La vacaciones ya habían comenzado. Primavera ya terminaría,
estábamos a finales de octubre y verano empezaría. Me faltaba solo
medio año para poder graduarme y obtener el titulo, la vida
universitaria te pateaba el trasero si no ponías todo tu desempeño.
Solté un soplido y me dejé caer de espaldas contra el sofá, mi
mente daba vueltas y no era porque me sintiera enferma. Sentí el
cuerpo de alguien a mi lado y, seguido, el tacto frío de unos dedos
encima de mi mejilla.
—Yo sé porqué estás así — Neisan mencionó, tratando de ser
cálido y firme a la vez.
Relamí mis labios y lo dirigí mi mirada hacia él. Tenía los labios
apretados, mientras forzaba una sonrisa no tan satisfactoria.
Claramente, sabía a que se refería con ello, a pesar de que ya
habían pasado casi tres años de lo ocurrido, aún me mantenía algo
frágil ante eso o cualquier recuerdo que se presentara.
—Dentro de un mes se cumplen tres años— murmuré, entrelacé los
dedos de mis manos y me dediqué a observarlos para poder evadir
algunas cosas.
—Lo sé, Hasley— él suspiró—. No quiero que vuelvas a pasarte el
cinco de diciembre encerrada en tu habitación, llorando, sin comer,
salir al aire libre o ver la luz del día. Deja de hacerte daño.
Nos mantuvimos en silencio. Yo seguía con la misma acción que
antes mientras sentía la mirada de Neisan encima de mí. Inflé una
de mis mejillas para después regresar el aire hacia afuera y tragar
saliva. Rasqué la parte baja de mi codo y solté un suspiro.
—Esta vez será diferente— confesé. Miré al chico quien, ahora,
fruncía su ceño con notoria confusión —. Viajaremos a Sídney,
tengo algunas cosas que hacer allá. Personas y... lugares que
visitar.
—Supongo que eso estará bien, lo mejor será que pases el día con
tu madre, ha llamado últimamente para saber cómo estás y
asegurarse de que aún no morimos de hambre o estrés — ríe —,
siempre le termino preguntando porqué piensa lo primero y termina
respondiendo que conociéndonos a los dos, ninguno se dignaría a
cocinar aún estemos al borde de conocer el otro lado.
—Me duele de alguna manera el concepto en el que me tiene mi
propia madre —ruedo los ojos con diversión —, es obvio que haría
algo, quizás comprar una pizza y agua, la mayoría de las personas
sobreviven con agua.
—¿Y si no tuviésemos dinero?
—Pues mezclaría cualquier cosa que hubiera dentro del
refrigerador, desde vegetales hasta la cosa más grasosa —
respondí enarcando una ceja —, o un poco de pan y gaseosa, al
final te terminas esponjado y puedes durar así sin hambre durante
un buen rato.
—Eso jamás lo he aplicado — confesó, entrecerrando los ojos —.
También podemos aplicar lo que alguna modelos hacen...
—¿Qué? — quise saber.
—Mojar una bolita de algodón en miel y comerlo, sin masticar ni
nada, solo tragarlo y dejar que se intente desintegrar en tu
estómago — murmuró —, se supone que la digestión será muy lenta
y eso hará que puedas estar sin comer hasta por días.
Fruncí mi ceño.
—¿Cómo demonios sabes tú eso? — interrogué confundida.
Algunas veces Neisan decía comentarios un poco anormales, o
datos que ni siquiera había oído en toda mi vida, ahora, lo del
algodón era un completa rareza por parte de él, quizás esto había
superado lo que dijo el día de ayer sobre limpiarse el ombligo con un
palillo.
—Oh, ¿te acuerdas de Nessa? — me miró con gracia —. La
castaña con ojos mieles que usaba lentes y siempre olía a
manzana, aquella que encontraste en la cocina con tu toalla en la
mano...
Mi entrecejo se arrugó por sus detalles y la recordé.
Este pequeño estúpido había tenido solo dos romances y Nessa fue
la chica con más confianza en el departamento, como si viviera aquí
usaba todo lo que quería mientras yo me intentaba guardar mis
malos comentarios cuando estaba presente. Igual llegó a celar a
Neisan conmigo por el simple hecho de vivir juntos.
—Vaya, una sola oración y ya me arruinaste mi tarde — dije con
ironía.
—Como sea — volcó los ojos —. Ella lo hacía, dos veces la vi hacer
eso, juro que le llamé la atención y le dije que no estaba bien, pero nunca me hizo caso, la verdad es que jamás gastaba dinero cuando
ibamos a comer o al cine, eso era algo bueno, aunque su salud no.
—Tus relaciones son raras, ¿lo sabías? — le reproché.
—Solo abres la boca para ofender a mis chicas, mejor cierra tu
boca.
—¿Ya probaste con alguna tus trucos de origami? — me burlé.
—Hasley, no empieces — Neisan murmuró avergonzado.
—¿Por qué te da pena? — carcajeé —. Es muy tierno de tu parte,
deberías enamorar a alguien con tus flores de papel.
—Es estúpido, ¿te imaginas que me pregunten cuál es mi mejor
talento y yo responda "hacer figuras con papel"? ¡No!
Negué mientras intentaba calmar mi risa y pasé algunos mechones
de mi cabello detrás de mi oreja.
Neisan tenía un pequeño talento —digamosle así—, con hacer
figuras de papel, hacía cualquier tipo de cosas, solo le dabas una
hoja y tijera, y el haría magia con ello, sin embargo, era algo de lo
cual no le gustaba hablar, decía que era vergonzoso y muy simple
para impresionar a las chicas.
—Estoy segura que la persona que en verdad te quiera, amará
hasta verte haciéndolo — dije con sinceridad —. Y yo la aprobaría
sin pensarlo.
Él me observó unos segundos y negó sonriendo.
—Y yo amaré hacerlo, pero por ahora — se puso de pie y
suspiró —, me quedo con mis figuras y, sobretodo, mis flores de
papel para mí.
—De acuerdo — me rendí —. Estábamos hablando de mi madre y
su preocupación.
—Y que aún piensa que eres una escuincla indefensa... bien, lo
eres.
Le saqué el dedo de en medio a lo que él me guiñó un ojo.
Después de que me aceptaran en la universidad, mi madre se había
venido a vivir conmigo un año en el departamento que habíamos
conseguido, ella se negaba a dejarme sola. Hasta que estuvo
segura de que ya podía estar en mis cinco sentidos, decidió
regresar a casa, sin embargo, le pidió a Neisan que cuidara de mí.
Subí mis pies al sofá, flexionando mis rodillas para poder abrazarlas
y apoyar mi mejilla sobre una de ellas, el pelinegro mordió su labios
y esbozó una sonrisa incómoda.
—¿Ocurre algo?— inquirí, segura de que la respuesta era un sí.
Resopló y asintió.
—Tú sabes que aún tengo contacto con Zev — inició. Una pequeña
presión en mi pecho se hizo presente cuando oí el nombre del chico
—. Hemos hablado últimamente con más frecuencia.
—¿Y?— mencioné para que no callara y continuara.
—Quiere hablar contigo— finalizó.
—¿Hablar conmigo? ¿Sobre qué? Creí que todo había quedado
claro desde la vez en que decidió defender a una persona que
apenas conocía unos meses que a una de hace años— mascullé,
poniéndome de pie, no estaba furiosa, estaba dolida, pero estaba
más dolida porque después de tanto tiempo de crear una barrera
ante el dolor, él había venido a derrumbarla así como si nada —. No
tengo nada que hablar con él.
—Hasley...
—No, Neisan— lo interrumpí—. Me ha costado tanto cerrar este
circulo de dolor, y no voy a permitir que Zev, ni nadie, lo abra una vez más.
Mi madre siempre me dijo que era mejor dejar los malos momentos
a un lado y poder tomar un camino donde el odio y rencor ya no
existiera, y juro que me había esforzado lo suficiente.
El último día en que hablamos, lágrimas recorrían por su rostro
mientras balbuceaba un sinfín de disculpas, mientras yo... yo solo
intentaba ser firme para no derrumbarme, nuevamente, en frente de
él. Verlo de esa forma me recordó a las tantas veces que vino a
casa después de la separación de sus padres, cuando apenas
comenzaba a tratar con Luke, yo siempre le di mi apoyo y, aunque
no fuera la mejor en dar consejos, me esforcé para que sintiera que
no estaba solo.
En cambio, Zev no lo hizo así. Me despreció y solo por el rencor que
sentía hacia el rubio, estaba tan desarmada y él aún así disparó.
Muchas noches intenté comprender su actitud, siempre quise creer
que había sido porque él sabía como se sentía que te engañaran e
intentó darle su hombro a Michael, pero fue una gran equivocación.
De acuerdo, yo tomé las decisiones incorrectas y lo que hice fue una
completa cobardía, sin embargo, ¿qué le costaba regañare y a la
vez brindarme su apoyo? Yo jamás lo dejé solo cuando se
equivocaba y quizás esa será siempre la diferencia. El estar y no
ser.
Miré al pelinegro, quien no volvió a mencionar nada al respecto.
Pasé mis manos por mi rostro con frustración y me alejé de ahí,
yendo hacia la cocina para beber algo. Busqué una vaso y vertí un
poco de limonada. Me apoyé contra la alacena y bebí, mi espacio a
solas dejó de ser uno cuando Neisan entró, me miró con los ojos
entrecerrados y sonrió.
—¿Cuándo compraremos los boletos para ir a Sídney?— preguntó,
tratando de que el ambiente bochornoso e incómodo se alejara.