«Hay que mirar a los ojos al misterio»
—Lance Armstrong.
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Julietta.
El comandante Miller no había hablado en vano cuando aseguró que media vez regresáramos partiríamos con destino a la torre blanca. Tan pronto como la información sobre la devastación del escuadrón cuatro fue reportada, dio orden de preparar todo y marcharnos de ese lugar.
No me agradaba que se resguardara la información para él mismo, nadie, además de Marco y Dave nos habían dado un panorama de lo que sería vivir en aquella fortaleza.
Solo hicieron falta los primeros días de recorrido para conocer el ritmo de viaje. Aunque contaban con un transporte más útil que los caballos, solo podían viajar los heridos. El resto nos la estábamos apañando a pie, con algunos turnos para descansar. El escuadrón seis se ocupaba de la protección, así que podíamos descansar en ese aspecto.
Debía admitir que sabía de qué manera movilizarnos y mantener resguardados a los más vulnerables al centro de la formación que manteníamos. Admiraba la eficacia con la que todos seguían sus órdenes, nadie debatía nada al respecto y se notaba desde lejos el respeto y confianza que le tenían para que nos guiara a todos.
En los primeros días de camino continué pensando en aquella misteriosa aparición por parte de Gale en medio de aquella expedición, además de las órdenes del segundo al mando, Jared Philip.
Observé el contenido en aquel objeto metálico, parecía una mezcla de tripas de animales con algunos vegetales.
—El mejor manjar que tenemos—comentó Marco sentándose a mi lado—. Tenemos que conformarnos por ahora, las municiones están por agotarse y también nos da oportunidad de volver a la torre.
Saboreé el alimento que nos habían preparado, debido al incremento de personas, esperaba que el alimento se empezara a ser limitado.
—Es mejor que las tripas de los cabeza de taurus.
—¿Minotauros? —no pude evitar reir al ver su expresión—. ¿Es lo que comían?
—Algunas veces.
—No volveré a quejarme de este estofado.
Tampoco mentí al respecto, ser nómadas implicaba alimentarnos de cualquier recurso cercano, especialmente mientras migrábamos. Terminé por completo el alimento. Observé a Marco, que se había limitado a hablar mientras comíamos, también había terminado y tenía la mirada perdida en algún punto. Entonces encontré a su amigo, con un libro entre sus manos recostado en un tronco donde abrazaba más la luz del fuego.
Marceline me había enseñado lo básico de la lectura, ella misma conservaba un libro con el que nos contaba historias del mundo antes de caer en la oscuridad.
—¿Se conocen hace mucho?
No me gustaba entrometerme demasiado. A decir verdad, las palabras nunca habían sido mi mejor cualidad, pero quería conocer más sobre ellos y sobre el lugar al que iríamos.
Un leve sobresalto fue el resultado de hablarle mientras estaba distraído. Incluso sus mejillas adquirieron un tono rojizo.
—Podría decirse que sí—contestó una vez más relajado—. Aunque no siempre nos llevamos tan bien. No hablábamos mucho y hasta creo que me odiaba. Debo admitir que tampoco me simpatizaba.
Lo escuchaba sin perderme los detalles, si íbamos a buscar al infiltrado de este escuadrón y viajaríamos por mucho tiempo, debía darme el tiempo de conocerlos mejor.
—¿Qué fue lo que cambió?
Llegué a pensar que estaba haciendo demasiadas preguntas, pero no parecía molestarle.
—Fue el único que regresó para ayudarme cuando unos ogros nos atacaron durante un entrenamiento fuera de la torre blanca—parecía perderse entre sus palabras—. Recuerdo que cuando me asignaron a este escuadrón y enterarme que él también estaba aquí, pensé que seguiríamos igual que siempre. Por suerte no fue así. Aprendí a conocerlo y supongo que él también a mí.
Podía notar la sinceridad en sus palabras, se notaba el aprecio que le tenía. Continuamos hablando un tiempo de algunas experiencias del pasado, aunque evité comentarle que no recordaba nada respecto a mi niñez antes de ser encontrada. Me enfoqué en hablar de la torre blanca, todo lo que él pudiera ofrecerme al respecto lo resguardaba como un tesoro.
—Si quieres mantener una vida más segura, aunque apoyando a la causa podrías ser ardidar. Tienen más comodidad, pero hay que ser demasiado aplicado. En su lugar pienso que serías una gran exploradora.
—¿Qué son los ardidares?
—Están más enfocados en las tecnologías—señaló al objeto que Allek llevaba colgando de su cintura—. Ellos crean esos dispositivos que nos permite mantenernos comunicados con la torre. Atienden los códigos importantes, como ayuda, refuerzos, provisiones o encuentro de sobrevivientes. Ya lo verás, tienen una enorme base con demasiadas cosas que nunca podré entender.
Al escucharlo debatí que se trataban de los más inteligentes de la fortaleza, aunque parecía una labor muy importante quizás no sería la mía.
Philip dio nuevas indicaciones, anunciando a los que harían guardia del escuadrón. Entre los mencionados se encontraba Marco, quién parecía demasiado agotado.
—Dos turnos seguidos—musitó Dave llegando a nuestro lado—. Pronto serás un muerto viviente.
—No habría nada peor que ser uno de esos monstruos—agregó rascándose la cabeza.
—Descansa, tomaré el turno.
—No tienes que hacerlo, puedo una noche más.
—Eso habría que verlo.
Coincidí con el de ojos mixtos, Marco fácilmente caería rendido por completo.
—También puedo ayudar—me ofrecí—. Quisiera mantenerme alerta durante las noches. Después de lo que sucedió con ese sujeto, ¿han notado algo?
Dave se acomodó al lado de Marco.
—La coartada ha resultado ser cierta, pero Philip sigue siendo mi sospecha—agregó Dave—. Él ha dado la orden.
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Editado: 07.12.2023