Camille estaba en un universo junto a sus padres y al amor de su vida, aunque no tenía idea que se trataba de un sueño. Ella solo trataba de vivir lo más feliz posible mientras que la sensación siguiera en su sistema.
Estaba en un parque, sentada en una manta, la madre le decía que tenía que comer uno de los sándwiches y que si esos no le gustaban, ella podría hacer uno de jamón y queso para su hija. Sin embargo, Camille se comió el de atún, ya que no tenía problemas con eso. Después le dijo a su padre de jugar futbol, a lo que él le respondió que sí, pero que tenía que hacer la digestión. Emiliano y Rodrigo habían llegado con un ramo de flores, ella agarró el de Emiliano, pero se negó a tomar el de Rodrigo.
Emiliano le pidió a Rodrigo que se fuera, entonces, este se negó y sacó un arma de su pantalón, apuntó a los presentes y después les disparó, pero solo quedaron con vida Emiliano y Camille. El pelirrojo se puso delante de ella para impedir que Rodrigo la asesinara, pero no le hizo nada a ninguno y solo se marchó.
Camille y Emiliano se quedaron abrazos casi por una eternidad, pero después ella se separó y notó que ya no estaba en Argentina, sino que se encontraba en Italia junto a él. Iban los dos de la mano, como si se tratase de una pareja de recién casados.
Luego, ella sintió que la movían de un lado al otro y le susurraban su nombre. Entonces, levantó su cabeza... era Juan. Ella se asustó, pero luego le dedicó una dulce sonrisa. Sin duda, Camille no entendía nada de lo que estaba ocurriendo.
—Hola, Camille. —Sonrió él.
Ella trató de sentarse mejor y le prestó atención.
—Hola, Juan. —Se limpió los ojos con la yema de sus dedos y volvió a verlo.
Se sintió mal por haber despertado de su sueño, pero entendió que algo iba a suceder, así que se armó de valor, sabiendo muy bien lo que ella tenía que hacer al llegar a su casa.
Miró a su al rededor y se dio cuenta de que el salón estaba vacío, lo cual le sorprendió.
—Ya es la hora de irnos ¿te acompaño a tu casa? —cuestionó él con seriedad—. Mi hermana me dijo que venga por ti.
Ella agarró su mochila y se levantó de la silla. Sintió que algo no andaba bien y supo que necesitaba descansar un poco más, quizás más de lo que ella pensaba antes de ir a la universidad.
—No, voy sola. Gracias por despertarme y... Chau. —Le dio una sonrisa de boca cerrada—. No te preocupes, yo voy a hablar con tu hermana.
Comenzó a caminar hacia la puerta, pero se chocó con el cuerpo de Rodrigo, el cual se veía asustado; sin embargo, a ella no le importó, ni lo miró y siguió su camino.
El destino de Camille era uno: ir a su casa. Y, por suerte para ella, eso se estaba logrando, ya que la universidad no estaba tan lejos de la casa de ella. A mitad del camino, se puso a maldecir por no haber aceptado que Juan la llevará a casa. Tardó un poco más de lo que ella creía, pero Llegó a su casa y subió a dejar la mochila en su pieza.
—No quiero que te vuelvas a encerrar, vení. Vamos a algún lado. —Ella escuchó la voz de Emiliano.
—No quiero salir, Emi —reconoció ella sin querer verlo a la cara.
Ella no lo quería ver directo a los ojos por el sueño que había tenido. Le daba vergüenza hablar sobre eso y mucho más porque ella sabía que a él todavía le pasaban cosas con ella. No podía decirle eso y abrir una nueva herida en su amigo y también en ella.
—Dale, Camu, no podes estar toda la vida encerrada en tu pieza —dijo él, acercándose a ella.
Camille soltó un suspiro de sus adentros al escuchar la voz de él tan cerca de ella.
—¿Querés ver que sí? —Alzó ambas cejas y lo miró directo a los ojos, donde se perdió.
—No. —Él revoleó los ojos con diversión —. Mirá cómo estás, pareces un vampiro de lo pálida que estás. Estar encerrada va a ser lo peor para vos, aprovechá tus últimos días acá en Argentina.
Ella tragó duro en cuanto escuchó las últimas palabras de él. Se sorprendió de inmediato, ya que pensó que todo lo que había soñado se estaba por volver realidad.
—¿Últimos días? ¿Nos vamos?
—Sí, sé que no te gusta estar acá. Tus amigas se fueron y no me gusta la idea de que hagas alguna locura por todo lo que está pasando, así que es mejor irnos —le explicó él—. Sin embargo, hay algo que tenés que hacer antes de irnos, algo que hará que todos nos... —Él frunció el entrecejo y negó—. Que todos te dejen de joder y no te maten.
Ella soltó una risita divertida.
—¿Qué cosa? Para que eso suceda, yo tengo que morir —dijo ella negando—. No quiero morir en las manos de esos mafiosos.
—No será así, pero... —Emiliano sonrió amplio—. Sí debés morir. Pero nos vamos dentro de un mes, todavía tenemos que arreglar algunas cosas por acá, ¿bien?
Ella lo miró un poco sorprendida por lo que él le estaba diciendo, pero asintió y se sentó en la cama para escuchar más.
¿Acaso Emiliano tenía un plan entre manos? A Camille le gustó la idea de creer en eso, ya que luego la ayudaría a empezar una nueva vida y, sin duda, eso era lo que ella deseaba.
Camille era una chica lista, sabía muy bien lo que tenía que hacer.
—Dime más, ¿cuál es el plan?
Él se sentó a su lado y se acercó para tomar la nuca de ella y rozar sus labios.
—¿De verdad querés esto? —le preguntó a ella.
Camille suspiró profundamente y luego asintió con la cabeza tan solo una vez. No se quería alejar de él, así que no lo hizo. Ella sabía que con Emiliano toda su vida estaría resulta, ya que él era lo más importante que tenía en la actualidad.
—Está bien, Emi, ¿A dónde vamos y cuál es el plan? —Esas fueron sus últimas palabras.
Las últimas palabras de Camille García, puesto que desde esa noche ella murió para convertirse en Lluvia, la nueva jefa y señora García.