No hay nada mejor que salir temprano del colegio...
Era una hermosa y oscura mañana de febrero. Era un día helado, podía sentir el frío cortar mi rostro como un cuchillo; por fortuna había llevado guantes y una buena chaqueta, pero lastimosamente había olvidado por completo mi paraguas. Tal vez mi descripción de una mañana hermosa no sea la esperada, es decir, a la mayoría de personas les gusta los días soleados, claros, llenos de vida... pero los días así sólo traen consigo ruido y más ruido, y yo amo el silencio.
Crucé la puerta principal de la escuela y estiré mi mano para sentir las gotas que comenzaban a caer con suavidad, me puse la capota y comencé a correr, las gotas golpeaban cada vez más fuerte mi rostro descubierto, pero su hermosa melodía me hacía sentir tan tranquilo... cuando llovía todo parecía desear una paz absoluta.
No estaba seguro si debía ir a casa o a cualquier otra parte, me gustaba estar en casa pero de seguro mi madre se molestaría al verme llegar temprano por no asistir a los entrenamientos de baloncesto. La verdad es que odiaba los deportes, pero mamá le había prometido a papá que yo sería un gran deportista ¿en qué? A él no le importaba con tal de que fuera en algo masculino.
"Tu hijo es un marica, todo es porque no haces más que consentirlo, le das gusto en todo y siempre está llorando como una nena" esas fueron algunas de las palabras que dijo el día que se fue de la casa, se preguntarán ¿por qué estaba tan furioso? Y bueno, es que no creo que algún padre se sienta feliz de llegar a casa y encontrar a su pequeño niño usando la ropa y el maquillaje de su madre, y además de ello bailando y cantando frente al espejo una canción de SNSD... en fin, a veces me siento culpable por la separación de mis padres, pero... soy lo que soy y no puedo cambiarlo sólo para darle gusto a alguien.
Suspiré. Recordar la forma en la que mi padre nos había dejado me fastidiaba, no me dolía, simplemente me molestaba que no pudiese aceptarme siendo su hijo, sangre de su sangre... y también odiaba tener que fingir frente a todos, los únicos que sabían sobre mi orientación sexual eran mis padres.
Mi madre siempre me había apoyado por lo que era la única persona en la que confiaba, "no le puedes decir a nadie" me dijo un día, cuando le pregunté ¿por qué? Sólo me dijo que no quería tener problemas con mi padre y así fue como resulté además obligado a practicar un deporte. Lo que ese par no sabía es que en el tiempo que supuestamente invertía en los entrenamientos me encerraba en la biblioteca de la escuela, pero aquel día estaba cerrada por lo que no tenía a dónde ir.
"Iré a casa y entraré en silencio" pensé. Sabía que mamá siempre estaba ocupada pintando. Ella era mi artista favorita y generalmente no notaba cuando yo llegaba, además que cuando trabajaba siempre usaba audífonos y ponía música a todo volumen, eso le ayudaba a inspirarse. Al llegar saqué mi llave y después de pensarlo un poco la introduje en la cerradura, tomé un profundo respiro y la giré lentamente para luego empujar la puerta tratando de no hacer ruido. Cuando me hallé al fin adentro cerré la puerta con cautela y al girarme hacia la sala me encontré con una escena traumática y repulsiva.
—M-mam —incapaz de decir una palabra, abrí mis ojos con sorpresa y en medio del shock traté de llamar la atención de mi madre—. ¡Mamá! —grité cuando al fin me salía la voz.
—M-Matt ¿qué haces aquí? —dijo avergonzada y ¿cómo no estarlo? estaba semidesnuda con un hombre en el sofá haciendo quién sabe qué clase de cochinadas.
El hombre no dijo nada, ni se dio la vuelta. Un silencio incomodo comenzaba a apoderarse del lugar, mi madre se limitó a taparse como pudo con los cojines que decoraban la sala.
—Cariño, ve a tu cuarto —murmuró entre dientes—. En un momento subo y hablamos ¿bueno? —lanzó una de esas miradas que tanto me llenaban de miedo, eran realmente aterradoras, podía verme recibiendo correazos a través de ese par de esferas negras.
Asqueado subí a mi cuarto, no quitaba esa imagen de mi cabeza. ¿Quién era ese hombre? Y ¿qué le ocurría a mamá? ¿Desde cuándo era tan descuidada? Es decir ¿cómo podía hacer eso a plena luz del día? "Al menos aún tenían ropa" pensé dejando mis cosas en el piso.
Después de quitarme la ropa mojada y ponerme pijama me recosté en la cama, no quería hacer nada más que dormir y borrar lo que acababa de ver de mi memoria. Al pasar aproximadamente quince minutos mi madre tocó a la puerta.
—¿Puedo pasar? —preguntó girando la perilla y asomando su cabeza.
—Es tu casa —respondí de mala gana, enrollándome por completo en mis cobijas.
La mujer entró tímidamente y se sentó en el borde de mi cama.
—Iba a presentártelo hoy —susurró tratando de descubrir mi rostro—. Yo... llevo saliendo con Richard unos cuantos meses —agregó posando su mano en mi hombro.
"¿Richard? Así que ese era su nombre" pensé, enseguida alejé las cobijas de mi cabeza y me senté, me era imposible estar enojado con mamá pues más que una madre era como una amiga para mí, y así como ella siempre me escuchaba yo debía hacerlo también.
—¿Meses? ¿Cuántos? —inquirí tratando de mantener un tono frío como el hielo, en realidad no estaba molesto pero no se lo pondría tan fácil. Es que, siendo su hijo debería confiar más en mí y decirme las cosas antes de que yo me enterara por mí mismo.
—Ocho —musitó—. Sé que debes estar molesto amor pero no quería hablarte de él hasta estar segura de que era el indicado —agregó con una sombra de preocupación en su voz.
¿Ocho meses? Pero... ¿qué carajos? Sólo podía imaginarlos en casa todas las mañanas teniendo sexo, iugh... en ese momento inflé mis cachetes y arrugué mi frente como muestra de enojo.
—¿Tienes algo más que decir? —pregunté cortante, sabía cómo era mi madre y estaba seguro que la noticia de que tenía pareja era lo que menos importaba.