Destino

Capítulo 19

Julie

Intento observar algo, mas no puedo hacerlo. Intento mover mi cuerpo, pero de igual manera, me parece una tarea imposible. Todo lo que veo es oscuridad. Siento una presencia en mi espalda, pero no puedo ver quién está allí, sin embargo, puedo imaginarlo. Escucho susurros que poco a poco comienzan a volverse palabras.

-¿Sabes por qué tu padre y tu madre murieron?- cuestiona. –Ellos te llevaron de aquí para mantenerte a salvo, Anderson y su familia los siguieron buscando protegerte. Probablemente, ellos te lo dijeron, tú no deberías ser la reina. Rachel, sí. Eres alguien impura, ¿qué futuro le darás a Imvelo? Pensé que tal vez si tus padres morían, no vendrías. Pero seguías apareciendo en las visiones de ella, tú llegarías a gobernar. Creciste y tuve que matar a todos los que se acercaban a ti. Era tan divertido ver cómo ibas rompiéndote un poco más cada vez que uno de ellos moría. Y pensé que había logrado que vinieras, pero Sebastian insistía en verte y buscarte, así que tuve que secuestrarlo. Fue tan sencillo hacer que viniera, simplemente tuve que amenazarlo con matarte. Es una pena que a pesar de que él esté aquí, aun así lo haré. Fue un gusto conocerte, Juiet, y será un gusto saber que tu vida termina en mis manos- contengo mi respiración cuando siento algo frío recorrer mi espalda.

Los primeros dos cortes que realiza me recuerdan la muerte de mis padres, la memoria de sus cuerpos inertes sobre el piso de la sala de estar, rodeados de su sangre. En el tercer corte, aparece la imagen de Carina, su vestido blanco cubierto de su sangre. Cuando corta mi espalda por cuarta vez, veo a Paola, su cuerpo caer y la sangre crecer. Al quinto, veo el cuerpo de Génesis en el bosque. En el sexto veo a Eduardo y el destino que no pude cambiar. En el séptimo veo a mi tía. Todas mis memorias eran rojas, los recuerdos de su sangre brotando de cada una de las puñaladas en su cuerpo, provoca que mi pecho duela. Escucho un grito, llamándome, pero parece tan lejano. Mi cabeza duele y siento como el aire comienza a faltarme.

-¡Juliet! ¡Despierta!- la voz de Sebastian se vuelve clara y abro mis ojos, tomo una bocanada de aire y comienzo a respirar entrecortadamente. Noto que aún estaba sobre el cuerpo de Sebastian e intento levantarme, el dolor en mi espalda me lo impide. -¿Juliet, sucede algo?- cuestiona con voz suave y noto que sus ojos aún estaban ocultos bajo una tela negra.

-Estoy bien- respondo. Me apoyo en mis rodillas y me pongo en pie.

Observo finalmente a la persona responsable de la muerte de mis padres, su figura y su rostro eran tan parecidos a los míos que no podía negar nuestro parentesco. El enojo recorría todo mi cuerpo, sentía un fuego creciendo en mi interior. Siento mis pies mojándose y bajo la mirada, el piso estaba cubierto de agua, que poco a poco iba incrementando su volumen. Pienso de manera rápida y rodeo a Sebastian con una ráfaga de viento que mantenga el agua lejos de él.

-No intentes cosas imposibles, Juliet. Hoy finalmente terminaré con todo tu sufrimiento y te daré lo que siempre deseaste. Tu muerte- el agua comienza a subir por mi cuerpo y ejerce presión impidiendo que pueda moverme, recorre mi piel hasta posarse en mi cuello, comienza a sostenerme con fuerza, cortando mi respiración.

-¿Juliet?- cuestiona Sebastian. -¡Juliet! ¡Si le has hecho algo, te juro que lo pagarás!- Muevo mi mano ligeramente y poco a poco el agua comienza a evaporarse. El enojo y dolor que recorría mi cuerpo se transforma en fuego, dejo de pensar en todo y me enfoco en el fuego.

Veo la sorpresa en sus ojos que se encontraban rojos, como la sangre que manchaba sus manos. Mantengo mi mirada fija en la suya, sé que si no tuviese los lentes de contacto, mis ojos estarían del mismo color que los suyos.

-No importa si pierdo mi vida esta noche- digo. –Pero no permitiré que dañes a alguien más- el fuego cubre todo mi cuerpo y el piso de la habitación hasta llegar a ella.

Una ráfaga de viento la envuelve y ejerce fuerza sobre ella. Mi mirada se mantiene en ella, su respiración se va volviendo más lenta cada vez. Cuando sus ojos se cierran y su cuerpo cae al piso, me detengo. Sus latidos eran lentos, respiro entrecortadamente y mi cuerpo entero comienza a doler. Respiro profundamente antes girar mi cuerpo y caminar hacia Sebastian, cada paso que daba, me dolía. Mordí mi labio y me hinqué frente a él.

Tomé entre mis dedos el nudo hecho en la tela negra, lo deshice y sus ojos me observaron fijamente, parpadea un par de veces hasta que se acostumbra a la luz. Acerco mi cuerpo aún más a él y paso mis manos por su cintura, mi rostro queda en el espacio entre su cuello y su hombro, a pesar de que llevaba varios días en ese lugar y no debieron permitirle tomar un baño, su cuerpo emanaba su perfume habitual.

Desato la cuerda de sus manos y cuando regreso mis manos hacia mí, me doy cuenta de la cercanía. Nuestros rostros estaban a unos pocos centímetros de distancia. Baja su mirada a mis labios y hago lo mismo. Acerco mi rostro al suyo hasta que mi boca queda sobre la suya.

Sus labios se sentían un poco secos, así que tampoco debió tomar mucha agua. Su mano, que ahora estaba libre, me sujeta la mejilla y me acerca aún más a él. Sus labios se mueven al mismo ritmo que los míos y me aferro a su cuello. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, pasa sus manos por mi espalda para posarse sobre mi cintura y me separo de él por el dolor. Lo observo fruncir su ceño y vuelve su mano a mi frente.




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