Era un día de clases normales, a pesar de que me desanimó un poco la urgencia de Malcom, hice mi rutina diaria. Antes de subirme al auto con Lysander, sonó mi celular con ese tono de Mario Bross, una llamada de Eddie, arqueé una ceja, él no suele llamarme a esta hora, sabe mis horarios de clases, nunca se atrevería a interrumpir mi rutina.
―Buenos días, habla Baetana ―contesté.
―Bae, tu vecina está enferma.
Eso fue demasiado directo, parpadeé varias veces ante eso.
―¿Qué? ―pronuncié con desconcierto.
―Tu vecina está enferma ―reiteró―. Ya sabes, la que vive al frente de ti.
―¿La señora Daphne? ―me alarmé al escuchar eso―. ¿Quién…?
―Tu padre la está cuidando mientras tanto, pero tiene que trabajar, así que él me pidió el favor de cuidarla, acepté como imbécil ya que se me olvidó que tengo una reunión con los cadetes para solucionar el caso Goodman, estamos cerca de encontrar al culpable.
―¿Y vas a dejarla sola?
―Lo siento, Bae, los cadetes me están presionando.
«Parece que no soy la única que está siendo presionada el día de hoy» me digo mientras entro al auto, Lysander no me interrumpe en la llamada, está callado, pero sé que puede escuchar mi conversación telefónica con claridad.
No puedo cuidar a la señora Daphne por la tarde, ya que tengo que supervisar la conversación de Lilly Hoffman, así que solo tengo una opción.
―No te preocupes, yo me encargaré. ―Colgué antes de que pudiera contestarme. Miré a Lysander quién ya había acelerado y le dije―: Lysander, llévame a Haringey, por la calle A105, después cruzas por la B152, sigue por esa calle hasta que te indique.
―Ese lugar está muy alejado de tu instituto ―me cuestionó con una ceja alzada.
―Por favor, Lysander, quiero que me lleves ahí, mi vecina está enferma y no tiene a nadie quién pueda cuidarla.
Supliqué todo lo que pude, sentí que Lysander se iba a oponer, pero me tomó por sorpresa en que se devolviera por el mismo lugar y dijo:
―Paso por Haringey, ¿verdad?
Creo que nunca me sentí más agradecida en toda mi vida.
―Gracias, gracias, gracias, te compensaré de algún modo.
―No olvides lo que acabas de decir.
Por mucho que me haya dicho eso, sentí que a él sí se le olvidaría ello, porque no espera nada de mí, Lysander es el vampiro más complicado de entender, incluso peor de lo que puede ser Frederick ―a menos de que los dos estén en el mismo nivel―, suele tener actitudes muy extrañas dependiendo la situación.
No voy a asistir a clases, ya que la salud de la señora Daphne es lo primero en estos momentos. Mi padre no estará muy feliz de que no asista hoy al instituto, pero no veo otra opción, quiera o no, es lo único que yo puedo hacer.
El día es frío como ayer, sería un día típico si no fuese porque esta vez me siento más tranquila. Hubo mucho tráfico para llegar a la zona de Haringey, sobre todo, tráfico turístico, lo bueno es que Lysander es un conductor muy paciente, no se altera por la lentitud en la que avanza por culpa del tráfico.
Haringey queda muy alejado de Finchley, así que nos demoramos mucho para llegar a la carretera A105, a esta hora yo ya debería de estar viendo mi primera clase, sé que Jessie y Jack no preguntarán por mí, siempre están acostumbrados en que hay veces en la que desaparezco de clases, tal vez pierda mucha información importante para los exámenes y eso es lo que me preocupa.
―Espero no arrepentirme de esta decisión ―dijo Lysander en casi un susurro, pero fui capaz de oírlo.
Cuando por fin superamos aquel tránsito, le indiqué las calles que debería tomar hasta llegar a mi vecindario, el cual no estaba muy habitado, eran pocas casas donde los vecinos casi no te miraban al rostro, la única que resalta en mi gris vecindario, es la casa de la señora Daphne.
―Déjame aquí. Muchas gracias por traerme, Lysander.
Él da una reverencia con su cabeza.
―Te pasaré buscando a la misma hora de la que sales de clases ―me dijo.
―Bien.
Revisé mi celular y recibí un mensaje de Eddie:
La llave la puse en la maceta de la entrada.
Estoy agradecida de ello, no quiero tener que tocar la puerta. Saqué la llave de la maceta de helechos, Lysander no arranca, estaba esperando a que yo entrara a la casa para él irse. Abrí la puerta y entré despacio.
La casa está limpia como siempre, aunque un poco apagada, tal vez porque la persona que de verdad le da vida está postrada en una cama. Me acerqué a la habitación de la señora Daphne, entré despacio para que no rechinara la puerta y la saludé:
―Buenos días, abuelita Daphne.
La señora Daphne se veía más pálida de lo normal, sus ojos se ven de una coloración rojiza, su cabello corto está desordenado; a pesar de su enfermiza apariencia que oprimió mi corazón, su rostro pareció iluminarse, esbozó una débil sonrisa y me dijo:
―Mi niña, has venido.
Nunca pensé que iba a llorar con ver esta escena, no me importó lo enferma que estaba, así que me acerqué y la abracé, ella correspondió a mi abrazo con sus brazos regordetes. Ella me contó que lo que tenía es fiebre alta y pérdida de apetito.
―Siempre fui muy débil al cambio de temperaturas, pobre de mí de haber nacido en un país con esos cambios, aunque no es tan grave, suelo ponerme así los primeros días. Y dime, mi niña, ¿cómo te va en la casa de tu tío?
Saqué el pañuelo húmedo del tazón y lo coloqué en su frente.
―Ah, me va muy bien ―me sentí nerviosa al responder eso―. Mi tío es una persona muy amable, se ha encargado de cuidarme y alimentarme bien, aunque a veces exagera con alimentarme bien.
―Eso veo, ya no te veo tan delgada como la última vez que viniste aquí, perdona si esta anciana interrumpió con tu día de clases.
Cierto, se me olvidaba en que estoy cargando el uniforme. Le sonreí.