Cuando el auto frenó al lado de ellos, tuvieron que pararse rápido. Ambos se habían mirado con ansias de volverse a ver y sí, debían volverse a ver. El deber de ellos era ese o todo por lo que sus padres habían luchado se convertiría en la nada misma. Y eso ocasionaría una guerra más cruel y enfermiza y, por supuesto, ellos ya no tendrían escapatoria.
Era tiempo de saludarse e irse, pero Camille quería proponerle algo a Rodrigo, ¿quizás una solución a todo ese desastre que ella veía que se estaba acercando lento, pero seguro? Cuando se acercó para decirle la solución, lo único que salió de sus labios fue lo siguiente:
—Chau, Rodri. —Se acercó a él para darle un beso en la mejilla, pero él le corrió la cara haciendo que le diera un beso casto.
Camille se quedó pensando seria en lo que acababa de suceder entre ella y él. Nunca imaginó ese instante en su mente, eso no estaba en sus planes y a ella no le agradaba que algo tan ¿peculiar? No estuviera en sus planes.
Él no pudo evitar sonreír y gritarle:
— Chau, Cam.
Para ella, el hecho de que él la llamase Cam era algo bonito, pero le asustaba un poco, ya que casi nadie en el planeta la llamaba de ese modo tan dulce. Definitivamente, Rodrigo se estaba colando en su corazón, aunque ella no quería que eso sucediera.
Ella le devolvió la sonrisa y se subió al auto, así que él no dudó mucho en adentrarse a la casa y observar a los lados. No quería ver la cara de su prima, así que corrió escaleras arriba y se encerró en la habitación, ya que sabía que ella no se metería sin su permiso.
Camille estaba viendo por la ventanilla, sin poder dejar de pensar en todo lo que había ocurrido esa misma noche. Todo le había parecido una locura, pero una muy buena. ¿Estaba haciendo lo correcto o se estaba dejando guiar por aquel deseo prohibido?
El camino a la casa de ella no era ni corto ni largo, pero Valeria pretendía regresar al departamento de Emiliano; sin embargo, no pudo mantener la boca callada, Valeria necesitaba saber más acerca de ese tal Rodrigo que se había incrustado en el corazón de su amiga.
—¿Ese es el tal Rodrigo? —Alzó ambas cejas, haciendo lo que se conoció como un baile de cejas, muy gracioso para Camille.
La hija de García solo pudo asentir y sonreír como una niña enamorada.
Valeria se dio cuenta al instante lo que estaba ocurriendo en el corazón de su amiga, pero también sabía lo que la mente de su compinche estaba maquinando. Después de todo, Valeria sabía que Rodrigo estaba prohibido para su amiga.
—Fuaa, está re bueno, ya entiendo porque te metes a esa casa, eh —comentó tratando de sonar un poco divertida.
Ella sabía bien que el señor García las mataría a las dos si supiera lo que realmente estaba ocurriendo allí.
Camille soltó una de sus carcajadas sonoras y negó, luego miró por la ventana y sonrió ladinamente.
—Me meto porque es parte del plan averiguar cómo pueden entrar sin que se den cuenta y esas cosas. Además ya sabés… Rodrigo está prohibido para alguien como yo —dijo no muy feliz por sus propias palabras—. Sin contar que, sin dudas, puedo imaginar que yo estoy prohibida para él.
Valeria asintió, pero estaba preocupada por su mejor amiga. Ella no quería verla con el corazón destrozado y menos por la culpa de dos hombres grandes que no tenían nada que ver con la decisión de los corazones de Camille y Rodrigo.
—Sí, ponele… que te creo, nunca hiciste eso de meterte en los asuntos de tu viejo y menos con los hijos de sus broncas —le respondió Val con seriedad—. Sí, lo sé, te metiste con Emi, pero él es muy dulce y siempre te quiso, me parece que aún te ama.
Camille observó a Valeria y negó.
—Lo sé, también lo quiero, pero no estoy lista para volver a empezar algo con él.
—¿No será que, de verdad, te estás enamorando del chico Ferraioli?
—Es nuestra amenaza, yo no puedo sentir nada por ese chico.
—Pero lo sentís —chilló Valeria—. Vamos, soy tu amiga, me conocés de toda la vida, ¿a mí me vas a venir a mentir?
Camille se encogió de hombros, bajó del auto y entró a su casa. Ni siquiera se percató de dormir un poco, ya que había dormido en la casa de Rodrigo, así que subió a su habitación con Valeria y Emiliano, así podían hablar de cosas del pasado o de alguna tontería nueva.
Siempre se ponían a jugar con sus celulares hasta que algo sucedía y ellos tenían que marcharse, pero, esa noche, todo era diferente. Ninguno de los tres pretendía hacer algo para que la diversión terminara, solo deseaban pasarla genial.
Estaban bailando al frente del espejo con anteojos cada uno, estaban haciendo un Tik Tok que, según ellos, los iba a llevar al triunfo en esa red; Sin embargo, en el mejor momento del video, el celular de ella empezó a vibrar, así que fue hasta la cama y lo agarró la estaba llamando Rodrigo. Al parecer, debió ser una emergencia, ya que no dejaba de llamar.
—¿Estás? —preguntó él.
Por el tono de voz, Rodrigo necesitaba algo.
—Sí, sí —respondió ella sin mentir—. ¿Todo bien?
Camille se había comenzado a preocupar por lo que le estaba pasando a él, no deseaba verlo, pero tampoco quería no verlo más. Estaba en una especie de encrucijada y se estaba volviendo cada segundo más complicada.
—No puedo dormir, ¿pinta vernos?
Eso fue todo lo que ella necesitaba escuchar, pero vio a sus amigos y se negó. Después recordó las palabras de su padre y el plan que debían concretarse, así que solo asintió.
—¿Ahora? —Fue lo único que salió de sus labios.
—Sí, obvio, si querés si no, no —le dijo él.
No volvió a pensarlo, sabía bien lo que ella tenía que hacer.
—Sí, quiero —reconoció.
—Bueno, ahora te paso a buscar.
—Dale.
La diversión iba a llegar a su fin, ya no había vuelta atrás. La llamada ya terminó y ahora lo único que quedaba era aceptar que ella debía hacerse cargo del plan inicial. Le dolía y mucho, pero tenía que hacerlo sí o sí.