Penúltimo capítulo D:
—Es que... yo...
Me miré de nuevo en el espejo con una mueca de indecisión. Mi madre,
Mary, Agnes, Naya, Sue y Shanon, sentadas en el alargado sofá de seda,
tenían sonrisas expectantes.
Bueno, Sue solo estaba de brazos cruzados con cara de desear que eso
terminara. La verdad es que no me esperaba que viniera a ver vestidos de
novia, pero ni siquiera había protestado.
—¿Qué? —preguntó mamá, entusiasmada—. ¿No es genial?
Mi mirada se desvió al enorme y pomposo vestido blanco con velo,
hombreras y un escote que casi hizo que Mary se desmayara.
No, no era genial. Parecía sacada de una película de terror de los
sesenta.
—Mamá... —me aclaré la garganta—, es que... mhm... tenía en mente...
algo... distinto.
—¿Algo distinto? —preguntó ella, confusa.
—Algo mejor —aclaró Sue.
Ella, Shanon y Agnes empezaron a reírse entre ellas. Lo que les faltaba a
esas tres. Hacerse amiguitas.
Mary les dirigió una mirada de advertencia y las tres pararon.
—¿Y qué...? —preguntó Naya, que estaba ocupada intentando ajustar
mejor la chaquetita que llevaba Jane—. ¿Te quieres estar quieta, pequeño
diablillo?
—¡Dah! —le gritó ella, tirándole del pelo.
Naya puso una mueca de desesperación y Mary la miró como si la
entendiera a la perfección.
—¿Quieres que me encargue yo, querida?
—Por favor. O mataré a mi hija.
Mientras Mary sujetaba a Jane —que, en cuanto dejaba los brazos de
Naya, se volvía un angelito— y le ponía bien la prenda, miré a mamá. Ella
ya empezaba a poner una mueca dramática.
—¡Ya no te gusta nada de lo que te digo!
—Mamá, venga, no seas así —protestó Shanon—. Es su boda. Tiene que
estar cómoda.
—¡Pero... yo soy su madre! ¡Tengo derecho a opinar!
—Y vas a opinar, pero sobre el vestido que ella quiera —mi hermana me
miró y yo gesticulé un gracias—. ¿Qué tienes en mente?
—Algo menos... más... —no encontraba palabras que no fueran ofensivas
cuando me giré y miré abajo—. Es que no puedo ni moverme. Me siento
como si estuviera en un ataúd blanco.
—Interesante comparación —murmuró Sue.
—Quieres algo más sencillo, ¿no? —preguntó Agnes.
—¡Exacto! —por fin alguien que lo entendía—. Sin hombreras, y faldas
de dos metros de anchura... algo sencillo. Si estaremos en una playa...
—No me lo recuerdes —protestó mamá, todavía enfurruñada. La boda no
estaba saliendo como ella quería.
—Pues a mí me gusta la idea de la playa —dijo Mary, devolviéndole a
Naya su hija—. Es original. Y será en la playa que hay delante de casa de tus
padres, ¿no, querida?
—Sí —puse una mueca—. Habrá que quitar las botellas de alcohol
vacías de la arena.
—Un lugar paradisíaco —murmuró Shanon.
—Bueno —la chica de la tienda se había mantenido al margen hasta ese
momento, pero al mi cara con el vestido, se apresuró a adelantarse—,
¿quieres que te traiga algo más sencillo? Tenemos vestidos bastante
bohemios.
—¡¿Bohemios?! —a mi madre iba a explotarle la cabeza.
Yo solo miré a la chica de la tienda.
—Tú tráelos, ya me ocupo de ella —le susurré.
Pareció divertida cuando fue a por otro carrito de vestidos. Yo, por mi
parte, me metí otra vez en el probador y me quité el ostentoso vestido
gigante. Pesaba más que yo. Shanon se asomó entre las cortinas para pasarme la bata que me habían dejado los de la tienda y volví a salir para
revisar los vestidos nuevos.
Lástima que no hubiera sitio para mí, porque todas mis acompañantes
tenían las narices metidas en el montón de vestidos blancos. Suspiré y me
crucé de brazos. Nadie pareció darse cuenta de mi presencia mientras
discutían entre ellas sobre cuál era mejor.
Me dejé caer en el sofá, irritada. Habían estado así toda la mañana. Y,
por lo visto, estarían así toda la tarde. Si yo quería platos con carne en la
boda, ellas los querían con pescado. Si yo quería las sillas beige, ellas las
querían azules. Si yo quería llevar el pelo suelto, ellas preferían que lo
llevara atado. Y así con todo.
¿No se suponía que era mi boda? Bueno, y la de Jack, pero no me atrevía
a meterlo en medio de ese grupo. Iba a terminar matando a alguien.
Suspiré y estiré el brazo hacia una revista cualquiera para distraerme. Al
ver la portada, puse una mueca de disgusto.
Como diría mi hermano... nunca es tarde para que el día empeore, ¿no?
Jack y yo estábamos en la portada. Él tiraba de mi mano y estaba de mal
humor. Y se veía perfectamente que yo llevaba puesto un anillo. Y parecía un
poco perdida, por cierto. Encima, me habían sacado mi lado malo, los muy
asquerosos.
Y, claro, el titular. No necesité leerlo completo. Con la palabra
cazafortunas fue suficiente.
Ahora, todo el mundo se creía que me casaba con él por su dinero. Había
perdido la vuenta de la cantidad de veces que había leído esa palabra en las
revistas, justo al lado de mi nombre o de mi cara. Era muy agobiante.
Estaba segura de que, si no fuera porque la recompensa era casarme con
Jack, me habría hartado muy pronto.
Además, él se lo tomaba peor que yo. Especialmente cuando los titulares
se metían conmigo. Empezaba a soltar palabrotas y le decía a Joey que no
pensaba volver a concederles una entrevista a ninguna de ellas. Al final,
consiguió que unas pocas revistas me dejaran en paz, pero todas las demás
seguían metiéndose conmigo.
La chica de la tienda debió ver mi cara de estrés y me dedicó una sonrisa
amable. Solo ella y Shanon se habían quedado al margen conmigo.
Por cierto, Shanon era la única que no intentaba imponer sus ideas sobre
las mías. Esos días me estaba recordando por qué la quería tanto.
Especialmente cuando aplacaba a mi madre en sus intentos de decidirlo
absolutamente todo.
—Esto pasa mucho —me aseguró la chica de la tienda, señalando a mi
séquito con la cabeza.
—¿Qué parte? —pregunté, un poco desanimada.
—La parte en la que los familiares intentan controlarlo todo —ella se
encogió de hombros—. Si vierais la cantidad de discusiones que he
presenciado aquí...
—¿Y no tenéis extintores o algo así para dispersarlas? —preguntó
Shanon.
—No —ella se rió—. Pero no es mala idea.
Escuché que me seguían cuando fui a por el montón de vestidos
"bohemios" que ellas habían desechado. Ni siquiera se dieron cuenta de que
estaba mirándolos detrás de ellas. No me gustaron especialmente, pero era
definitivamente mejores que los demás.
Nunca hubiera dicho que un simple vestido pudiera estresarme tanto.
Pero tampoco me había parado a pensarlo. Es decir, tenía que salir bien en
las fotos. Lo último que me faltaba ya era salir como un ogro en las fotos de
mi propia boda. Lo que me llevaba a pensar en que tenía que contratar a
algún fotógrafo.
Pareció que Shanon me había leído la mente, como siempre.
—Yo me encargo del catering y las fotos —me aseguró—. He encontrado
una fotógrafa bastante buena por aquí cerca. Puedo presentártela a ver si te
cae bien. Es estudiante de fotografía, así que podríamos pedirle un descuento
por falta de experiencia o algo así. Aprovechémonos de la dura vida
estudiantil.
—El espíritu capitalista te está invadiendo, hermana.
—Siempre ha estado dentro de mí, ahora solo se está manifestando.
Empecé a reírme, pero la risa se murió al instante en que mis ojos se
clavaron en una de las prendas que tenía delante. Aparté el resto de vestidos
que había encima y la levanté. Mi mirada se iluminó cuando pude ver el
vestido completo.