APÍTULO 04
—SUÉLTAME —Kyungsoook empezó a reaccionar luchando con fuerzas contra él. Le golpeaba el pecho, tiraba de su pelo, pero Jongin no hacía caso de nada.
—Tranquilo —le susurró. —Relájate, Kyungsook.
Su voz era música. Kyungsook dejó de pelear con él al instante y se quedó en sus brazos como si fuera un niño indefenso y confiada. Su voz...
—No, no me hagas esto, por favor... —dijo el con los ojos humedecidos y tragando saliva.
—Deja de luchar —lo dejó sobre la cama acomodando su bonito cuerpo sobre el colchón y colocando su cabeza sobre la almohada. —Esto iba a pasar por mucho que lo quisieras negar. Vamos a disfrutar los dos. No te haré daño. Puedes ser un asesino, pero yo no te haré daño en la cama. No me gusta hacerlo así. No disfruto.
—Jongin, te estás equivocando conmigo —tenía un nudo en la garganta. A Jongin le enfurecía que el luchara por su inocencia cuando todos sabían que era culpable.
—¿Cómo te he dicho que me llamaras? —gritó a un centímetro de su cara. —Soy tu amo —tomó sus muñecas y se las colocó sobre la cabeza.
Kyungsook no podía luchar, no podía pelear. Su cuerpo no le obedecía.
Jongin se colocó de rodillas sobre la cama y lo miró detenidamente. Por todos los cielos. Es hombre lo estaba mirando con terror, pero también con esperanza. Kyungsook quería creer que él no era así.
Y tenía razón. Él no era así. Todavía no entendía muy bien por qué lo reclamaba sólo para él o por qué tenía necesidad de someterlo en la cama. ¿Por qué no retiraba la custodia personal de Kyungsook y lo dejaba en manos del consejo como pedía Sehun? Ellos obtendrían la información y listos. Luego, adiós. Eso era ya suficiente castigo. La muerte de su mejor amigo, JaeWook, por la de Kyungsook y Seo Joon. Lo justo.
¿Por qué quería hurgar tanto en la herida? ¿Acaso no era mejor acabar con él rápidamente?
No, no era mejor. Desde el momento en que lo había visto pegado a la ventana de su habitación, había sentido un deseo irrefrenable de colocarlo debajo de él y abrirle las piernas. Y su olor... Ese era el olor por el que él podría volverse loco. Si él fuese un buen chico, si no hubiese tenido nada que ver con la extorsión y la mutilación de los vanirios, Jongin posiblemente, sólo posiblemente, podría reclamarlo como su cáraid. Pero el no era un buen chico. No, no lo era.
Defendía con uñas y dientes su inocencia, pero luego no dejaba que él comprobara si decía la verdad.
¿Cabría la posibilidad de que Kyungsook supiese del deseo que Jongin sentía por el? ¿Y si lo estaba utilizando para que Jongin fuese misericordioso con él? ¿Deseo? No, eso no podía ser. Deseo de venganza, sí. Pero nada más. Aun así...
—Kyungsook —se colocó a horcajadas sobre él, inmovilizándole las piernas, —déjame entrar —quería entrar en su mente, quería darle la oportunidad de no convertirlo y someterlo a una vida de noches interminables y hambre eterna.
Kyungsook se tensó y abrió sus ojos cafes obscuros. Estaba tan asustado, pero su voz lo relajaba.
Jongin intentó tocar sus pensamientos, sus recuerdos, pero aquella bruma espesa y desconcertante seguía ahí. ¿Por qué se sentía tan mal al descubrirlo? ¿Creía que Kyungsook iba a confiar en él lo suficiente como para abrirle su mente? No. No iba a confiar, porque si él entraba, vería que Kyungsook era culpable.
—Como quieras.
Salió de encima de el y se puso de pie, a su lado. Kyungsook lo miraba fijamente. No le quitaba el ojo.
Jongin sonrió y cogió la parte baja de su camiseta negra y ajustada para quitársela por la cabeza.
Sin duda Jongin era el tipo ideal de Kyungsook. Moreno, fuerte y hermoso.
Kyungsook repasó su torso con los ojos. No tenía vello. Estaba musculado de un modo que debería estar prohibido. Ni ápice de grasa. La piel bronceada, el pectoral esbelto, grande y fibroso. Los abdominales marcados como si fuera una tableta de chocolate. Los hombros increíblemente grandes, grandes y torneados. La cintura estrecha. Sólo tenía vello oscuro y rizado por debajo del ombligo, y descendía en línea recta hasta... Dios mío, el pantalón le iba a estallar. Los ojos color miel de Jongin lo devoraban.
Kyungsook estaba débil y además desvalido en su cama. No podía mover los brazos desde que Jongin se los había puesto sobre la cabeza. Pero ver cómo lo miraba Jongin, con qué deseo, con qué hambre, lo hizo sentir ligeramente poderoso y aterrorizado a la vez.
Los bíceps se le marcaban sin apenas doblar el brazo. El antebrazo de Jongin era musculoso, salpicado con pelo negro, masculino y vigoroso.
Jongin se llevó las manos a la entrepierna y presionó la incomodidad que sentía.
Se arrodilló en la cama y fijó la vista en sus shorts negros. —Quítatelos —le ordenó él con la voz ronca. Quería que Kyungsook participara. Quería que simulara que él lo invitaba.
—No —susurró moviendo la cabeza.
—Kyungsook... —su voz bajó una octava, cubrió uno de sus pezones con la mano abierta. —Quítatelos.
Kyungsook sintió el calor abrasador sobre su piel. No quería sentir placer, pero empezo a sentir calor que hiba haciendo que su entrepierna tambien empezara a despertar empezara a palpitar.
Cegado por el deseo de sentir el contacto de Jongin, él bajó los brazos hasta la parte superior su truza. Introdujo los pulgares y los deslizó hacia abajo hasta quedarse desnudo. Estaba horrorizado por su comportamiento pero su cuerpo, por lo visto, tenía vida propia.
A Jongin le empezó a palpitar el corazón descontroladamente. ¿Qué le pasaba? Parecía un chico virgen. Se sentía igual de emocionado.
Los rizos de la entrepierna de su esclavo aparecieron como si fuera el primer amanecer que pudiera disfrutar en siglos. Inhaló profundamente y cerró los ojos. La rección que sólo el olor íntimo de Kyungsook le provocó fue demasiado brusca y agitada para su autocontrol.
Kyungsook lo miraba con ojos de deseo, mientras se bajaba las truzas hasta las rodillas. Pero lo hacía inconscientemente, con lentitud como si sus manos no le pertenecieran.
El era demasiado bonito. Demasiado tierno para un bruto como Jongin. Los colmillos estallaron en su boca y un rugido victorioso emergió de su garganta. Mientras le apretaba el pecho con una mano, dirigió la otra mano a la tela que se deslizaba por las pantorrillas y la rasgó por completo.
Aquella era la única prenda de vestir que Kyungsook se había llevado. Ya no tenía nada.
Kyungsook se asustó ante su reacción tan salvaje y empezó a respirar agitadamente, saliendo del trance de deseo que esperaba que hubiese sido inducido. Deslizó sus ojos ante su desnudez y se derrumbó. Estaba perdido.
Jongin se erguía a su lado como un animal a punto de montar a su pareja. Lo miraba como un loco posesivo y él nunca había tenido relaciones ni con locos ni con posesivos ni con nadie. Nunca se había sentido atraído por nadie en realidad. Lo humillaba darse cuenta de que Jongin, su enemigo, su secuestrador, tenía ese poder sobre él.
A lo mejor era porque todavía quería creer que Jongin no era lo que parecía. Sin embargo, ahora parecía alguien fuera de control.
—Desabróchame el pantalón, ramera —le pidió clavándole la mirada en la entrepierna.
—Vete a la mierda, monstruo... —le gritó luchando contra el deseo de hacerlo. Ese insulto podía con él. Demasiado duro, demasiado hiriente.
Él soltó un taco y un gruñido y le enseñó los colmillos. Se puso de pie, se desabrochó el cinturón y lo tiró sobre la cama. Rompió y desgarró su pantalón como había hecho con los shorts de Kyungsook, que yacían ahora en el suelo, rotos por completo.
Su pene largo, grueso como su muñeca y palpitante, se irguió hasta su ombligo. Kyungsook se sorprendio,no es como si el suyo fuera pequeño, pero el de Jongin debía de ser de los inmensos. ¿Cuánto mediría? ¿Veinticinco centímetros? ¿Algo así podía entrar en él? Era demasiado grande. Parecía un semental. Una mata de pelo negro, cubría la parte superior de su pubis. Aquel falo era de piel oscura como su cuerpo bronceado y se le marcaban las venas. El glande, de un rosa pálido, estaba húmedo y sobresalía como algo que pidiera libertad a gritos.
Con cada vistazo rápido que él le echaba a su cuerpo, aquello parecía crecer y crecer.
—Te dije que me llamaras amo —subió a la cama y lo miró desde arriba, de pie, como un guerrero sexual.
Ese hombre era espléndido en su desnudez. Sus piernas estaban tan fornidas v tenía los músculos tan delineados y grandes que bien podrían ser las piernas de un jugador de fútbol. Y su cara... podía dar miedo, pero no a él. Sus labios, sus ojos, sus pómulos, su nariz... una cara masculina, pero llena de vulnerabilidad, como la de un niño. Eso era lo que lo desarmaba a Kyungsook. Él quería luchar por ser agresivo, pero alguien con un rostro angelical como ése no podía ser tan malo. ¿O sí?
Kyungsook tendría que cambiar sus gustos.
—¿Por qué haces esto? —le preguntó con la voz ahogada por la conmoción. —¿Eres un monstruo de verdad? ¿Quieres asustarme?
Pero Jongin no le respondió. Hacía rato que quería clavarse en él, hasta lo más hondo, hasta donde su cuerpo le dejara llegar, y más aún. Ese hombre podía ser su perdición.
Su olor era pura tentación. Su cuerpo como el de un adonis y su mirada, por los Atalayas7, lo estaba derritiendo. Derretía el hielo que había forjado alrededor de su corazón para que nadie como él llegara nunca a cautivarle.
Él era un asesino. Kyungsook, asesino y él, un monstruo. Podrían completarse.
Ahora iban a ponerse las cartas sobre la mesa. Kyungsook tendría que admitir lo que él descubriera y él disfrutaría de su rendición. ¿Disfrutaría?
—Sí, Kyungsook —dijo él con su aterciopelada voz. —Soy un monstruo y, a diferencia que tú, yo no lo niego. Déjame que te lo demuestre.
Se arrodilló delante de su cuerpo y le puso las manos debajo de las rodillas. Las dobló hacia arriba haciendo que flexionara las piernas y las separó un palmo para ver mejor sus partes más íntimas. Kyungsook estaba expuesto ante él. Su cuerpo se abrió para él.
—No —intentó cerrar las piernas resistiéndose a su íntima exploración.
Su mienbro estaba palpitando escuriendo presemen y su pequeño agujero fruncido era de un color rosa que si la vista no lo engañaba parecia estar plapitando.
—Joder —dijo él complacido mientras se masajeaba el pene de arriba abajo, bajo la sorprendida mirada de Kyungsook. —Ya estás listo, a las putas como tu nisiquiera hace falta que los preparen.
—No, Jongin. No... No lo estoy... Yo nunca... —ahora sí que estaba realmente aterrorizado.
—Chist... —le dijo él colocándose entre sus piernas. —Cálmate. Vas a estar bien.
Kyungsook intentó apartarlo poniéndole las manos en el pecho, empujando para sacárselo de encima. Quería detenerlo, decirle que él era virgen. Tenía miedo. Él podía matarlo con algo así, podría desgarrarlo.
Jongin palideció al sentir las manos de él sobre su cuerpo, a la altura de su corazón. No había sido una caricia, sino un movimiento de rechazo absoluto, pero el contacto de sus manos sobre su piel lo bloqueó.
—No —le dijo él con voz peligrosamente dócil y respirando nervioso. Las manos le quemaban.
—No me toques...
Le agarró las muñecas, cogió el cinturón del pantalón que había dejado sobre la cama y con brusquedad, le ató las muñecas a los barrotes de la cama. No quería el contacto de sus manos para nada. Eso lo debilitaba y le hacía perder el norte. Y no quería preguntarse por qué.
—No quiero que me toques... —hizo los nudos con fuerza. —Yo me encargaré de ti, pero no me toques —no soportaría esas manos culpables de matar a su mejor amigo encima de su piel.
Kyungsook soltó un grito seco al sentir la presión en la muñeca. Empezó a temblar. Lo había inmovilizado. Ahora sentía más miedo que en todas las horas anteriores desde que lo vio en su habitación. Sí que era cruel. Había perdido toda la bondad del niño que él quería ver en su cara.
Entre Lucas y él no había diferencias. ¿Por qué había creído que sí las había?
—Jongin —dijo el apretando la mandíbula. —Estoy atado. Será mi pri... primera vez —le suplicó piedad con los ojos.
Jongin dejó caer las manos a cada lado de la cabeza de Kyungsook y se echó a reír con ganas. Cada carcajada se clavaba en su alma inocente.
—Serás mentiroso —contestó él mirándolo con rabia. —¿A quién quieres engañar? Sales con ese tipo, Woobin —lo dijo con tanto asco que él mismo se sorprendió.
Kyungsook se asustó cuando él pronunció su nombre.
—¿Intentas ponerme cachondo con eso de que eres virgen? Cada noche te abres de piernas para él, pero él... —rozó su agujero de el de arriba abajo con la cabeza de su pene— él no es como yo.
Kyungsook se tensó ante esa caricia atrevida y Jongin frunció el ceño.
—Si de verdad eres virgen, déjame entrar en tu cabeza para verlo.
—Enséñame cómo podría hacerlo... —estaba desesperado. —Yo quiero dejarte entrar pero tú no puedes y no sé por qué...
Jongin lo escuchaba mientras seguía frotándose contra el. La textura de Kyungsook le hacía perder la cabeza. Intentó concentrarse en Kyungsook de nuevo y entrar en su mente. Pero de nuevo, la puerta estaba cerrada. Era un muro de hormigón enorme lo que les separaba.
—Ya no te doy más oportunidades —afirmó con frialdad, irritado por no poder entrar.
—No, Jongin... Woobin es... es mi...
—Ya sé lo que es... —le gritó. —Lo sabemos todo sobre ti. ¿Por qué no le pides ayuda a él ahora? —hundió su cara en su pelo e inspiró profundamente. —¿Vendría a rescatarte?
Kyungsook sentía un ardor profundo a la altura del ombligo, y bajaba hasta concentrarse allí donde él lo rozaba.
—Si se lo pidiera, él vendría, porque es mucho más hombre que tú... Pero tú le matarías. Y su vida vale más que la tuya, te lo aseguro, pedazo de animal... —gritó .
Jongin volvió a levantar su cara para mirar su boca. Había decisión en esos pozos cafes que lo vigilaban. Está defendiendo a otro hombre. Odiaba oír aquello. Odiaba ver que Kyungsook protegía a otro con tanta vehemencia
—Que la mía, seguro —se colocó de rodillas entre sus piernas. Deslizó sus manos por debajo de sus caderas, las levantó apretándolas con ansia y él acomodó la punta de su pene en su entrada.
—Y que la tuya también. Pero te aseguro que no vale más que la de JaeWook ni que la de los hijos de Beatha. Ojo por ojo.
Con un movimiento directo y seco lo penetró de una sola embestida. No por completo. Kyungsook era muy estrecho y, además la falta de lubricacion habia echo que se le difilcultara mas entrar pero con una fuerte penetracion logro llegar hasta el fondo.
Kyungsook gritó intentando mover las piernas, apartándolo de el, queriendo que él saliera. Sentía que se estaba partiendo en dos. Santo Dios, qué dolor... Sólo sus hombros y su cabeza estaban tocando la cama. Su espalda y sus caderas se elevaban a cuatro palmos del colchón dibujando un arco perfecto. Jongin lo sostenía así.
Se echó a llorar tan afligidamente que intentó esconder el rostro entre su brazo y la almohada, pero parecía que a cada espasmo que hiciese al coger aire, ese monstruo se clavaba más en el.
Su primera vez. Era su primera vez. Y estaba con un vampiro.
Jongin se quedó blanco. Si lo pinchaban no iban a sacarle sangre. Estaba sorprendido. Cerró los ojos con fuerza e intentó doblar las rodillas para bajar el cuerpo de Kyungsook poco a poco. No iba a salir todavía, le haría más daño, pero podía modificar la posición de sus cuerpos. Dirigió los ojos para ver la zona donde ellos dos estaban encajados. A él todavía le faltaba por meterle la mitad.
Aquello no era posible. Woobin lo iba a ver cada noche. Eso decía Lucas, eso habían investigado.
Kyungsook no podía ser virgen. Pero, le había dicho la verdad, no tenía experiencia.
¿Pero es que los hombres de Busan no tenían ojos? Si él lo hubiera visto, habría hecho todo lo posible por seducirlo. Si hubiese sido humano...
No lo había seducido y, además, lo había penetrado cuando todavía tenía que estar lubricado y preparado con la ayuda de sus dedos. Pero él no le iba a hacer el amor. Él se lo iba a follar, eso le había dicho tan cruda y duramente. Y además su comodidad, a él no debía importarle. Pero descubrió que sí le importaba.
¿Por qué se sentía tan mezquino? Los vanirios keltoi veneran a las personas, no les hacen daño, y menos les arrebatan la inocencia de ese modo. Ni siquiera lo había inducido a que se excitara con él.
Pero Kyungsook era... una mala persona... ¿No? No importaba. No era justificable.
—Salte de mí, monstruo hijo de puta —pidió Kyungsook completamente partido en dos y con el ceño fruncido de dolor. Ya no le quedaba dignidad.
Jongin tomó aire y se salió apenas unos milímetros, pero entonces se perdió en el hilo de sangre que cayó sobre la sábana. Tarta de queso con fresas. Almizcle. Calor. Deseo. Kyungsook. Su primera vez. El era suyo. Suyo.
Una oleada de posesión le recorrió las entrañas. Intentó tranquilizarse, intentó salirse, pero a Kyungsook le dolía y su mienbro parecia apenas erecto. ¿Por qué debía hacerla caso? El iba a conseguir abatir sus barreras mentales. No podía salirse, no ahora. Si conseguía provocarle un orgasmo con él en su interior, Kyungsook liberaría parte de la energía que utilizaba para erigir las barreras telepáticas. Él podría entrar.
Kyungsook no podía creer que Jongin saliese sólo porque el se lo pedía. Él era tan grande... y lo había desvirgado con mucha rudeza. Pero parecía que sí iba a hacerle caso, que sí iba a salirse...
Pero no. Tenía razón: Jongin no iba a ceder. Los ojos se le habían enrojecido y estaban nublados por el deseo y la lujuria.
—Si haces lo que te digo, Kyungsook—le contestó él con voz gutural, —el dolor cesará. Eras virgen. No me habías mentido —reconoció con la voz enronquecida. —Pero, ahora ya no lo eres —sí, claro. Ya no lo era, gracias a él, pensó orgulloso Jongin.
—Para —le pidió mientras se ahogaba con las lágrimas, irritado consigo mismo por suplicarle a un animal.
Jongin sintió asco de sí mismo. La venganza no era tan dulce como él suponía.
—Kyungsook... yo... —él quería, pero no podía disculparse. No sabía hacerlo. Tomó aire y decidió acabar lo que había empezado. Obtendría la información que necesitaba y lo convertiría. —Sólo déjame entrar un poco más —impulsó las caderas con cuidado hacia delante y se introdujo unos centímetros más. Notó que el lo quería rechazar. —Estás tan cerrado —se cernió sobre Kyungsook y aplastó su pecho contra el de el andándolo en la cama. —Déjame un poco más... — empujó con sus caderas.
—No, me haces mucho daño... —gritó con la cara llena de lágrimas, luchando por liberar las muñecas.
—Lo sé, lo sé. Maldita sea —se lamentó sinceramente. Ya no quería causarle más dolor. Al menos si él se relajara. —Queda poco... Y un poco más... —se había introducido por completo.
El interior de Kyungsook lo sujetaba con tanta fuerza que estaba a punto de eyacular. Kyungsook era cálido y acogedor. Y estaba completamente quieto, pero su cuerpo temblaba violentamente.
—Ya está, Kyungsook —lo miró a los ojos. Por Odín, él estaba abatido de verdad. Ya no lo miraba con esperanza de encontrar algo bueno en el fondo de sus ojos. Ahora su mirada hacia él era fría, letal y vacía. No le sentó bien descubrirlo.
Kyungsook quería preguntarle por qué hablaba con él en la cama o por qué le explicaba lo que estaba haciendo. ¿Por qué quería tranquilizarlo con esas palabras? ¿Por qué? A Jongin le daba igual lo que él pensara y se sintió tonto al pensar que sí que podía importarle. Se sintió tonto por haber pensado alguna vez que había algo de luz en el negro interior de Jongin.
La cara de Jongin estaba tensa. No podía continuar si él se quejaba, ya le había hecho daño suficiente. No lo iba a hacer con nadie más y él estaba dejándole tiempo para que se acostumbrara a su tamaño.
Deslizó una mano entre sus cuerpos y él se envaró.
—Ni se te ocurra.
—Déjame, Kyungsook —le pidió él apoyando su frente en el hombro de Kyungoo, respirando costosamente. —Esto hará que no te duela. Sólo déjame acariciarte...
En realidad conocía un montón de juegos preliminares que hacían que la primera vez de una persona fuera muy placentera. Pero se había cegado con él, y había querido evitar los preliminares.
Ahora estaba arrepentido. De haber sabido que era virgen, habría sido muy diferente.
¿Arrepentido? Pues sí. Ninguna persona debería sufrir ese trato en su primera vez, aunque esa persona fuese Do Kyungsook.
Llegó al pene de Kyungsook ya casi flacido y empezo acariciando la punta.
Bajando un poco mas hasta llegar a la bolas de Kyungsook donde las empezo a acariaciar y por accidente rozo la parte donde estaba el agujero de Kyungsook en donde hambos estaban unidos.
Kyungsook siseó del dolor. Ese hombre lo percibía todo. Iba a ser una amante excelente. Amante no, concubino, tuvo que obligarse a recordar.
Kyungsook ya no lloraba abiertamente, lo hacía en silencio.
Abrió la palma para tomar el falo de Kyungsook y empezar a caricial de arriba abajo empezando con movimientos lentos y noto como de nuevo se hiba despertando de nueva estando casi semi duro y empezando a liberar pre semen.
Kyungsook sintió que se relajaba, pero el no quería relajarse. Jongin estaba concentrado en él.
Todavía no se había movido desde que se había sumergido en su interior hasta el final. Lo miraba a la cara con una intensidad propia de un felino a punto de comerse a su presa. Kyungsook sentía toda la envergadura de Jongin dentro de él. Todo su peso y su altura sobre él. Lo sentía caliente e intimidante. Cernió la mirada en los ojos de Jongin, que lo miraba de igual modo y, por un momento, por un segundo intensamente turbador, el mundo se paralizó y ambos fueron plenamente conscientes el uno del otro. Como si realmente encajaran a la perfección como pareja. La sensación fue tan inquietante y contradictoria que Kyungsook tuvo que apartar la mirada de él.
Ese hombre cruel y vanidoso se había metido en su interior como si realmente fuera su amo y ahora lo miraba como un tesoro digno de proteger. No lo iba a engañar. El se violentó e intentó apartarse cuando él empezó a acariciarlo con más intensidad.
Su cuerpo se tensaba. Podía sentir una humedad latente recorriendo su entrada para dar encuentro al miembro de Jongin(¡que demonios le psaba a su cuerpo eso no podia ser posible!). Ya estaba lubricando. Su pene, hinchado, duro y resbaladizo. Era inevitable si él seguía acariciándole de ese modo. ¿Por qué su cuerpo le traicionaba así con el vampiro?
Él respiraba entrecortadamente y apretaba la mandíbula. Ya podía empezar a deslizarse. Ya podía obtener lo que quería de Kyungsook.
Jongin colocó la mano libre para apresar la cintura de Kyungsook. Se deslizó hacia fuera casi por completo para luego volver a introducirse en una larga e interminable embestida.
Kyungsook gimió echando la cabeza hacia atrás. Los músculos de el se distendían poco a poco dejando que Jongin llegara donde deseara. Kyungsook apretó los dientes y tiró de la correa del cinturón.
Aquel dedo hiperactivo le estaba haciendo estragos. No paraba de moverse y el cada vez estaba más resbaladizo. Y más avergonzado por la respuesta de su cuerpo.
—Buen chico —le dijo él embistiéndolo más intensamente. —Haré que te guste, ya lo verás.
¿Por qué no se callaba y lo dejaba tranquilo?
El placer de estar dentro de él era algo nuevo para Jongin. En sus largos años de vida había tenido miles de relaciones con mujeres y hombres, pero nada se asemejaba a lo que era estar con Kyungsook. El intentaba aceptarlo aunque Jongin fuera su enemigo. Quería dejarle pasar y eso a él lo tenía loco.
¿Todavía confiaba en él? Si levantaba la mirada y veía a Kyungsook todavía con esperanzas de encontrar algo bueno en él, no lo compartiría con los demás. Si veía en esos desgarradores ojos cafes que lo miraban un poco de fe en él, no lo entregaría al clan. Se lo quedaría él y punto.
¿Pero de verdad habría hecho algo así? ¿De verdad hubiera sido capaz de dejar a un humano hombre o mujer en manos de grupos de vanirios sexualmente descontrolados? El todavía tenía autocontrol, aunque entendería que Kyungsook no lo creyera en ese momento, pero no estaba seguro del control de los demás. ¿Por qué se preocupaba tanto por su seguridad? ¿Por qué sentía la necesidad de mantenerlo con vida? ¿Por qué se ponía enfermo sólo con pensar en que otros lo tocaran y le hicieran daño?
Perdió el hilo de los pensamientos cuando Kyungsook soltó un gemido ronco. Bien. Empezaba a gustarle lo que él le hacía y eso lo complacía. Dejó de excitarlo con la mano y pasó esa mano por detrás de las caderas para apresar las nalgas con las dos manos y levantarlas hacia él.
Kyungsook cerró los ojos. Dios, así lo sentía. Como se clavaba más profundamente... ¿Hasta dónde podría llegar? Kyungsook no podía creer que aquel acto fuera tan intenso. Si seguía así, arrasaría todo lo que encontrara por su paso. Arrasaría a Kyungsook.
Jongin iba a verlo todo rojo en cuestión de segundos. El ritmo era incendiario, le quemaba por dentro y por fuera.
Kyungsook quería reprimir sus gemidos apretando los labios, hundiendo su cara en el pecho de él, pero era incapaz. Empezaba a gemir descontroladamente. Jongin, a pesar de su crueldad, se había apoderado de su cuerpo y el debía ser honesto y ceder a ello. No tenía ningún control.
Jongin abusaba de él. Abusaba de su experiencia para darle más placer del que jamás se había imaginado, abusaba de su cuerpo más grande para poder cernirse al suyo más pequeño, abusaba de su poder para dominarlo y hacer que Kyungsook lo deseara. Porque Kyungsook lo deseaba como el aire para respirar. Y su anhelo lo tenía que estar provocando ese vampiro crudo y duro que tenía sobre el porque, si no era así, si su reacción no estaba siendo inducida, si esa reacción era natural... entonces el tenía un grave problema. Síndrome de Estocolmo.
Desde que lo había visto, su cuerpo reaccionaba a su contacto, a su mirada, a sus palabras hirientes... Jongin lo estaba saboteando, lo estaba obligando a sentir.
Le quemaba la entrada, el bajo vientre,el pene, la piel... Quería romper el cinturón y agarrarse el mismo al cabecero de la cama. No iba a aguantarlo mucho más. Pronto llegaría al clímax.
Sus ojos empezaron a nublarse y la cabeza le dio vueltas.Sentia que su pene iba a estallar en cualqquier momento. Cerró los ojos para centrarse en las sensaciones de sentirlo a él dentro de Kyungsook, moviéndose ahora de dentro hacia fuera, ahora en círculos, ahora más rápido, luego lento y profundo. El dolor aparecía como un pequeño eco al final de cada embestida, pero se mezclaba con el placer. El conjunto que formaban ambas sensaciones era turbador.
Miró a Jongin un instante. Era tan hermoso. Y era tan cruel. Y ya no aguantaba más.
—Para, por favor... —pidió contra su hombro. Era lo único que acertó a susurrar, su cerebro apenas funcionaba. Estaba entregado al acto sexual que Jongin le infligía. Sentía que iba a desmayarse.
—No puedo... Yo no... Lo siento, Kyungsook, pero no puedo... —alargó los colmillos y las pupilas se le dilataron. ¿Cómo iba a detenerse ahora sumido en el placer más tormentoso y sensual que había sentido jamás?
Estaba fuera de sí. Lo embistió con más rudeza. La cama bamboleaba de un lado al otro. Él estaba encajado hasta el límite: el glande tocaba la prostata de él y lo estimulaba.
—No, Jongin. Creo... creo que voy a... —tuvo que morderse el labio para no gritar a pleno pulmón.
—Sí... —le susurró él abriendo los labios sobre el pulso de su garganta. —Vamos Kyungsook—lo animó moviendo las caderas más rápido. —Déjate llevar... Va a ser bueno, ya verás...
—No —gritó. —Por Dios...
Él tensó la espalda arqueándola por completo, elevó las caderas para encontrarlo y echó la cabeza hacia atrás lanzando un largo gemido. Se estaba corriendo.Chorros de semen se exparcian por todo su pecho llegando incluso a ensuciar a Jongin.
Jongin perdió el control. Sintió cómo los músculos de Kyungsook lo engullían hacia dentro, como se contraían y lo apretaban masajeándolo hasta volverle loco. Llegó al orgasmo con él . Mientras lo cabalgaba rugió echando la cabeza hacia atrás, dejando que su melena negra acariciara sus hombros. Abrió la boca, miró el cuello expuesto de Kyungsook y le clavó los dientes aprovechando el largo orgasmo que sentían los dos. Él era suyo en cuerpo y mente.
Kyungsoo gimió y sintió un placer doloroso que recorría su entrepierna, el interior de su estómago, su pecho y la zona sensible del cuello de la que Jongin bebía. Oh, Dios, no... Estaba encadenando otro orgasmo y él no dejaba de moverse. Sintió cómo el líquido caliente de Jongin, le llegaba al estómago, llenaba todo el conducto mezclándose con su propio calor. De repente, unas estrellitas blancas aparecieron bajo sus párpados, después unos puntos negros. ¿Qué le estaba pasando?, ¿Iba a perder el conocimiento?, ¿Podía ser un bajón de azúcar? ¿Se moría?, ¿Jongin le provocabatodo eso? Cerró los ojos y dejó de gemir mientras caía al vacío.
Cuando Jongin empezó a beber, su cuerpo exento de calor humano y su corazón que no había palpitado nunca así por nadie enloquecieron. Con una mano lo agarró de la nuca para beber mejor de él , con la otra amarraba su cintura mientras seguía embistiéndolo con penetraciones lentas y profundas. Sentía que la piel se le erizaba, que se elevaba de la cama con Kyungsook... Asombrado descubrió que lo estaba haciendo, que eso estaba pasando. Su poder había estallado al probar su sangre, dulce y caliente, y ahora estaban levitando sobre la cama y no flotaban hasta el techo porque él estaba cruelmente atado a los barrotes del cabecero como si fuera un prostituto al que le gustaran esos juegos eróticos avanzados.
Kyungsook tenía el cuello echado para atrás y su bonito cabello, caía como una cascada negra en dirección a las almohadas.
Jongin empezó a percibir imágenes de la vida de Kyungsook. Eran secuencias algo borrosas, pero no había duda de lo que revelaban.
Sus recuerdos empezaban a la edad de siete años... Una noche empezaron a pincharlo, le diagnosticaron diabetes del segundo tipo. Venía un hombre mayor a su casa, un hombre que a tenor de las imágenes acabó tomándole cariño...
Kyungsook practicando natación. Era un niño extrovertido y en el colegio, tenía buenos amigos. Se llamaban Miseok y Minho. Crecieron juntos, se querían como hermanos...
Vio otra imagen de Seo Joon mirándolo sin ningún interés. Él le decía que Kyungsook había sido elculpable de la muerte de su madre, Bora. Él no lo quería. Y Kyungsook a él tampoco. Había aprendido a ser indiferente hacia él, a no luchar por su aprobación o por su cariño. El corazón de su padre estaba cerrado para él y él se resignó a no reclamarlo... Seo Joon no quería a su hijo. Y pensar que lo habían tomado para hacer sufrir a ése cabrón...
Kyungsook estaba triste por la muerte de su doctor, Kim. Un hombre mayor, pero bondadoso a los ojos de él. Un hombre que parecía quererlo realmente...
Con diecisiete años, Kyungsook era ya una belleza reclamada por todos los ojos masculinos que se posaran en él. Había aprendido varios idiomas y Seo Joon le ofreció un puesto de trabajo en su empresa. Al ser políglota podría desempeñar el papel de vínculo de relaciones externas de la empresa. Y así fue. Él creía trabajar para una organización que se encargaba de suministrar material de quirófano a los hospitales, así como sustancias para recuperar a una mayor velocidad a los que salían de los postoperatorios. Era muy eficiente. Tenía un muy buen sueldo, y además... además creía firmemente en lo que hacía. No tenía ni idea de lo que era realmente SM.
Ni de las actividades reales de su padre y de sus trabajadores. Para él, Seo Joon era el ingeniero, el inventor de todas esas máquinas. Y él vendía y exportaba todo el material...
Kyungsook ya era mayor de edad. Estaba en el solsticio de verano con sus dos amigos y les decía que quería ser pedagogo. Que iba a estudiar la carrera, quería enseñar valores y moralidad en las escuelas, trabajar con los niños desde bien pequeños...
Apretó más los labios entorno a su yugular, pero empezó a beber delicadamente esta vez más.
Los cuatro años siguientes, él crecía en madurez y belleza, pasando las mañanas en la empresa, las tardes en la universidad, y las noches en su casa esperando a que un nuevo doctor llamado Woobin, lo visitara y lo pinchara...
Woobin el doctor. ¿Woobin el doctor? No podía ser. Lo pinchaba todas las noches. Le sacaba una gota de sangre de sus dedos y miraba el nivel de azúcar en su sangre. Maldita sea, aquella noche lo había pinchado también, por eso él había detectado su olor a kilómetros de distancia. No había ningun sirvienta que oliera así. Sólo él.
Kyungsook recogiendo un cachorro de Toy Poodle en las carreteras. Era Meokmul .
Una última conversación. Con Miseok, con Woobin... él iba a marcharse, estaba harto de la constante vigilancia de su padre. Él estaba obsesionado con Kyungsook. Woobin le aconsejó que hablara con Seo Joon. Miseok lo llamó para decirle que habían decidido pasar el verano con él en Japón...
Japón... Una oferta de trabajo. Un proyecto en una universidad. Él se iría a vivir a Japón y dejaría de trabajar en SM...
El cuerpo de Kyungsook yacía lánguido entre sus brazos. Peso muerto y frío. Jongin le acariciaba el pelo, en un gesto reflejo e inconsciente.
Desclavó los dientes de él y lo miró horrorizado. Todavía seguía deslizándose en su interior, sus caderas seguían impulsándose en su interior. Kyungsook estaba palido, ojeroso y tenía los labios morados. Derrotado. Su sangre había sido un manjar.Era sabroso y adictivo hasta la saciedad.
Lo miró consternado. ¿Qué había hecho con él? Ahora eran sólo movimientos lánguidos. Salió de él poco a poco, y cuando lo hizo sintió cómo si parte de su cuerpo, de su alma, se fuera con Kyungsook.
Ya no era el mismo.
La conciencia de lo que habían hecho con Kyungsook (sobre todo él) le hizo sentirse el ser más indeseable y ruin de toda la tierra. ¿Se podía errar tanto con alguien como había hecho él con el joven y precioso hombre que yacía inconsciente en su cama?
Kyungsook le había vuelto a decir la verdad. No tenía nada que ver con la persecución de los vanirios.
Creía trabajar para una empresa con fines benéficos para la salud pública. No quería a su padre. Él no quería a Kyungsoo tampoco. ¿Cómo podía ser que un hombre no sintiese afecto por un ángel como Kyungsook? él era bueno, bueno de corazón.
Si Kyungsook hubiese estado al tanto de lo que Seo Joon y el resto de las sociedades secretas hacían con ellos, seguramente los habría denunciado. Pondría la mano en el fuego por Kyungsook. Ahora lo haría. Después de haber visto su interior, su corazón. Era un luchador, una guerrero que peleaba por sus principios y que denunciaba las injusticias.
Pero del mismo modo en que Jongin lo creía en ese momento, ahora... Ahora Kyungsook conocía a los vanirios. Y los temía y los odiaba profundamente. Les tenía pánico y a él más que a nadie.
Estaba enfermo. Era diabético y ahora sabía que no les había dicho nada y que esperaba caer tarde o temprano por la falta de insulina. No les había mencionado nada sobre su enfermedad. No le extrañaba que prefiriese morir a convertirse en algo tan brutal como él le había enseñado que podía llegar a ser un vanirio.
Jongin rozó su mejilla con la yema de los dedos y limpió una lágrima que débilmente caía en dirección a la almohada. No lo había acariciado antes. Lo que él deseó, lo tomó como un auténtico carroñero y no paró hasta dejarlo sin reservas. No había utilizado preliminares. Hizo movimientos negativos con la cabeza. El era una bestia y Kyungsook era suave como la seda, como la piel de un bebé.
Menuda pareja. La bella y la bestia.
¿Por qué no había podido entrar en su mente antes? ¿Qué significaba esa niebla espesa que había en su memoria? No entendía lo que estaba pasando en su cabeza, ni por qué no lo había dejado entrar. Si Kyungsook no tenía poderes mentales, si Seo Joon no le había enseñado a desarrollar aquellas facultades en su defensa, eso sólo pasaba con los que estaban medicándose para solventar problemas neurológicos. Pero no había recuerdos ni pensamientos dentro de su cabeza que hicieran mención a algún problema mental.
Y su sangre estaba tan deliciosa... y era tan relajante que sólo le apetecía echarse a su lado y dormir con él. Aquella idea sí que no era normal. Algo iba mal.
Jongin sentía un sopor profundo que lo obligaba a cerrar los ojos. ¿Tomaba Kyungsook alguna otra medicación para conciliar el sueño? Pero no había nada en su memoria que demostrara esa cábala. Debía espabilarse.
Puso los dedos índice y corazón a la altura del pulso de su cuello. Dios, había estado a punto de matarlo en medio de esa cópula brutal y frenética a que lo había sometido. Nunca antes había sido así. Con nadie. Pero todavía tenía pulso, débil y lento. Latía ahí, bajo sus dedos. Kyungsook luchaba por sobrevivir, peleaba como el guerrero que había demostrado ser.
Jongin tensó la mandíbula. Había sido un cerdo mezquino. Pero no había tiempo para lamentaciones. Seguro que más tarde lo habría. Ahora el cuerpo de Kyungsook lo necesitaba. Le quitó la correa del cinturón y frotó con el pulgar las marcas que le había dejado en las muñecas.
Se hizo un corte en la muñeca con los colmillos y la acercó a sus labios... pero se detuvo a medio camino.
No. No lo iba a hacer. Si lo hacía, lo vinculaba a él de por vida. Él no merecía nada de lo que le había pasado, nada en absoluto. Kyungsook se merecía que la gente lo quisiera y que cuidaran de él como un tesoro. Hacía tiempo que él no veía a un humano con su fortaleza y su moralidad. Si él se hubiese dado cuenta... Maldición... Cómo se reprochaba a sí mismo su ceguera... Él no merecía quedar atado a Jongin.
Lo repasó de los pies a la cabeza. Estaba fascinado con su cuerpo, con su cara, con su carácter y con su valentía. Se les había enfrentado con una gallardía digna de elogiar. Se había enfrentado a decenas de vanirios él solo.
Por Odín... Estaba volviendo a ponerse duro con sólo contemplarlo. Nunca le había pasado algo así con nadie mas. Jamás. Él se había acostado con muchas personas, pero sólo para disfrutar de un polvo rápido y conejero. Siempre los dejaba rogándole que les diera más. Pero él nunca había sentido conexión alguna con ellas.
Pero con Kyungsook... había sido explosivo. Y quería más. A todas horas con él . De lado, de espaldas, contra la pared, de rodillas... Sólo con él y con nadie más.
Un sudor frío recorrió su cuello deslizándose por su espalda desnuda.
¿Sería tan cruel el destino como para que el único hombre que él había tratado tan despectivamente fuese su verdadera pareja? ¿Era Kyungsook su cáraid? ¿Él único que despertaría en él la capacidad de amar de nuevo y de saciar su hambre? Se sentía saciado como nunca. El hambre eterna al que los dioses habían confinado a los de su clan. El deseo de llenar constantemente su estómago había desaparecido desde que se bebió a Kyungsook. Y eso sólo podía significar una cosa.
No, por favor. Acercó desesperado y egoísta su muñeca abierta y sangrante a la boca medio abierta de Kyungsook. Y la volvió a quitar. Quería ligarlo a él. Se sentía posesivo con Kyungsook. Él había sido el primero. Nadie más podría reclamarlo, él no lo permitiría. Pero no era justo. No para Kyungsook.
—No puedo hacerlo —susurró arrodillado ante Kyungsook y agachando la cabeza.
Si él era el hombre que su cuerpo exigía para compartir la eternidad con Jongin, entonces esperaría a ganarse su confianza. Y si él lo rechazaba, bien merecido se lo tenía. Pero entonces él tendría que matarlo, porque Jongin no podría sobrevivir sin su cuerpo y sin su sangre, y menos cuando ya lo había probado. Menos cuando ya lo conocía y por fin se habían encontrado.
Ya era suficiente. Jongin, despierta...
Tenía que dejar de pensar en cáraids y en ideas románticas.
Kyungsook era un chico inocente, hermoso y capaz de empalmar a una momia si se lo propusiera.
Tenía muchas virtudes, y valor y carácter entre otras cosas... pero no había más. Nada profundo ni vinculante.
Se lo había tirado. Se había portado muy mal con él. A lo mejor podría arreglar la situación entre ellos una vez se despertara... Claro, y él a lo mejor podría ir a la playa en un día soleado.
Irguió la barbilla y lo tomó en brazos. Entró con él en el baño y las luces azuladas se encendieron automáticamente. Las paredes tenían azulejos de mosaico en tonos grises oscuros yazules claros. El suelo de parqué, oscuro como la habitación. El baño era de diseño, con un jacuzzi a ras de suelo, un complejo de ducha hidromasaje con butaca para sentarse, inodoro y lavabo. Y un excelente mueble de madera con dos picas para asearse.
Se sentó en la butaca del hidromasaje con él encima y tomó una toalla azul oscuro que había colgada sobre el calentador de la pared. La mojó con la alcachofa de la ducha y abrió las piernas de Kyungsook. Limpió las señales del acto sexual y los restos de su pérdida de virginidad. Luego se limpió él y salió de nuevo a la habitación. En cuanto percibieron que ya no había nadie en el baño, las luces con sensores de calor humano se apagaron.
Jongin lo cubrió con las sábanas negras manchadas de la sangre de ambos.
—Está bien —le susurró mientras lo enrollaba con la sábana. Lo tomó en brazos y se dirigió a la puerta de la habitación. Ésta se abrió automáticamente y salió de la habitación acunándolo como a un niño pequeño. —Todo esto pasará rápido —apoyó la mejilla sobre su cabeza y la frotó con él en un gesto tierno y cariñoso.
Bajó las escaleras y se dirigió al salón. Lo estiró sobre el sofá. Tenía el cuerpo lleno de moratones. La muñeca negra e hinchada, la cara magullada y amoratada, los pies heridos, las rodillas peladas y, cuando se despertara, iba a sentir dolor en sus partes más íntimas. Y ahora, el cuello se sumaba a la multitud de golpes, heridas y contusiones que él inocente joven había sufrido.
Corrió de nuevo a la parte de arriba y entró en otra habitación sellada con una de esas puertas automáticas, salidas más de una película de Star Wars, que de una casa de diseño como aquella.
En su interior había otra sala circular repleta de armarios empotrados. Era un vestidor.
Agarró una camiseta negra de manga corta ajustada (tenía un gran surtido de éstas) y unos téjanos anchos Levi's. Se puso un calzado deportivo informal negro y abrió uno de los cajones.
Tomó un móvil iPhone de última generación y salió de la habitación. Presionó con el índice la pantalla táctil y buscó uno de los teléfonos que había en la agenda de contactos.
Llegó al salón, se dirigió al sofá, puso una mano bajo la cabeza de Kyungsook, lo alzó y se sentó él debajo para hacerle de cojín. Kyungsook seguía inconsciente y con una anemia excesiva.
—¿Jongin? —preguntó una voz al otro lado del móvil. —¿Qué haces llamando? Tendrías que estar tirándote a ese bellezón malvado que...
—Basta, Leo —le cortó él. —Escúchame bien. Nos hemos equivocado con él.
Leo se quedó en silencio unos segundos.
—¿Qué quieres decir?
—Kyungsook no tenía nada que ver con los procedimientos de SM. No sabía lo que hacía su padre, no se conocían apenas. Seo Joon lo ignoraba, no lo quería como un padre debería querer a su hijo.
—¿De qué hablas, tío?
—Hablo de que la hemos cagado... La he cagado... él es inocente.
—No me jodas, Jongin.
—Te necesito, Leo. He estado a punto de matarlo.
—¿No le has dado de beber todavía?
—No lo voy a hacer.
—Hazlo.
—No puedo.
—¿Tienes remordimientos ahora? Hazlo y luego todos le pediremos perdón y a él se le pasará todo —gruñó nervioso. —No hay marcha atrás, no lo va a olvidar. O lo haces de los nuestros o...
—Créeme —lo miró angustiado. —Lo sé, pero no puedo hacérselo.
Leo resopló malhumorado.
—No es momento para principios, Jongin.
—¿Crees que no lo sé?
—Vaya mierda... ¿Qué quieres que haga?
—Ven a mi casa. Necesito que me ayudes a averiguar algo.
—Estaré ahí en unos minutos.
—Y avisa a Chanyeol. Necesito que me traiga sangre para hacerle transfusiones.
Hubo un silencio.
—Cuenta con ello.
—Gracias, hermano.
—De nada. Oye... ¿te encuentras bien?
Jongin pensó en todas las cosas horribles que le había hecho al ángel que yacía sobre sus piernas y contestó:
—Creo que acabo de firmar mi sentencia de muerte —¿y si él era su cáraid de verdad? ¿el destinado a pertenecerle en cuerpo, mente y alma? Ahora que sabía la verdad, que se había acostado con él , que lo había bebido... tenía una erección constante y una sensación de vacío, pesar y temor por... ¿dejar de verlo? ¿Perderlo? Era frustrante no saber lo que le sucedía.
—No digas eso. Voy para allá corriendo.
Jongin colgó y bajó la mirada al rostro agraciado y hermoso que los vanirios, su raza, habían maltratado. Repasó sus ojeras con los dedos e hizo aún lado el fleco húmedo que cubrirá su frente para ver y apreciar aún más su belleza.
—Lo siento mucho —susurró afectado.
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Editado: 12.05.2023