Desde que la luna me acompaña

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«Dónde enfrentarse a los temores, el miedo, es lo que cada día, nos hace más fuertes».

 

20 de septiembre del 2015
12: 30 h

Maura tarareaba Sin miedo a Nada, de Alex Ubago, sintiendo la letra en su piel, cada que pronunciaba alguna palabra de aquella hermosa letra. Su madre entra en la cocina con una sonrisa en su rostro.

—Cada vez luces más feliz de lo que alguna vez pensé verte antes de partir —sonríe de lado—, aunque ahí hay algo que quiero que conozcas, que he conseguido a través de una amiga —suspira—. No sabía que hacer con eso porque realmente no es mi decisión, así que, sin darle tantas vueltas al asunto, aquí está —le pasó un pequeño papel, algo nerviosa—. Tú decidirás que hacer con eso.

—¿Qué es esto? No entiendo lo que me quieres decir —lo dice con el ceño fruncido—. Solo hay una dirección aquí, ¿qué se supone que haga con esto?

—Es donde trabaja tu padre —sonríe de lado—. Has estado muy curiosa respeto a eso ¿no? He conseguido esto para ti. Si vas o no ya queda en ti. Haz lo que creas correcto mi niña, siempre estaré apoyándote en todo lo que hagas, lo sabes ¿cierto?

Ella asiente, algo sorprendida de escucharla decir aquellas palabras. Miró el papel con intriga, y a la vez miedo en su mirada, no sabiendo muy bien como reaccionar a ello.

—¿Aquí es donde podré encontrar a mi papá, en serio? —Preguntó, con una emoción en su voz que no pensó que podría tener. Ella le sonríe con dulzura.

—Sí, mi niña, allí es donde podrás encontrarlo. Desde que Leticia vino a molestarnos he hecho lo posible por encontrar la dirección de él para que todo esto acabe de una vez por todas —la mira con atención—. Y lo digo por ti, mereces saber quién es, sí el hubiese sabido que eras suya, definitivamente tu vida no hubiera sido de esta manera —hace una mueca, avergonzada—. Lamento que mi hija te haya hecho tanto daño, amor, pensé que la estaba criando bien, pero definitivamente me equivoqué con ella. Lo siento.

Se disculpa, arrepentida del curso que tomó la vida de su nieta, pero la que sentía como una hija, a pesar de no haberla dado a luz. Maura niega, en desacuerdo a lo que decía Rosario, se acercó a ella con comprensión y con unas ligeras lágrimas en sus ojos que estaban augurando salir de sus ojos.

—No, no digas eso, mamá. No es tu culpa que ella haya decidido ignorar el cariño que le brindaste desde pequeña, no es tu culpa que su camino ella lo haya manchado y elegido de esa manera ¿sabes? —Le limpió las lágrimas, cariñosa, y agradecida por todas las cosas que ella había hecho por ella sin pedírselo, solo con todo su amor y nada más—. Lo importante es que tú me apartaste de aquello a tiempo, sino fuera por ti mamá, estoy segura de que habría muerto de hambre, sola en aquella casa, sin nadie que me acompañe. Así que, lo que sea que te haya estado atormentando, por favor, aléjalo de ti, que no tiene sentido. Eres mi madre. La causante de que ahora esté de esta manera, y que haya logrado lo que me da más miedo en esta vida; conocer y hablar con la gente. Gracias a ti he estado mejorando mucho, ¿cómo se te ocurre decir ese tipo de estupideces? No tiene lógica, mamá.

—Ah, mi hermosa niña, que haría yo sin ti, mi vida sería realmente solitaria sin ti, cariño. Eres lo más importante para mí, y lo más bonito que me ha podido pasar después de aquella decepción —la abrazó, agradecida por sus palabras, y por haberla recogido de aquellos brazos atroces.

—Y tú para mí —sonríe, ya despegándose de sus brazos—. Sé que me has dado la dirección y todo, pero ¿qué hago? No sé cómo puedo aparecerme delante de él y decirle que soy su hija. Tan solo no me cabe en la cabeza hacerlo de esa manera —niega, totalmente en desacuerdo con aquella forma de encuentro.

—Realmente eres un caso perdido, hija —le dice con diversión, viendo como se ahogaba en un vaso de agua—. No tienes porque decirle que eres su hija la primera vez que lo encuentres, simplemente puedes decirle que eres una conocida mía, él me conoce, le dije que tendría una visita de mí parte pronto —sonríe de oreja a oreja, viendo como su niña comenzaba a destrozar servilletas con nerviosismo—. Solo haz lo que has estado haciendo todo este tiempo, no tienes porque preocuparte de nada más, solo hablarás con él, ¿cierto? No es como sí te fuese a comer con su sola presencia. 

—No, pero sí que me asusta conocerlo cuando no sé ni que diantres decirle —se sienta en la mesa, dejando caer su cabeza en ella—. ¿Y sí le decepciona verme allí? Aunque no sepa que soy su hija, ¿crees que se decepcionará cuando lo sepa? No lo sé, puede pensar cualquier cosa de mí, y —Rosario la interrumpió, fastidiada con aquel pensamiento.

—Y otra vez con la misma cosa —bufa, algo molesta con ello—. ¿Por qué sigues pensando de esa manera? Quierete un poco, cree más en ti, que tu personalidad no tiene nada de malo, y mucho menos la tú que le muestras a todo el mundo. ¿Me entiendes? —Le pega con un dedo en la frente, logrando que ella hiciera una mueca de dolor—. Eso es todo lo que te tenía que decir, estaré esperando que me cuentes como te fue. Iré a donde Manuela un rato —dijo aquello último con las cejas levantadas llena de diversión, Maura inmediatamente apartó la mirada yendo hacia la nevera, ignorándola.

Ella ríe. 

—Aún saliendo sigues sonrojándote de esa manera, niña. Realmente eres una cosa pura —ríe con ganas otra vez cuando ve su mirada de molestia—. Está bien, está bien, ya paro. Ya paro. Nos vemos en un rato, cariño mío. Disfruta tu domingo, querida, que yo sin duda que disfrutaré el mío —le guiñó el ojo, y de esa manera se fue, con calma y llena de diversión.

Maura suspiró una vez la vio marcharse, sonriendo de a poco cuando recuerda a César.

—Todo esto es tan increíble —coloca ambas manos en sus mejillas, feliz—. ¿Cómo fue que llegué a esto de todas formas? No puedo lograr recordar —suspira, apartando aquellos pensamientos, y centrándose en el papel que estaba en medio de la mesa—. No, no es tiempo de estar pensando en esas cosas Maura, es mejor concentrarse en lo que haremos con esta dirección —muerde su labio inferior, indecisa—, pero, de todas formas, ¿qué se supone que haga cuando me le encuentre? No es nada fácil esta tarea que me encargan —vuelve a colocar la cabeza en la mesa, intranquila.




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