En el instante en que ella salió, se dio cuenta de que había una sombra cerca del poste de luz, creyó que se trataba de un espantapájaros, aunque le resultó peculiar. Se asomó a ver de lo que se trataba y fue ahí cuando vio que era Bautista colgado, no aguantó y soltó un fuerte grito de su interior; con rapidez se acercó para ver mejor el cuerpo y se dio cuenta de que le faltaban los ojos y dentro de los huecos estaba la lengua.
Rodrigo no entendió lo que ella estaba viendo, así que se acercó y observó a Bautista. Trató de no sonreír, pero fue imposible. Camille giró su cuerpo y se abrazó a él, Rodrigo correspondió el abrazo, sintiéndose un poco culpable por haber acabado con el exnovio de ella; le guiñó un ojo al muerto y luego le dedicó una sonrisa. Se separaron con lentitud, él limpió las lágrimas de Camille y luego negó.
—¿Te sentís bien? —Le preguntó él.
Ella ya había visto a muchos muertos y ni siquiera le impresionó ver de ese modo a Bautista, ella fue feliz en ese instante, aunque debió mostrar lo contrario para no llamar la atención de Rodrigo.
—Sí, tranqui, estoy bien.
—No tenés que mentirme… —Respondió él—. ¿Querés llorar o algo así?
Ella negó.
Después de una hora, se llevaron el cuerpo y activaron una alarma policial. El Señor hizo todo preparativo, así que no hacía falta dar declaración ni nada.
—Estoy bien. En el pasado no tuve mucha suerte con él y… —Se acercó a la oreja de él para decirle—. Me alegro que haya tenido un gran final.
Ella tomó el lóbulo de la oreja de él y lo atrajo un poco, pero luego se separó y sonrió leve. Volvieron a sentarse y todo se calmó, al menos, por un tiempo hasta que él volvió a abrir la boca y decir:
—¿Te cae mal algunos de los que están adentro? Los echo, eh, no tengo problema. Vos decime, por favor —murmuró él parándose para entrar, pero ella lo agarró de la mano riéndose.
—No, Rodrigo, quédate acá… conmigo —dijo y lo soltó, él se sentó de regreso y asintió—. No juno a ninguno de los que están adentro.
Aquello era una de las recientes, pero ciertas verdades que ella dejaba salir de sus labios.
—Cierto que sos nueva —agregó él con diversión.
A Camille no le resultó muy divertido el hecho de ser la nueva y no saber sobre las personas que se están divirtiendo allí dentro. Claro, a ella le hubiera gustado poder pasar el tiempo con él y sus amigos, pero eso no podía ser.
—Sip.
Rodrigo se quedó mirando los ojos de ella con admiración.
—¿Sabés qué color de pelo te quedaría mejor a vos? El colorado. —Le señaló la cabeza con su dedo índice.
—¿Sí? —preguntó, sonriendo.
—Sí, si ya de por sí sos linda, así imagínate con el pelo colorado, fuaa un bomboncito —comentó él, sonriendo y mirándola—. Me encantaría ver eso.
Ella mordió su labio inferior sonriendo y se tapó la cara con las manos. Se sintió nerviosa por aquel comentario y le pareció divertido.
—¿Por qué te tapas? —cuestionó, riéndose y sacándole las manos para poder destaparla.
—Porque no me gusta que me vean como un tomate y apuesto lo que sea que ahora estoy así… —respondió ella sin dar vueltas.
Rodrigo no pudo evitar soltar una carcajada y tirarla más a él para después abrazarla de costado y sonreír, empezando a realizarle cosquillas, a lo que ella no pudo evitar reírse del mismo modo que él.
—¿Por qué? Si sos hermosa hasta sonrojada.
Aquel comentario le fue suficiente a ella para sonreír en el pecho de él, poniéndose más roja, esta vez se tapó con su pelo para disimular todo.
—Basta —chilló él, riéndose y sacándole el pelo de la cara a ella—. ¿Por qué volvés a hacer eso?
Ambos se rieron como si no hubiera un mañana, pero luego todo cambió, ya que ella decidió abrazarlo con fuerza y cariño una vez más. En ese momento, todo cambió, pero ninguno de los dos estaba enterado de ello.
—Es increíble que estemos abrazados ahora, corte... hace dos días me re odiabas.
Ella se separó solo un poco para alzar ambas cejas y verlo a los ojos.
—¿Quién dijo que te dejé de odiar?
Él la miró con una ceja alzada y comprendió que todo lo que había pensado era mentira.
Ella soltó una carcajada sonora, evitando parecer nerviosa por el comentario anterior.
—Mentira. —Lo abrazó más fuerte.
En ese instante, todo cobró sentido para ellos, pero no quisieron hablar sobre eso, sino con la conversación anterior. Ninguno de los dos quería acabar con el otro, pero para ese destino estaban creados.
Era tiempo de aceptar las misiones que tenían, aunque para eso uno de ellos debía morir. La pregunta aquí era ¿quién iba a morir?
—Me vas a dejar sin aire. —Él no pudo evitar reír.
Todo pareció estar en perfectas condiciones hasta que Raquel llegó a la escena para arruinar el momento de aquellos dos.
—¡Ay, me muero, ya se llevan bien! —gritó ella, llamando la atención de ellos dos.
Cagamos, Raquel borracha es peor que una mosca de molesta. Pensó Camille en sus adentros mientras observó a su amiga con una pequeña sonrisa falsa sobre sus labios.
Por si fueran pocos, Lucía apareció, pero solo para llevarse a Raquel. Camille se sintió a salvo, ya que ambas sabían que Raquel era una loca ebria.
—Raquel, volvé adentro, nena —comentó entre dientes Lucía.
Camille y Rodrigo no prestaron mucha atención a lo que estaba sucediendo, pero luego se empezaron a reír cuando las escucharon pelear, hasta que por fin se fueron adentro. Pareció una eternidad para ellos, pero solo habían pasado dos minutos.
—¿Cuál de ellas es tu mejor amiga? ¿O son las dos? —cuestionó él, tratando de entablar una conversación decente.
¿Por qué estaban jugando a ese juego? A ninguno de los dos le gustaba eso, pero debían hacerlo para no parecer malas personas.
—Ninguna, no tengo mejor amiga —admitió ella.