Desiguales

Capitulo 2

Después de darle el número a Marcos sentí que había caído en la trampa del diablo.

Jesucristo bendito.

Pero de todas maneras seguí cayendo en su trampa cuando me llegó un mensaje al llegar a casa:

“Hola, soy Marcos, ¿Qué te parece si nos vemos mañana, preciosa?”

¡¿Preciosa?! Me iba a volver loca, pero por supuesto respondí.

“¿Mañana? ¿Qué haremos?”

Su respuesta no llegó tan rápidamente como esperaba.

Pero llegó:

“¿Qué te gustaría hacer? Tenía pensado llevarte a comer, ¿Te gusta la idea?”

Cuando leí su mensaje no sabía si esto era de parte de Dios o del diablo, porque yo siempre le había pedido a Dios un hombre que tomara decisiones, pero que a la vez me dejara opinar a mí, y Marcos me estaba dando una idea, pero al mismo tiempo me daba oportunidad de decir que no.

«Líbrame de la tentación, Señor, amén.»

“Me parece bien”. Esa fue mi respuesta.

Y él tardó otro rato más en responder, lo cual me pareció bastante desagradable.

“Mañana hablamos de los detalles, preciosa. Buenas noches”.

Mi corazón brincaba en mi pecho, tal cual adolecente en un amor esporádico.

Esa noche dormí de inmediato, sin tiempo que darle a mi mente para que hiciera de las suyas porque estaba muy cansada. Deseé que fuese así todos los días.

En la mañana me levanté temprano, lloré sin razón en la ducha y luego de estar lista salí de casa hacia la cafetería, debía revisar cómo llevaban la remodelación, a pesar de que no sabía nada de construcción.

Cuando llegué y hablé con un hermano de la iglesia, quien era encargado de la obra, me dijo que todo iba bien así que me senté un rato a observar nada más, porque ni una pala me dejaban agarrar. Ese momento me dio tiempo para revisar mi celular, entonces mi corazón comenzó a revolotear fuertemente en mi pecho.

Había un mensaje de Marcos enviado a las cinco de la mañana.

“Buenos días, hermosa”.

¿Ya no era preciosa? No sabía cómo sentirme al respecto.

“Buenos días, no había visto tu mensaje”. Le respondí, pero luego agregué “Eres madrugador, al parecer“.

Esta vez su respuesta llegó de inmediato, sorprendiéndome, pues aún no había salido de su chat.

Me iba a morir de vergüenza.

“Cosas del trabajo. ¿Usted señorita? ¿Qué está haciendo? ¿Ya desayunaste? ¿Te gustaría comer conmigo ahora?”.

Ay, Dios mío, sálvame.

“Estaba echando un vistazo a la remodelación de mi cafetería. ¿Comer ahora? ¿Dónde estás? Yo estoy en el centro de la cuidad.”

Él no me daba tiempo ahora de salir del chat, respondía de inmediato.

“Estoy cerca, ¿Me mandas la ubicación exacta?”.

Oh, no, oh, no. Ahora me había puesto muy nerviosa, mi mente ideó una excusa rápidamente, bastante estúpida, que, cuando estuve por escribirla, me arrepentí, pues eran malas las mentiras, pero parecía necesaria en este momento, porque no me había arreglado para nada, ni siquiera hidratante en los labios me había echado, y solo cargaba unos jeans desgastados y una camisa que decía “Jesús es eterno”, y la verdad ese no era el problema, el problema era que esa camisa me la habían dado en un retiro espiritual hace cinco años.

Que el Señor me salve.

Le mandé la ubicación y esperé sentada mirando hacia afuera, ni siquiera el ruido de la construcción me distraía de mi labor de ver llegar a Marcos.

Hasta que lo vi, estacionándose perfectamente frente al local. Todas los trabajadores vieron hacia la camioneta, bastante llamativa, con curiosidad; cuando Marcos se bajó, el hermano de mi iglesia se acercó antes que yo a recibirlo, así que pasé por encima de los escombros para alcanzarlos y evitar un momento incómodo, además el hermano le podía decir a mi líder y mi líder me iba a hacer preguntas, por supuesto por mi bien, y yo quería evitar todo eso.

—Paz de Dios —fue lo que escuché cuando me acercaba.

—Amén, igual para usted, ¿Cómo está? —le respondió Marcos.

—Hermano —interrumpí—, es mi conocido, saldré un momento con él y luego voy a casa.

—Ah, está bien, hija, cuídate.

—Gracias —le di un apretón de manos y me despedí.

Antes de entrar en el auto, tomé mi celular y le tomé una foto a la placa para enviársela a mi hermana, todo bajo la atenta mirada de Marcos.

—Hola —me saludó.

—Hola —devolví—, ¿Te importa si nos tomamos una foto juntos? Es para mi hermana.

Él me miró, parecía no entender… con algo más, renuencia quizás.

—Vale.

Me acerqué lo suficiente a él, lo cual me dio la oportunidad de ver la gran diferencia de estatura entre nosotros y saber que si él era un secuestrador no iba a tener oportunidad de defenderme, ni en sueño, era muy grande.

Tomé la foto rápidamente y se la envié a mi hermana, junto con un pequeño texto “saldré con él, besos”.

Cuando terminé di la vuelta al auto para subirme, pero Marcos me siguió, y a mí sinceramente se me iba a ser difícil no sucumbir a la tentación, porque él me siguió por la simple razón de abrirme la puerta y eso me estaba matando.

Antes de subirme lo miré, él estaba bastante cerca y me daba vergüenza el pensar que podía escuchar los latidos de mi corazón.

Le sonreí en agradecimiento e intenté subir, pero era bastante alta la camioneta así que él me sostuvo por la cintura mientras yo afincaba mi mano de su hombro.

Cuando él subió lo hizo tan fácil que no podía creer que yo haya necesitado ayuda para eso.

—¿Te gustan las camionetas así de grandes? —tuve que preguntar.

Su risa se esparció por todo el auto, generando escalofríos por mis brazos.

—Hoy fui a un trabajo de campo, así que tuve que ir con esta.

—Ah, ¿Tienes más autos?

—Sí, pero cuando salga contigo traeré éste nada más —me respondió, había una sonrisa maliciosa en sus labios.

—¿Por qué? —jadeé casi ofendida.

—Tu mano estará en mi hombro por algunos segundos.




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