«La mirada es el espejo del alma, donde solo los que saben apreciarla pueden encontrar la calma»
— R.H. Perez
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Julietta.
La emociones que reflejó en aquella mirada era algo que nunca esperé volver a ver. Las inmensas ganas de correr a su lado y abrazarlo como nunca era algo que no podía permitirme.
Después de todo, las cosas nunca eran tan sencillas.
Tenía a Denrek entre sus filosas manos cubiertas de sangre, en su boca también corría un rastro rojizo que le daba un aspecto más espeluznante de lo que habría esperado.
—Julietta—su voz sonaba justo como lo recordaba, la voz que había extrañado tanto.
Aunque lo tenía frente a mis ojos, a mi propio hermano, no era el mismo. Había algo que me decía que su humanidad había sido usurpada, los insondú también me lo advertían, aunque traté de calmarlos.
—Tienes que soltarlo—musité sin olvidarme de Denrek.
Debía sobrellevar todo de la mejor manera o las cosas podrían empeorar.
—¿Cómo? —pareció confundido.
—Solo déjalo.
Su fuerza era impresionante, Denrek ni siquiera podía moverse.
—¿Acaso no es él quien ha causado todo esto? —no podía culpar ese odio que sentía, tampoco la confusión que permanecía en su mirada—. Le otorgamos nuestra confianza, creímos que nos guiaría a una mejor vida y ahora están todos muertos.
Era doloroso escucharlo de su parte, confirmar aquello que me había costado aceptar durante tanto tiempo.
—Sé lo que ha hecho, pero...
No tenía nada, era demasiado complicado intentar justificar esas irracionales inquietudes. Entendía porque Denrek lo detestaba tanto, ser obligado a actuar en contra de la racionalidad por alguien desconocido en diversidad de maneras.
—No hay palabras que puedan justificar lo que ha hecho—su tono era molesto, era la primera vez que lo veía tan roto—. ¡Nuestra madre ha muerto frente a mis ojos y no he podido hacer nada!
Fue desgarrador, no pude evitar derramar aquellas lágrimas que había estado conteniendo. Podía sentir su dolor, el sufrimiento que lo destruía por dentro me estaba absorbiendo.
—Natalie también ha muerto —el nudo en su garganta era notorio, aunque trató de controlar un poco su voz—. Creí que también te había perdido, Jul.
No sabía las palabras que debía utilizar para tranquilizarlo. Había tanto dolor, tanto resentimiento en un hombre que siempre detestó los malos sentimientos.
El Evans que siempre intentaba dar su mejor faceta, el hombre que se empeñaba en cuidar de todos y mantener la mente en calma estaba siendo absorbido por la peor parte del ser humano.
—Evans—musité sin seguir sabiendo lo que debía decirle.
Negó.
—No podré perdonármelo si no hago justicia a lo que hizo con los demás.
Entonces mordió su cuello. No podía permitir que lo matase, la oleada de luciérnagas lo separaron de inmediato procurando no herirlo demasiado.
Denrek se incorporó intentando recuperar sus fuerzas. Evans lo atacó innumerables veces. Sus desesperados ataques empezaron a perder fuerzas.
—Después de todo, este ha sido su patético plan—musitó Denrek sacudiendo las prendas cubiertas de tierra y sangre.
—No le haga daño—le pedí y volteó a verme —. Por favor.
—Parece empeñado en mandarme al infierno, debería preocuparse más por mí.
Le di la razón cuando apenas esquivó el último ataque, sus heridas no habían sanado por completo y Evans sacaba fuerzas de algún lugar.
Cuando pretendió atacarlo de nuevo, tuve que interponerme una vez más. La mirada de mi hermano pareció sorprendida, las luciérnagas me estaban acompañando a cada lado para ayudarme a interferir en ese caos.
—Julietta—musitó Evans viendo el destello en mis ojos.
—Detente.
La tensión en sus manos era evidente, no quería dañarlo, jamás lo haría. Pero no podía permitir que acabase con la vida de Denrek.
—Evans...
Intenté acercarme, aún seguía sin creer que estuviera con vida frente a mis ojos. Su respiración estaba alterada, sus músculos estaban rígidos y sus propias palmas sangraban.
—¡No te acerques! —demandó y luego tranquilizó un poco su voz—. No quiero hacerte daño.
Su mirada era todo un reflejo de dolor que lo estaba envolviendo, había un temor muy claro en él.
El color verdoso empezó a extinguirse de sus iris y cambiaron a un carmín demasiado oscuro.
Sus desconocidas capacidades parecieron aumentar de un momento a otro y fue atraído hacia el más herido de nosotros. Denrek se interpuso en su camino hacia Allek, entonces se abalanzó contra mí.
Quizás mis heridas lo atrajeron por parte de lo más bestiales instintos que ahora poseía. Pude observarlo de cerca, vi a una criatura que no tenía control sobre sí mismo.
Era difícil de reconocer, alguien que había perdido una parte de su alma. Pero, me sentía culpable por estar agradecida de ese aspecto. De permitirme tenerlo conmigo, aunque fuese de una manera tan inesperada como esa.
Le sería demasiado sencillo acabar conmigo, pero esa tardanza me otorgó aquella esperanza que necesitaba.
Los destellos luminosos nos rodearon en una esfera opresora y pude hacerlo decaer sin convertirlo en cenizas. Lo dejé a un lado y observé al único ser que consideraba mi familia inconsciente, no pude evitar acariciar su cabello. Su rostro todavía estaba cubierto de sangre y algunas heridas, pero era mejor dejarlo descansar.
—¿Qué ha sido eso? — interrogó Allek con un hilo de temor.
Volteé hacia el muchacho del que me había olvidado ante lo que acababa de suceder. Su rostro estaba pálido, su herida continuaba desangrándose.
No pude argumentarle nada, había visto parte del poder de Adelaide resguardado en mí. Tampoco sabía si estaba enterado de lo que sucedió con Evans.
Una oleada de viento nos alertó. Pareció ser el resultado de una invocación no deseada. Oscuras tinieblas empezaron a rodearnos.
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Editado: 07.12.2023