Continuo el pasar de los días y a todos los lugares donde llegaban Enmanti y el niño, solo encontraban sobras, pedazos que solo compensaban el apetito momentáneo. Se había convertido en un viaje, sin un fin claro.
¿Cuál era el alimento que buscaban? Se preguntaba Enmanti, dentro de sí, encontrando rápidamente su respuesta: yo sola me doy abasto con granos, frutos y semillas.
Sin embargo, observaba en silencio que las exigencias del niño eran mil veces mayores que las de ella y lo que había iniciado como un acompañamiento fraterno, se convirtió en un recorrido lleno de incertidumbres, de inseguridad y de incomprensiones.
Llegaron finalmente a un sendero de insatisfacciones con dos caminos para continuar.
Enmanti le dijo al niño: ¿Cómo puede tu mundo compararse al mío?
Continuó diciendo: Soy tan solo una pequeña roedor. Mi mundo, mis posibilidades, mis necesidades están a mi alcance. Mi mundo es práctico, es sencillo, no aspiro más de la vida que conseguir mi alimento del día a día, pues es fácil, solo tengo que salir y lo conseguiré. Mi mundo es corretear, dormir, merodear con quienes son iguales a mí en este tiempo de vida que es corto, la vida que tiene un ratón. Vivo esta vida, con un propósito, encontrar la felicidad en las pequeñas cosas, en la cotidianidad, en el calor del sol, en la tibieza de mi hogar, en la madriguera que construyo con los míos, con quienes son iguales a mí.
Niño, he decidió continuar mi camino sola y quiero que entiendas que no lograre alcanzar el aprendizaje de tu mundo complejo, así como tampoco puedes llegar adaptarte a la vida de un ratón. Si permito que me sigas, dejaras de vivir tu vida humana y aceptar tu destino. No solo es el alimento lo que buscas, es en esencia algo más y tendrás que buscarlo tú mismo. No temas si desde este momento, la soledad te hará compañía. Acepta descubrir que hay en ella y en ese mundo tan complejo que te rodea, porque te aseguro que lo construiste y lo continuaras construyendo para ti, con sus aciertos y desaciertos.
Entonces, dijo Enmanti: Ahora debo continuar mi camino. Te tocará continuar el tuyo y recuerda: ¡Avanza!
Entre lágrimas, el niño le respondió: ¿Volveré a verte alguna vez?
Enmanti le respondió: no lo sé, no me atrevo a asegurarlo. Solo te diré que realmente soy afortunada de encontrar un amigo como tú. Y eso, para mí es suficiente.
Adiós amiguito. Y sin mirar atrás, Enmanti continúo su camino.