Querido tú;
Los días transcurrieron normales, como si aquel beso nunca hubiese ocurrido. Yo me sentía decepcionada por tu indiferente actitud, pues había esperado que algo más allá de una amistad se diese entre nosotros. Sin embargo, tras ver que tú no hacías nada por llegar nuestra "relación" al siguiente nivel, preferí no dar vuelvas al asunto y continuar con mi vida como si nada de eso pasó; tal como lo hacías tú. Aunque no he de negar que el ambiente entre ambos llegó a volverse tenso y casi insoportable, por no decir desagradable.
Habían pasado cuatro días desde que no hablábamos, pero eso se debía a que la universidad –más mi trabajo en la noche como niñera– no me otorgaba el tiempo suficiente para responderte las llamadas o mensajes. Mis profesores se volvieron más exigentes, mandando actividades todas las semanas, y empecé a quedarme sin un minuto de descanso. Tales "desplantes" de mi parte no te agradaron, pues en innumerables ocasiones me lo diste a entender. Fue allí que, luego de nuestra última disputa, me puse a reflexionar seriamente sobre lo que teníamos. (He aquí otra razón por la cual no te atendía).
«¿Qué hago yo que esté mal? ¿En qué estoy equivocada? ¿Por qué tienes que ser así conmigo?». Todas estas y más eran las interrogantes que surcaban mi cabeza durante cada noche, provocándome insomnio hasta altas horas de la madrugada. Pero en la mañana de hoy confirmé que yo no era quien estaba mal, sino tú, y fue gracias a una foto en la que me etiquetó la zorra de Sabrina Hudson; en la cual te hallabas muy a gusto besándote con ella.
Quise convencerme de que la persona que aparecía en aquella fotografía no eras tú, sino alguien parecido a ti. Traté de persuadirme, diciéndome que eso no podía ser verdad, que todo era un engaño de esa víbora, pues ambos sabemos que a la tal Hudson no le caigo muy bien. No obstante se filtraron a las redes pruebas que me hicieron darme cuenta que solo he sido tu plato de cuarta mesa durante todo el tiempo que llevábamos conociéndonos.
Estuve horas encerrada en mi habitación, llorando como lo hizo María Magdalena el día en que crucificaron a Jesucristo. No quise salir en toda la noche, ni siquiera he ido a cenar. Aunque hace unos minutos una personita especial abrió la puerta y se sentó en el colchón antes de abrazarme con fuerza, brindándome consuelo a pesar de lo pequeño que es como para entender qué me está pasando.
—Lizzy, ¿qué tienes?
Quise contestarle cualquier tonta excusa para no preocuparle, pues bien conoces a Thiago y lo mucho que me cuida, más tal parecía ser que me había quedado sin voz. Deslicé mis manos temblorosas hacia su cabello, después recorrí su espalda y terminé acurrucándole sobre mi regazo de un modo en el cual pudiese acariciar cada centímetro de su rostro.
—Nada, mi amor: Lizzy está excelente. Solo debe descansar y mantener su mente despejada —El nudo que se hallaba en mi garganta aumentó de tamaño luego de escupir aquella mentira.
Ya al poco rato mi madre llamó para que fuésemos a cenar. Tuve que decirle a mi chiquito que bajaría a comer apenas terminase con mi tarea de la universidad. Le di un casto beso en la frente y le observé marcharse. Ahora me encuentro sola en mi habitación, arrepintiéndome de esta emoción que siento por ti.
Pero por sobre todas las cosas...
Me arrepiento de haberte entregado mi primer beso.