero y te acuerdes de mis palabras cuando lo veas —con una sonrisa, le dijo Soledad. Carmen le pasó dinero, y le sonrió también.

—Te veremos esta noche, dijiste que harías la cena para la noche de chicas —su tono era curioso, preguntándose como eran las personas que conocería esa noche—. Me pregunto como serán ellas; mujeres con buenos trabajos y experiencia —sonrió de lado—, todo lo que me hubiera gustado tener en años pasados. Así que —ensanchó su sonrisa, mirándola con picardía—. Espero y nos traigas buenas noticias, enamorada. Hoy la primera que comienza serás tú, estás avisada —le guiñó el ojo, y junto a Soledad, se fueron hacia su auto.

Dejándola con los pensamientos y la única misión de resolver aquello que hace semanas rondaba por su cabeza. Suspiró.

—No hay que darle tantas vueltas a las cosas. No hay que ser tan cobarde con algo que esperas resolver con toda tu alma —hizo una mueca, armándose de valor—. Nunca he sido buena en este tipo de temas, pero —mordió su labio inferior, insegura—, espero que me salga todo bien, sino no sabría como aguantar a mamá  —frunce el ceño al acordarse de su madre—. Aunque ella tampoco tendría que amenazarme con esas cosas, soy yo la que se enfrentará a él después de todo.

Con esas últimas palabras para sí misma, dirigió sus pasos hacia el bus, y posteriormente hacia la estación de tren que la dejaría en su casa.

Tan solo llegar al pueblo sintió como los nervios la comían, no sabía que hacer, no sabía que decir, lo había pensado un tiempo desde que estaba en la estación del tren, pero ahora no recordaba nada de lo que iba a decir, sus pies se movieron solos hasta llegar a la casa de César, quién estaba en el patio de atrás, pensando en lo mismo que se debatía en la cabeza de Maura; el beso que se dieron. Había ignorado como se sentía, el remolino de emociones que tenía cada vez que ella se acercaba, pensar en ella cada jodido segundo y, por sobre todo; querer estar con ella más de lo que dos amigos pueden estar. Suspiró.

—¿Qué hago con estos sentimientos? ¿Qué haré para olvidarme de esto, de todas formas?

Hizo una mueca, algo deprimido a lo que probablemente recibiría al hablar de ello con la pelirroja, contrario a lo que pensaba, era muy difícil que él recibiera esa respuesta.

—De todas formas tengo que solucionar los problemas que tengo con Franchesca —cierra los ojos, algo pensativo—. No puedo seguir dejándolo así, esperando por alguien que ni siquiera la quiere, ni la llegará a querer —se levantó del barandal, el cual acompañaba sus pensamientos y decisiones cada que no sabía que hacer.

Maura ya había entrado a su casa, estaba tiesa, agarrando sus manos en su blusa encontrando el valor para decirle lo que hace mucho le revolvía la cabeza. Sonrió con timidez, cuando César la observó con sorpresa.

—Hola, César —lo saludó con su mano, eso fue suficiente para ella poder acercarse a él—. Probablemente no me esperases aquí hoy, no es usual que esté aquí, y mucho menos en tu casa, pero —mordió su labio, un tanto insegura—, quería verte y hablar contigo de cierta cosa que no hemos mencionado en todo este tiempo pero que deberíamos —respiró profundo, armándose de valor—. Aquel beso, el que nos dimos y luego jamás hablamos. Necesito saber qué fue lo que pasó con nosotros en ese momento —los señaló, timída, pero con una sonrisa que emocionó demasiado al corazón de aquel pobre hombre—. Porque yo simplemente no puedo olvidarlo. Ni cómo has estado actuando conmigo... Ni mucho menos el que esté sintiéndome diferente a tu lado.

Él se acercó a ella, aún con las palabras de ella en su cabeza, no sabiendo sí gritar de la emoción o simplemente abrazarla. No hizo ninguna. Simplemente se quedó mirándola por unos segundos, completamente extasiado a lo que le había dicho anteriormente.

—Hay una clara respuesta al porqué he estado actuando de esta manera contigo luego de aquel beso, y es que —la miró a los ojos, fijamente—. Pensé que estabas o estás, enamorada de Hugo, realmente no lo sé. No creí que hubiese a cambiar algo aquello entre nosotros, realmente —ríe vagamente, sin realmente querer hacerlo, pero sin poder evitarlo—. Pensé; Maura ha estado hablando mucho sobre este tipo Hugo, de seguro se siente más a gusto con él, de seguro —aparta la mirada, un tanto avergonzado—, ha de estar enamorada de él. No hay ni una mínima posibilidad de que seas tú César, olvídate de una vez de que eso vaya a pasar.




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