Eva:
— ¿Alguna vez tuviste un deja vu? ¿Esa sensación extraña de ya haber vivido un momento y que se vuelva a repetir? —Le cuento a la pared, o al chico que dice estar del otro lado—. Eso es lo que me dije en un principio, entonces los días pasaban y nada cambiaba —Espero sea real y no me haya vuelto loca—. Al final tuve que enfrentar el hecho de que algo ocurría —suspiro—. Intenté convencer a mi familia, traté de despertarlos. No me escucharon. La última vez que los encaré me miraron de una forma muy rara... como si no me conocieran. Desde ahí no volví a intentarlo —concluyo, ya harta de la situación—. Pero bueno, supongo que más o menos te haces una idea.
Recuerdo haberme sentido aterrada por eso, de haber tenido la certeza de que si seguía me iban a lastimar.
Tomo aire despacio, queriendo alejar los recuerdos de mi mente.
—Por lo menos ahora sabemos que no estamos solos. —Comenta Gustavo desde el otro lado—. A pesar de que esta pared nos separe.
—Estoy segura de que vamos a encontrar una forma de traspasarla. Por algo podemos escucharnos, ¿no? Debe haber un agujero, una grieta, ¡algo! —reflexiono. No sé de dónde mierda saqué el optimismo.
Quizás es el hecho de descubrir que no estoy sola me alivia un poco.
—Sí, seguro que sí... —Contesta él, sonando muy seguro—. Seguí contándome lo tuyo así vemos cómo seguimos.
—Bueno —me muerdo el labio y pienso por dónde iba, aunque no sé si haya mucho que agregar—. Desde que desperté comencé a notar nuevas cosas raras (como si la mierda de vivir siempre el mismo día no fuese lo suficientemente extraño). Lo que más me preocupó fue el no poder salir de casa. Cada vez que lo intenté mis padres me cerraron el paso sin dejarme protestar, alegando que por la tormenta infinita no podía salir, entre otras excusas.
—Yo todavía no traté de salir, podría probar. —Ofrece Gustavo.
—No sé. Dudo que te dejen —vuelvo a morderme el labio, sin animarme a decirle lo que pienso—. Yo... no sé si ellos sean nuestra familia de verdad —suelto, insegura por cómo lo vaya a tomar. Si ya estamos en el baile, bailemos.
Gustavo permanece en silencio, sin contradecirme ni darme la razón. Ya veo que se enoja o piensa que estoy mal de la cabeza
—Por ahí suena muy loco, quizás pensar que están como dormidos suena lógico, así lo estuvimos nosotros. Lo cierto es que no podemos descartar nada.
—También había pensado en eso… —Contesta él, compartiendo mi frustración—. Lo mejor va a ser que nos callemos. Tenemos que escapar de esto, sea lo que sea, en secreto. Con suerte al salir hallemos ayuda o alguna explicación de lo que está pasando.
—Sí... —Sospecho que si alguien nos metió acá, y logramos salir, no va a querer ayudarnos o darnos respuestas. No respuestas reales al menos.
—Voy a intentar salir… aunque sea una vez para sacarme la duda. —Dice él al cabo de un rato.
—Me parece bien, aunque no dejes de tener precaución —insisto—. Y si salís no te olvides de mí.
—Obvio, quédate tranquila.
No creo que pase nada por una vez. Si a mí no me pasó nada con todas las veces que traté.
—Es una sensación tan rara la de estar despierta… —comento—. No sabemos exactamente de qué despertamos, pero sabemos que despertamos, ¿no?
— ¿Cómo sabemos que es así? ¿Y si en realidad estamos dormidos, o estamos en una especie de Matrix? —Dice Gustavo, no sé si bromeando o con algo de pesimismo.
—No vi Matrix…
— ¿En serio? —Exclama—, ojala algún día te las pueda hacer ver, son buenísimas. ¿Sabes de qué trata al menos?
—Si… ¿Habría mucha diferencia? Tenemos que despertar o escapar de una realidad ficticia… o manipulada.
¿Valdrá la pena escapar de esta realidad?
—Mm, tenes razón. —Abala Gus y nos quedamos un rato en silencio.
— ¿Eva? —Me llama unos minutos después—. ¿Cuántos años tenés?
—17, ¿vos? — ¿Tendré 17 de verdad?
¿Eva será mi verdadero nombre?
Tengo que dejar de hacerme la cabeza así, no ayuda en nada.
—16... —Contesta y se calla otra vez, ¿pensará en lo mismo que yo?—. ¿Crees de verdad que vamos a poder salir de acá? —Pregunta, con más resignación que tristeza—. ¿Y si nos quedamos atrapados para siempre?
—Eso no va a pasar, vamos a lograr escapar —afirmo, sonando segura a pesar de no estarlo. Supongo que debemos tener algo de esperanza, ¿sino cómo carajo hacemos para seguir?
— ¿Cómo sabes?
—No lo sé… Solo sé que nunca voy a dejar de intentarlo. —Al menos de eso sí puedo estar segura. Venga lo que venga después.
—Yo tampoco. —Contesta, arrancándome una sonrisa.
Es bueno no estar sola.
Miro la hora en el teléfono, son las 19:49, en un rato mamá vendrá a buscarme para cenar. Nos pasamos toda la tarde hablando, con breves interrupciones de nuestros padres, y aun así no conseguimos nada concreto. No sabemos qué está pasando ni cómo carajo salir de acá.
—Tengo una idea —Dice él de repente, sobresaltándome—. Por ahí no sirve de mucho, aunque algo es algo.
— ¿Cuál es?
—Ya se está haciendo tarde, por lo que quizás no hablemos hasta mañana. ¿Qué te parece si mientras tanto anotamos todo lo que nos parezca extraño para después comparar los datos? —Explica, con algo de timidez—. A lo mejor encontramos algo que hayamos pasado por alto, ahora que estamos un poco más conscientes.
—Me gusta la idea. —Por lo menos es algo que hacer.
Un ruido hace que me ponga alerta. Mamá ya debe estar viniendo a buscarme para ir a cenar.
—Me tengo que ir, Gustavo, ya casi es la hora de comer.
—Nos hablamos mañana —Contesta—. Y me alegra muchísimo haberte conocido.
—A mí también —digo mientras me pongo de pie, con una sonrisa genuina que hace rato no me salía—. Chau, Gustavo —camino hacia la cama y agarro mi celular para disimular cuando entre mamá, que lo hace menos de un minuto después, y sin golpear.