Este regalito es porque el último capítulo me pareció muy poca cosa —y quizá también porque no puedo dormirme— . A leer :D
Las cosas estaban horribles por casa.
Al parecer, mi abuela había muerto de un ataque al corazón por el que no
pudieron hacer nada para ayudarla. Un momento estaba bien y, cinco minutos
más tarde... nada. Simplemente, nada.
La primera noche, todo el mundo me acogió como si fuera a ponerme a
llorar en cualquier momento. Se me fueron las ganas al ver que todos los
demás lo hacían. Como siempre. Cuando estaba con alguien que creía que
estaba peor que yo, no podía evitar contenerme para consolar a ese alguien.
Mi padre, Spencer y yo éramos los únicos que no nos paseábamos por la
casa como almas en pena.
Era como si, con ellos, no pudiera evitar ponerme la coraza. Sin
embargo, esa coraza cayó por la noche, al momento en que Jack me llamó y
le conté todo lo que estaba pasando. ¿Por qué solo lloraba con él? O, mejor
dicho, ¿por qué solo me sentía desahogada después de hablar con él?
Bueno, todos sabemos el por qué.
Poco después de colgar, abrí la mochila y vi que me había metido
bastante más de lo que necesitaba. Y había elegido mis cosas favoritas.
Todas ellas. Sonreí un poco mientras lo sacaba en busca de mi pijama.
¿Cómo podía acordarse de esas cosas? Fruncí el ceño cuando vi, en el
fondo, algo rojo.
Lo rescaté y me quedé paralizada cuando vi que era la sudadera roja de
Pumba.
Creo que en mi vida volveré a querer llorar de esa forma solo por ver
una prenda. Os podéis imaginar que dormí con ella, claro. Pero no me atreví
a decirle nada a Jack.
Al día siguiente, las cosas no mejoraron. El funeral iba a ser por la tarde.
Y se notaba en el ambiente.
Mamá, como su hija, estaba destrozada. La veía llorando cada vez que
me cruzaba con ella. Shanon intentaba mantener la compostura por Owen,
pero él no entendía muy bien qué pasaba. Ella y yo tuvimos que decirle que
la abuela ahora se había ido al cielo y se había convertido en una estrella.
En realidad, no sé por qué, pero fui yo quien me lo inventé. Shanon me miró
agradecida cuando Owen dejó de llorar y dedicó una sonrisa al cielo.
Y todo gracias al maldito Rey León. Incluso en eso me había ayudado
Jack.
Steve y Sonny, mis otros dos hermanos, habían cerrado el taller y estaban
también en casa. Tuve que ir con ellos al centro comercial a por algo que
pudieran ponerse para en funeral. Creo que fue la primera vez que no
discutimos entre nosotros sobre nada. De hecho, hubo un silencio bastante
tenso a nuestro alrededor. Nunca nos había pasado eso. Era muy extraño que
no se metieran conmigo por cualquier detalle.
Y, encima, se me hacía raro no ir al centro comercial con Jack
quejándose de todo, Mike intentando gorronear dinero, Sue poniendo los
ojos en blanco y los demás poniendo sonrisas en sus labios. Puse una mueca
y suspiré cuando pensé en ellos. Solo había pasado un día y ya los echaba de
menos.
Ya era por la tarde cuando empezó el funeral en la iglesia —mi abuela
siempre había sido creyente—. Apenas escuché nada de lo que decía el cura.
Solo podía mirar la foto de mi abuela junto a su ataúd cerrado. Lo habían
tenido abierto durante casi toda la ceremonia, pero no me había atrevido a
acercarme. No sé por qué. Y no me arrepentía.
Enterraron el ataúd en el cementerio y mamá le dejó unas flores mientras
abrazaba a papá. Al menos, nadie lloró. Menos mal. Odiaba decirlo así,
pero no podía soportar ver a gente llorando. Yo no lo había hecho desde
anoche y sentía que iba a explotar en algún momento.
Algunos parientes me dieron palmaditas reconfortantes una vez llegamos
a casa. Yo estaba agotada. Hacía dos días que apenas podía dormir. Solo
quería encerrarme en mi habitación, pero tenía que seguir ahí, con ese
vestido negro incómodo y cara impasible, además de soportar que la gente —que sabía que apenas había hablado con mi abuela— me dijera lo buena
persona que había sido y lo apenados que estaban por mí.
Solo quería estar sola, ¿era tanto pedir?
Me quedé mirando a mis hermanos Steve y Sonny llenarse con la comida
que había en la mesa principal y se me revolvió el estómago. Yo no podía
comer nada. No lo había hecho en todo el día. Jack iba a enfadarse mucho
cuando se enterara. Porque sí, iba a enterarse. Se enteraba de todo siempre,
el muy asqueroso.
Hundí la cabeza en mis manos, sentada en el sofá. Seguía teniendo un
vaso de agua fría en la mano, pero tampoco podía beberme eso. Era como si
no pudiera hacer nada más que lamentarme. Odiaba los funerales. Los
odiaba mucho. Eran deprimentes.
—Hola.
Me tensé y levanté la cabeza. Por un momento, no supe quién era la chica
que me miraba. Después, reaccioné al ver el chico que tenía al lado. Nel y
Monty. Lo que me faltaba.
A Monty lo había visto alguna vez en los entrenamientos, cuando llevaba
a su hermano pequeño —que era muy buen chico, a diferencia de él—, pero
de Nel no había sabido nada en mucho tiempo. Y lo había disfrutado.
—Hola —me escuché decir, mirándolos.
—Solo queríamos decirte que lo sentimos mucho —dijo Nel, claramente
incómoda—. Esto... bueno, espero que no te importe que hayamos venido.
Parpadeé varias veces para intentar centrarme. Mi cabeza era un maldito
desastre. Al final, miré de reojo a Monty —que miraba cualquier cosa que
no fuera mi cara— y le asentí con la cabeza a Nel. No tenía sentido seguir
con eso en el funeral de mi abuela.
—Gracias por venir —murmuré.
Vi que Nel levantaba la cabeza y clavaba los ojos en Shanon. Mi
hermana no parecía muy contenta de verla ahí —por no hablar de Monty—
pero dejó que se acercara y le diera un abrazo igual. Yo me quedé mirando a
Monty un momento, que seguía de pie con las manos en los bolsillos,
claramente incómodo.
—¿Puedo... eh... sentarme? —señaló el sofá.