Julie
Sebastian me acompañó a la enfermería y me ayudó a limpiar la marca, luego puso una gasa que la cubrió toda. Salimos y regresamos al salón. Las clases continúan normalmente y eso me tranquiliza bastante. Algunas personas notan la sudadera del capitán y me siento un poco incómoda. Según lo que Adonis me dijo, mañana son las audiciones para las porristas. Pronto empezará la temporada de partidos de Lacrosse, así que entrenarán. Cuando la campana suena finalizando las clases recojo mis cosas, tomo mi bolso y camino hasta el estacionamiento. En mi motocicleta me espera Sebastian, sin evitarlo sonrío y me acerco.
-Iremos a mi casa- dice cuando llego a su lado.
-¿Quieres que te lleve?- pregunté y él sonrió asintiendo.
Se puso de pie y abrí mi asiento, sacando un casco que tenía de repuesto, se lo tendí y se lo puso. Cerré mi asiento y me subí. Sebastian hizo lo mismo. La parte de atrás era un poco más alta y él se veía raro, pues su altura era unos cuantos centímetros más que la mía. Se sujetó de mi cintura y manejé rumbo a su casa. Luego de unos minutos llegamos. El auto donde venían los otros aún no estaba estacionado, así que entramos. Nos sentamos en un sofá y nos mantuvimos en silencio, de vez en cuando levantaba mi cabeza y le sonreía incómoda, él siempre me observó. Escuchamos pasos y observamos a los demás.
-Viajaremos por medio de un portal que nos llevará directo al castillo- dijo Caroline y asentí.
Esto, definitivamente, era una locura. Caminamos al jardín trasero. Había una piscina y una mesa con sillas. Plantas que nunca había visto salían del centro de la alberca y tenían un brillo. Sebastian se acercó y un círculo de luz comenzó a crecer. La sorpresa me invadió. William y Kira entraron y desaparecieron. Le siguió Caroline y luego Adonis. Sebastian tomó mi mano y entramos juntos al agua.
Aparecimos en un enorme castillo. Los pilares tenían flores de distintos colores que tenían un brillo peculiar. En el techo se mezclaban el rojo, azul, amarillo y gris. Había cuatro fuentes. Una era de agua, cristalina y brillante. La segunda era de fuego, el cual se mantenía ardiendo. La tercera tenía una flor grande con una enredadera también brillante. La última era una ráfaga de viento que se contenía en un círculo. Mi marca comenzó a doler y Sebastian entrelazó nuestras manos. Comenzamos a subir unas enormes escaleras y logramos llegar a una habitación. Un enorme y frondoso árbol se encontraba en el centro. Tenía distintos colores brillantes, pero se veía opaco a la vez. Cuando me acerqué sentí la necesidad de tocarlo y di un paso adelante. Levanté mi mano, pero Sebastian no dejó que lo tocara. El dolor era más fuerte y creo que la única forma de pararlo, era acariciándolo.
-No lo toques- dijo Sebastian.
-¿Por qué?- cuestioné.
-Si lo haces, sería como aceptar nuestro compromiso- muerdo mi labio.
Sebastian se acerca al árbol y lo toca. El árbol comienza a tomar un color más brillante, pero Sebastian hace una mueca de dolor. Me acerco a él y quito su mano. Al tratar de quitarlo pongo mi mano en la frondosa planta. El árbol adquiere un brillo impresionante y me siento bien. La marca deja de doler y observo al rubio con ojos café claro. Él luce mejor. Sonrío.
-¿Sabes lo que acabas de hacer?- muerdo mi labio.
Me giro hacia los demás y comienzan a hacer una reverencia, ¿es en serio? Escucho pasos de tacones apresurados y entra una mujer. Su cabello era rubio cenizo, tenía varios mechones de los colores de los elementos, en sus cienes tenía una corona. Su vestido era largo y majestuoso y agregándole unos ojos verdes iguales a los de William, lucía como una reina. Todos hicieron una reverencia.
-Su majestad- dijeron Caroline, Adonis y Kira.
-Madre- dijeron Sebastian y William.
Me observó. Su mirada y presencia eran intimidantes, pero cuando sonrió me sentí tranquila. Tocó mi mejilla haciendo que mis ojos se abrieran más de lo normal. Y con una voz un poco dulce habló.
-Te pareces mucho a tus padres- ese comentario hizo que algo se moviera en mi interior.
-Eso me han dicho- respondí.
-No deberías venir sin los lentes de contacto- su voz fue un poco dura.
-Tal vez ni siquiera debí venir- Sebastian se acercó a mí.
-En eso tienes razón- respondió la reina.
Sentí una mano tocando la mía. Observé y era Sebastian. Sentí como me iba tranquilizando según pasaban los segundos con su tacto. Nunca pensé que alguien tendría ese efecto en mí. Sentí como una fuerza iba recorriendo todo mi cuerpo, algo comenzaba a crecer dentro de mí. Y estaba unido al chico de ojos café claros.
La reina giró y salió de la habitación, un viento frío invadió todo el lugar. Algo en mi cabello brilló. Tomé mi cabello, pasándolo a mi hombro derecho y había un mechón de color. Azul profundo como el mar. Fruncí mi ceño por el acontecimiento.
-Tus poderes están despertando- escuché la voz de Sebastian.
Salimos de la habitación y bajamos las grandes escaleras. En el fondo del gran salón, vi varios tronos, donde se volvían a mezclar aquellos cuatro colores. En el centro de las cuatro fuentes, un círculo de luz se volvió a crear. Lo atravesamos y aparecimos en la casa. Mi corazón latía deprisa. Observé mi cabello, asegurándome de que lo que acababa de suceder fuera real. El mechón azul seguía allí.