Despierta (híbridos 1) (en proceso)

Capítulo 1 - Extraño

Gustavo:
 

Estiro malhumoradamente mi brazo izquierdo para apagar el interruptor de sueños, pero en mi grandísima torpeza solo logro hacer que caiga al suelo.

—Aparato de mierda —murmuro semidormido con la cara aplastada contra la almohada. Me incorporo despacio y observo el piso con los ojos entrecerrados,  buscándolo. Cayó casi debajo de la mesita de luz, ojalá no se haya roto.

Lo alzo y veo la hora.

14/05/2016. 6:40am.

Olvidé apagar la alarma. Aunque amo levantarme temprano, no me hubiesen venido mal unas horas más de sueño. Y ahora que ya desperté sé que es imposible volver a dormirme.

Suspiro y apoyo mis pies descalzos sobre el helado suelo de madera, dejando que me arrastren hacia el baño. Otra vez me saqué las medias mientras dormía, después voy a tener que buscarlas. Paso por el living vacío sin hacer ruido, parece que soy el primero en levantarse hoy. Espero no despertar a nadie con el sonido de la lluvia, pero no puedo comenzar el día sin una buena ducha.

Abro la canilla y dejo que se caliente el agua. Contemplo mi reflejo con detenimiento antes de que el vapor cubra la superficie del espejo. Un pibe de dieciséis años, flaco, algo encorvado, de cabello y ojos castaños, me devuelve la mirada sin mucha expresión.

Siento que hoy va a ser un día aburrido.

Minutos después, abandono el baño con el cabello goteando para encaminarme hacia la cocina. Mamá está haciéndose el desayuno con cara de recién levantada, otra a la que le gusta madrugar. Entro y ojeo el reloj que hay sobre la puerta; ya son las 7:17am, me tomé mi tiempo en la ducha.

—Buenos días —la saludo mientras me acerco a la mesada de mármol gris en busca de una taza. ¿Dónde dejé el café instantáneo?

—Buenos días. El café está atrás del pan, y hay agua caliente en la pava —Contesta ella, como si me conociera de toda la vida—. En la mesa hay pizza de ayer —Señala con la cabeza y se da la vuelta, limpiándose las manos en un repasador azul de rayas blancas.

—Buenísimo, gracias —Preparado el café, tomo asiento en la mesa con la taza humeante y una sonrisa, que se borra en menos de un segundo cuando observo la pizza y la confusión me ataca; ¿no me la había comido ya?

Son imaginaciones mías. O sobró más de lo que pensaba. Me encojo de hombros y le meto un buen mordisco a una porción, llenando de migas el mantel floreado. Menos mal que estaba cortada, sino no la comía. Mucho trabajo para un domingo a la mañana.

—Hoy tu papá tiene el día libre —Comenta mamá, tras sentarse frente a mí con una taza de té y algunas tostadas con manteca y dulce de leche.

— ¡¿Dod diad feguidod?! —exclamo con la boca llena, así que no sé si me comprende.

— ¿Cómo?

—Ayer también tuvo día libre.

— ¿Ayer? —Contesta sorprendida—. No, ayer trabajó. ¡Encima le tocó hacer horas extras y llegó tardísimo!

—Eso fue el viernes... —la contradigo, y siento como si estuviese defendiéndome—. Ayer, sábado, le dieron el día libre.

—Hoy es sábado, Gustavo.

¿Qué? ¿Me está haciendo una especie de broma? Su rostro parece serio.

— ¿En serio? — ¿Hoy no era domingo? Estoy enredado—, a lo mejor lo soñé... —susurro, no del todo convencido.

Decido minimizarlo y seguir desayunando tranquilo. Seguro es una confusión mía. Termino el café en silencio, asintiendo cada tanto a lo que mamá dice e intentando no darle más vueltas al asunto.

—Bueno, vuelvo un rato a la cueva —le digo cuando acabo de lavar la taza y parto rumbo a mi pieza, aún bastante confundido. Me siento algo extraño hoy.

En fin.

¿Dónde habré dejado el celular?

A ver... Sobre el escritorio de la computadora no está. En la mesita de luz, tampoco... ¿En la cama? Ni debajo de la almohada ni en el suelo. A lo mejor se fue para el lado de los pies, junto con las medias.

— ¿Dónde estás? —Termino de hacer la cama y el celular no aparece. Miro alrededor otra vez y nada. Parece que tendré que recurrir a mamá. Aunque no todavía, luego. No creo que haya nada interesante a estas horas, y sé que los vagos de mis amigos no madrugarían un domin... sábado aunque fuera el último día de sus vidas.

Enciendo la pc y conecto los auriculares. Voy a matar un rato el tiempo viendo videos hasta que la gente despierte. A lo mejor podríamos salir con los chicos a la tarde...

Aparece la pantalla de bloqueo y tecleo la contraseña casi sin mirar. Me acomodo en la silla mientras carga, y abro el navegador:

Sin conexión.

Jodeme.

Abro el wifi para chequear la señal y no aparece ninguna red. Espero unos minutos para ver si carga y nada sucede, ni siquiera sale la del vecino. ¿Se rompió la maquina o algo? ¡Es casi nueva! Voy a reiniciarla a ver si se arregla...

Nada.

¿Ayer hubo internet? Creo que no, estoy algo confundido, o medio dormido todavía.

Quizás sea algo general, algún corte o algo por el estilo... Sí, debe ser eso. El vecino debe tener la misma empresa que nosotros… no aparece ninguna señal. Igual más tarde voy a revisar el modem por las dudas.

Presiono el botón de apagar y, resignado, vuelvo al living. La luz del televisor ilumina el rostro de mamá desde el sofá, donde está recostada. Su largo cabello castaño se confunde con el tapizado marrón, ya algo manchado por el paso del tiempo.

No sé mucho de decoración, pero considero que es el sillón más horrendo del mundo. Desde el color chocolatoso hasta su exagerado tamaño. Además de que es muy cuadrado y ruidoso. Simplemente espantoso.

— ¿No viste mi celular? —pregunto.

—No. —Contesta ella y voltea a verme— ¿No lo habrás dejado en el baño?

—Ahí me fijo, no lo había pensado —Seguro lo dejé cuando me fui a bañar—. No hay internet.

—En el noticiero dijeron que se cayó una antena por la tormenta, y que por eso no iba a haber señal en algunos lugares. O algo así —Explica señalando la tv.




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