“No hay nada que quite más la respiración que una pesadilla en la que eres prisionera de ti misma”
Catherine Halm
18 de enero de 2016
Los días pasan más lentamente de lo esperado, como si el invierno hubiera echado raíces en el pueblo. Lo único que logra sacarme de la rutina son las charlas con Alec. Aunque más bien es un monólogo ya que apenas participo en la conversación, pero le agradezco el gesto.
En esta última semana los sueños se han vuelto cada vez más intensos hasta el punto de que soy capaz de sentirlo como si yo fuese la protagonista de éste aunque extrañamente eso no es así.
El lobo de ojos esmeralda es quien parece manejar todo, usándome a mí como su marioneta. Puede sonar como un sinsentido pero es así como lo veo, aunque también puede ser que haya visto demasiadas películas.
—¡Cath!
La voz hace que me detenga justo cuando iba a atravesar las puertas del instituto. Una voz chillona que a pesar de darme en ocasiones dolor de cabeza, es justo lo que necesito en este momento.
—¡Beth!
Ambas nos fundimos en un gran abrazo que logra tirarnos al suelo. La gente se para a mirarnos por el espectáculo que estamos dando pero sinceramente me da igual, tengo a mi otra mitad conmigo.
Por el rabillo del ojo logro ver a Alec mirándonos entre confundido y divertido.
Por fin, el momento de revolcarnos en el suelo y riéndonos sin parar pasa.
Las dos nos levantamos intentando disimular mientras nos sacudimos el polvo inexistente de nuestras ropas. No hay que menospreciar el trabajo del conserje.
—Y… ¿qué te cuentas Cath? —pregunta pasándome su brazo por mi hombro.
—Mucho más de lo que esperaba —respondo mientras caminamos hasta Alec.
Al llegar junto a él ambos se examinan con la mirada, Alec con curiosidad y Beth con desafío. Sólo espero que ésta última no sea muy dura con la nueva adquisición de mi lista, si es que se le puede llamar así, de amigos.
—Alec, ésta se mi amiga Beth —los presento— Beth, él es Alec.
Se extiende un gran silencio mientras el rubio se somete al análisis del torbellino Acker. Prepárate Alexander.
—¿De dónde vienes? ¿Quiénes son tus padres? ¿Cuál es tu situación económica? ¿Tienes VIH?— Y Beth comienza con las preguntas incómodas— ¿eres alguna clase de asesino ultra psicópata que ha sido enviado para matarnos?
Alec la mira con los ojos bien abiertos y es entonces cuando hace lo más inesperado. Ríe.
—Cath —dice aún entre carcajadas— me gusta tu amiga.
Ruedo los ojos y una sonrisa se extiende en mi cara mientras dejo que los dos sigan con sus preguntas y respuestas.
⋆ᗬ⋆
En cuanto entro por la puerta de la cafetería, veo a Alec y a Beth sentados en una de las mesas, mirándome y haciendo señas. Avanzo hacia ellos y los saludo antes de ir a por la comida.
—Voy a por comida —me excuso.
Camino hasta la casi inexistente cola y me sirvo en una bandeja. Me doy la vuelta para volver a la mesa cuando un enorme cuerpo se interpone en mi camino.
El chico me tira toda su bandeja con la comida sobre la ropa, empapándome toda la camisa de una mezcla de carne, café y otras sustancias desconocidas.
Genial
—¡Mira por dónde vas!—Grita una voz.
Levanto la mirada para responder no de una manera muy adecuada cuando reconozco los ojos ante mí. El chico que me acaba de tirar la comida es Nate Walker. Sacando ventaja de su altura, me dedica otra de sus miradas despectivas.
—¿Otra vez tú? Más te vale disculparte. —habla.
Le miro sin poder creérmelo. Es imposible que me pueda topar tantas veces con el mismo imbécil.
—¿Disculparme? —exploto— Yo no soy el gilipollas que me acaba de tirar la comida encima.
Las carcajadas de él resuenan en la cafetería. No me había dado cuenta de que todo el instituto prestaba atención a nuestra conversación.
—Vaya, la niña nos salió con una boca muy sucia—se burla.
Miro alrededor y veo que Alec y Beth me hacen gestos de advertencia desde nuestra mesa. Tal vez debería haberme quedado con la boca cerrada.
—Que te jodan— murmuro a la vez que paso por su lado con la cabeza agachada.
Pero él insiste y pronto me tiene sujeta por el brazo. Acerca su cara a la mía mientras gruñe.