Volviste, Alquimista. Dijo el niño.
Así es… Escuche mi esencia ser llamada por ti y una interrogante en tu cabeza que pretendes responder. ¿Cómo se puede caminar a ciegas?
Te diré que perder la visión de las cosas ocurre con tal facilidad, por cuanto nos cuesta mirarnos realmente.
Respondió el niño: Pesadillas Alquimista, que me persiguen. Y me detengo a pensar en mis vivencias pasadas y percibo diferentes formas. Y estoy observando en esos ojos, el mismo fondo tenue y borroso de las experiencias pasadas. Quizás si compro nuevos lentes debo ser más selectivo ante el riesgo inevitable de la conjuntivitis en mí relacionar. ¿Será que debo ser más honesto conmigo?
¿Será que sea posible que sea yo, en el astigmatismo de mi personalidad, deba ya hacerme una profunda revisión de la diabetes de mí accionar?
Mi conciencia me dice: ¿Hasta cuándo la degeneración macular? Mis ojos están pagando las consecuencias y esos no los encontrare en cualquier óptica.
Le respondió el Alquimista: Errores de refracción tenemos todos, no somos perfectos. En la vida se está expuesto a la bizarra percepción de nuestras emociones, somos seres humanos, por eso la mejor decisión es con el tiempo hacerse revisiones regulares. Porque en un chasquido de los dedos todo puede cambiar. Acostúmbrate a ello.
¿A qué te refieres exactamente con el chasquido? Pregunto el niño.
Dijo el Alquimista: Es como ese seco y súbito sonido que se produce cuando se rompe o se resquebraja una cosa. Como el ruido que hace el látigo y la onda cuando se sacuden con violencia. Así de cambios está llena la vida: cambios que resquebrajan y sacuden.
Respondió el niño: Así de fácil fue el cambio. Recordando por un momento. Supongo que así de sencillo sabía que ocurriría.
El Alquimista le respondió: Las experiencias nos van convirtiendo en visionarios de los resultados y también van moldeando nuestra habilidad para sanar de las decepciones.
Respondió el niño: Una verdad nueva ha sido revelada para mis niveles de conciencia. Soy responsable de mis decepciones, al construir falsas expectativas.
Respondió el alquimista: MUY BIEN. TERCER PASO.
Continúo diciendo el niño: Que terrible es querer ver todo el tiempo la luna brillar en todo su esplendor. Si tan solo fuese fácil para mi aceptar la oscuridad cuando la luna mengue y el sol descanse.
Dijo finalmente el Alquimista: Hasta que se cumpla el tiempo de la vida. Todo lo que sucede es a su tiempo. Y si las respuestas a tus interrogantes no llegan, es porque aun ese conocimiento no lo necesitas. ¡Despierta niño!