Me hago un café mientras hablo con Thomas por teléfono. Se ha hecho costumbre llamarnos algunas mañanas al levantarnos. Me acostumbro a su voz ronca al levantarse y me alegra la mañana con su sentido del humor mañanero. Hago otro café para mi amiga y entro en su habitación, pero para mi sorpresa, ya está despierta. Sentada en su cama mirando al móvil con la mirada pérdida.
—Ten —digo tendiéndole el café—. ¿Pasa algo?
—Alex lleva desde esta mañana llamándome y no sé si responder. Si lo hago temo parecer débil...
—Deja el orgullo de lado cuando se trata del hombre que realmente te gusta. Escúchalo, además, tendrás que hacerlo tardes lo que tardes.
—Tienes razón, mi orgullo no servirá de nada ahora, ¿no?
—Mucho no.
Me levanto cuando veo que el móvil vuelve a sonar y ella lo coge. Oigo como saluda antes de cerrar la puerta.
Yo me encierro en mi habitación y cojo mi portátil para el corazón encargarme del desfile. Todo está ya hecho, pues ellos se han encargado de todo, ya que es un desfile de moda anual en el que participan diseñadores de muchos países. Yo solo tengo que encargarme de hacer la ropa y los vestidos que se desfilarán, también ocuparme del maquillaje de las modelos. Los vestidos y ropa están listos. Solo tengo que encargarme de dejar todo perfecto en las tiendas que tengo en Estados Unidos para que al irme allí no me preocupe. Tengo que tener la cabeza totalmente en el desfile.
Me meto en mi trabajo y al levantar la cabeza para ver la hora veo que son las tres del mediodía. ¿Dónde estará Elisa?
Salgo a la cocina pero no la veo haciendo la comida como esperaba. La mando un mensaje preocupada.
—¿Dónde estás?
—He ido a comer con Alex, perdón por no avisar.
—Tranquila, solo me preocupe al no verte.
—Estaré allí pronto.
Suspiro y me busco algo para comer, pero como no tengo ganas de comer me encargo una pizza y espero viendo el telediario. Cuando llega me la como viendo dibujos animados.
Elisa llega una hora después, justo cuando me comía el último trozo de pizza.
—Llegaste un poco tarde, me comí toda la pizza —le digo.
—No importa, pero sólo por hoy, no te acostumbres —dice sonriente.
—¿Qué pasa? Esa sonrisa no la tienes todos los días.
—Estuve con Alex. Me dijo que Valeria lo emborracho. Él otro día lo dijo y él, que no recordaba nada, no lo negó porque no sabía que era lo que ha pasado realmente —me mira—. Estoy pletórica. Y yo que creía que me había engañado con esa zorra sin escrúpulos.
—No quiero arruinar nada pero...
—Sé que me vas a decir, y no, no creo que me este mintiendo. Pude ver en sus ojos que era sincero.
—Bien, eso me alivia, pues había empezado a caerme bien.
Ella ríe y después se sienta a mi lado. Pone un programa de cocina mientras yo recojo los restos de mi comida.
—¿Tendrás que irte a Francia? —pregunta de pronto.
—¿Por el desfile? Sí, tendré que hacerlo.
—Te echaré de menos —dice haciendo un puchero.
—Yo también a ti.
—Seguro que no tendrás tiempo. Y dime, ¿qué tal con Thomas? Es el primero de tus novios que me acaba de gustar.
—Ya te he dicho que no eran novios, solo líos que no me duraban ni un mes.
—Porque tú te encargaras de echarlos de tu lado.
—No estaba preparada para una relación.
—Bueno, aunque también es verdad que ninguno insistió tanto como Thomas.
—Tienes razón, al final él se lo ganó —bromeo.
Ella me sigue el juego pero luego como esta callada. Me asomo y me sorprende ver que esta dormida.
En fin, ahora sola, ¿qué podría hacer? Decido molestar un poco a Thomas y lo llamo. Pasan lo que me parecen horas hablando con él y después cuelgo cuando la batería del móvil se agota. Lo pongo a cargar y después cojo el portátil para investigar en el mundo de la moda. Soy diseñadora, y ese es uno de mis pasatiempos favoritos. Investigo ropa y telas para después comprar. A muchos les parecería un desperdicio, ya que, al poder hacer yo mi vestuario, ¿para qué gastar dinero en compras?
Pero yo no lo veo así. Creo que uno no debería encerrarse solo en lo que sabe hacer, sino también disfrutar del talento de otros.
Pronto mi amiga se despierta y juntas pasamos la noche hasta que me entra el sueño.
***
A la mañana siguiente me encuentro desayunando con Thomas en una cafetería cercana a su casa. Cada domingo lo hacemos y se ha vuelto algo así como una costumbre. Él era un hombre muy ocupado, porque, aunque no lo parezca, es director de una prestigiosa editorial.
Eso hace de él un hombre rico, guapo y deseo por las mujeres. Siempre me había sentido una mujer con suerte porque se haya fijado en mí.
—... Y eso, estoy feliz por el nuevo éxito —termina él sonriendo mientras bebo del café.