Despertar, era como saltar, en lo que dura un rápido y seco abrir de ojos, de un cálido y cómodo, familiar y agradable, mundo, a la incómoda y fría realidad de un ser mundano más.
Con los ojos pegoteados y totalmente desorientado, Scott despertó, tumbado en su chirriante cama vieja, su cabeza latiendo como un bombo siendo golpeado una y otra vez, su piel empapada en sudor frío y sin olor, su cuerpo ardiendo sin tener fiebre.
A parte de este concurrente hecho mañanero, irónicamente, él se sentía normal.
La puerta ser golpeada una y otra vez, una voz energética y más insistente a cada golpe, una que Scott reconoció de inmediato.
--¡Vamos, Scott! --su alegre hermana menor, Lila, quién cada mañana sin falta, lo despertaba a grito a pelado-- ¡Hora de levantarse, dormilón!
"Debería ser ilegal, tener tan buen humor en las mañanas", pensó él, mientras frotaba sus párpados pegoteados, sentado en el borde del colchón, con sus pies descalzos apoyados en el frío suelo de madera.
Estiró y desperesó su cuerpo dormido, y se dedicó a alistarse para ir a la escuela, de verdad no podía darse el lujo de llegar tarde.
La ropa de todos los días, un par de joggings de color oscuro, azul o negro, una remera lisa sin estampado, cubierta por un buzo gris, el favorito del chico, y, por último, el único par de zapatillas en estado descente.
Con la mochila en la espalda, y su usual cara de frialdad impenetrable, bajó las escaleras y entró a la cocina.
Allí, Lila tomaba sorbos de su taza amarillan, rebozante de té caliente, sentada en una de las cuatro sillas junto a la mesa, mientras picoteaba cada tanto su tostada con mermelada de frutilla, sonriente y alegre como siempre. A un lado, junto a otra taza humeante, estaba Cassandra, la madre de ambos, quien se exprimía los sesos intentando comprender su diario.
--¡Buen día, zombie! --saludó Lila sonriente.
Él solo la miró, ni bien ni mal, solo la miró con sus ojos fríos como el hielo.
--Mapache --dijo Scott.
Lila lo miró extrañada.
--¿Mapache? ¿A qué te refieres?
--Maquillaje --le señaló él.
Ella palideció y salió corriendo de la cocina, seguramente hacía el espejo del baño.
Scott, sin culpa, sacó de la heladera una manzana roja junto una botella de agua.
--Ma --la llamó, la mujer, con sus ojos casi cerrados apartó la vista del diario--. Está al revés.
Miró el diario, miró a su hijo, y lo dejó sobre la mesa.
--¿Trabajo extra? --preguntó Scott, al ver el estado más somnoliento que de costumbre que portaba su madre.
--Cuando no --contestó su madre, pero sin quejarse--. ¿Dormiste bien? ¿Tuviste algún sueño entretenido?
Él sacudió su cabeza, como única respuesta.
Ella soltó un suspiro, aún así sonrió.
--Que tengas un buen día, cariño.
Él asintió, y sin más salió de la casa.
--¡SCOTT! ¡MALDITO! ¡MI MAQUILLAJE ESTA BIEN! ¡TU ERES UN MAPACHE! ¡Y NO DE LOS TIERNOS!
Cassandra contuvo una carcajada, y volvió a tomar su diario, esta vez sí, de la forma correcta.
--¡Scott ya se fue, hermosa! --le dijo a su hija, que había entrado nuevamente a la cocina--. ¡Debes correr si quieres alcanzarlo!