El sol se ocultó por completo, a pesar que hace frío, quise salir un poco el jardín, el cual está un poco iluminado por las luces de la calle. Para ser una noche fría, puedo sentir tranquilidad emanando de ella. Miré a la casa de la derecha, un hombre se encuentra en el jardín vecino, su barba es larga y usa una cosa extraña en la cabeza.
A pesar de todo ese frío que me abraza, Charles está a mi lado, se apega a mí para no hacerme sentir sola, algo que valoro. Y para colmo, Charles traía puesto un abrigo de lana, «de seguro que se lo colocó Lysander» pensé con una sonrisa en el rostro; el abrigo del poni es de color azul, muy bonito, con estampado de estrellas.
―¿Estás loco?, ¿qué hacés a esta hora en el jardín, Antara?, ¿te querés morir de hipotermia? ―interrogó con enojo ¿la vecina musulmana?, ¿desde cuándo habla hispano?
El hombre le respondió en un idioma que no entiendo:
―Sa'akhraj al'azhar min alhadiqat, yabda alshita' alyawm.
―Me chupa un huevo que estés sacando las flores de mamá, pero hacé eso más temprano, te vas a resfriar.
―Shantal ―dijo él en forma de reproche.
―¡Por Alá!, ¿querés dejar de ser tan pelotudo, Antara? Entrá a la casa.
―Hasn.
Me sentí espectadora, me dio mucha curiosidad, pensé que Shantal hablaba árabe y español, no argentino. El hombre bufó y entró a la casa, por otro lado, Shantal se me quedó viendo y dijo en inglés:
―Vecina, ¿qué haces usted a esta hora por acá?
―Quería mirar las estrellas ―me excusé―. ¿Quién era él?
―Oh, es mi hermano mayor Antara, quería desenterrar las flores de mamá para protegerlas del frío ―explicó―. Es un poco testarudo, ya que salió a nuestro padre.
Quería mantenerme en silencio y no hablar con respecto a que la escuché hablar en argentino, pero fue muy difícil contener mi curiosidad.
―¿Desde cuándo sabes hablar argentino? ―pregunté.
Shantal abrió mucho los ojos y creo que vi su cara enrojecer de la vergüenza, tal vez pensó que yo no la había entendido, y como pensaba eso, creyó que estaba bien, que no había hecho un espectáculo frente a nadie.
―Nací en Argentina, aunque mis padres y hermano son sirios ―explicó―. ¿Cómo sabes…?
―Soy venezolana, así que entendí varias palabras ―me quedé en silencio después de decir eso, aunque no duró por mucho tiempo―. ¿Tu hermano también habla hispano?
―No le gusta hablar hispano, se siente más cómodo hablando su propio idioma natal, aunque eso no quita que también sepa hablar inglés.
―Oh, sería bueno aprender hablar en tres idiomas.
Sentí que Charles me halaba del pantalón, me dio un escalofrío, y para escapar de la situación, me excusé:
―Parece que tengo que entrar, está haciendo mucho frío esta noche, que duerma bien, vecina.
―Igualmente ―respondió con una sonrisa amigable.
Entré a la casa sintiéndome aliviada de que no haya tanto frío, Charles se sacudión y luego estornudó; me puse de cuclillas y lo abracé, su pelaje está helado, pero no deja de sentirse suave y de olor a vainilla tan delicioso, nunca antes un poni me había cautivado tanto al punto de que quise tener uno.
―¿Señorita Baetana?
La voz no le pertenecía a Lysander, tampoco a Frederick. Levanté la mirada para saber de quién se trata, me topé con unos profundos ojos azules y una cabellera lisa y rubia, sin dejar de lado esas facciones tan serias.
―Ah, señor Townsend ―dije con temblar en mi voz―. Tiempo sin verlo.
Me sentí un poco idiota, ya que no sé que decirle a un vampiro Puro como Vladimir Townsend, mucho más al saber que es el líder de ese clan de vampiros Puros. Charles relinchó como forma de hacerme salir de mis pensamientos.
―Lo mismo digo. ―Me miró por un rato antes de decir―: Así que eres la vendedora de Frederick, ¿no es así? ― Tragué en seco y luego asentí―. El mundo es un lugar muy pequeño, sabiendo que Londres está repleto de ubicaciones que para un ciudadano común cuesta memorizarla.
Me levanté, no quise que me siga viendo estando de cuclillas, esa sería una acción grosera, sobre todo para alguien como Vladimir, quien tiene muchos años viviendo sobre sus hombros.
―Supongo que sí. ¿Olympia sabe que llegó a la ciudad? ―sonreí forzadamente, me siento un poco incómoda.
―Aún no, es una sorpresa. ―Se colocó sus guantes―. Fue bueno verla hoy, señorita Baetana. ―Estiró el brazo e hicimos un apretón de manos―. Mi hija me ha contado que le agrada su compañía en el instituto.
―Su hija también me agrada ―dije lo primero que se me vino a la mente.
Cuando dejó de estrechar mi mano, hizo una leve inclinación con la cabeza y luego se retiró de la casa, hablaron por tanto tiempo que por un momento creí que el señor Townsend se iba a quedar hasta mañana, tal vez sea porque no se vieron por décadas.
Charles se sacude y camina, yo lo sigo al saber que se dirige a la cocina. Me topé con Frederick, se notaba bastante satisfecho después de su larga charla con su viejo amigo, incluso hizo dos postres para la cena, no me quejé, amo los postres.
[…]
Yo estaba gozando de un sueño que en unos momentos olvidaré, abracé mi almohada esa noche y la rodeé con mis piernas, a pesar de que eso conllevara a tener una mala posición en la columna. Me sentí tan ligera y pesada a la vez, hundida en mis sueños, todo pareció ser el descanso perfecto, si no fuera porque mi celular sonó, fruncí el ceño, era el tono de llamada, así que no era la alarma; intenté ignorar el tono de mi celular, pero quién sea que me esté llamando, marcó por segunda vez.
Me quejé y luego contesté con la mente un poco ida, el sueño aún no se desvanece, miré la hora, son las cuatro de la mañana, eso me hizo enojar más, ¿quién se atreve a interrumpir mi hermoso sueño?
―¿Sí, habla con Baetana Simons? ―no evité dar un bostezo.
―¿Ya reuniste la información que requerimos?