Ena sacó su abanico y empezó agitarlo en su cara, el intenso calor del verano en Japón la estaba matando. Abraham bajó el vidrio del automóvil alquilado y detrás de sus lentes de sol observó la moderna y enorme casa que estaba vigilada.
-¿Estás seguro que no está en casa? -alzó una de sus cejas, incrédula.
-Muy seguro -sonrió -pero su seguridad es muy alta -frunció su ceño.
-Por lo que veo, sus guardias no solo son Shinigami -hizo una mueca -aunque no detectó ninguna presencia humana -soltó un suspiro.
-El camión llegó -dijo entusiasmado.
-Es hora de entrar. Este estupido traje me está quemando -abrió la puerta del coche y salió. Abraham la siguió.
-Buenas tardes -dijo con un tono amable -hemos venido a entregar el pedido del señor Shin -el guardia no le respondió, simplemente tomó su radio e intercambio algunas palabras; unos minutos después, llegó otro guardia.
-¿Qué tipo de entrega es? -Sus palabras no mostraba ni una pizca de amabilidad, pero tampoco se quiso dejar llevar por sus sentimientos.
-Son jarrones y figuras de cerámica -su tono amable no cambio -puede comprobarlo si lo desea -el guardia ni siquiera lo dudó y dejó que los dos guardias que estaban a su espalda abrieran las diez cajas que estaban en la entrada -hay una caja mas, el señor Shin pidió cambiar una pieza que cambiamos por error.
-Está todo limpio -volvieron los guardias.
-Por aqui, por favor -el guardia se dio media vuelta entrando a la casa, Ena sonrió satisfecha y lo siguió junto a Abraham y dos hombres siguiendolos con carritos cargados de dos cajas cada uno.
Caminaron por un pasillo donde se podía observar un hermoso jardín, pasaron por un salón decorado de varios cuadros pintados, hasta una pequeña bodega -las pueden dejar aquí -apuntó un espacio libre que parecía que estaba disponible solo para esas cajas.
-La caja que trae mi compañero es la que vamos a intercambiar -el guardia hizo una mueca y luego pasó su mirada a su compañero, para asentir con sus cabezas.
-El guardia los llevara a la habitación donde se encuentra la otra pieza.
Los dos hombres se quedaron en la bodega, mientras Ena y Abraham subieron al ascensor con el otro guardia hasta el cuarto piso, caminaron por un elegante pasillo alfombrado, hasta llegar a la última habitación que quedaba al lado izquierdo del final del pasillo. Ena apretó sus manos en forma de puño cuando miró al fondo del pasillo una enorme retrato del Señor Shin junto a dos pequeños niños.
El guardia abrió la puerta y dejó que los repartidores entraran a la lujosa habitación, era los bastante espaciosa para tener una agradable conversación ahí, sus cuatro bibliotecas estaban llenas de libros antiguos y no podía faltar una repisa de coleccion de figuras de cerámica, algo que le encantaba al señor Shin. Una pequeña sala adornada de sillas de madera y muebles de cuero junto con una pequeña mesa de cristal que estaba ubicada en el centro de la sala, a un lado estaba un escritorio con algunos libros y pequeñas figuras de cerámica, a cada lado de la ventana en pequeños muebles de madera estaban ubicados dos hermosos jarrones de cerámica.
-Es aquel -apuntó el guardia a unos de los jarrones.
-Lo cambiaremos enseguida -hizo una seña con su cabeza para que Abraham lo hiciera.
Los ojos de Ena brillaron cuando miro que en medio de una de las bibliotecas había una caja rectangular de madera que tenía tallada la cara de un tigre. Luego miró al guardia que se había ubicado en lugar donde no podía perder de vista a los dos, <<son buenos en su trabajo, pero no son los mejores.>>
Ena tocó su cabeza con sus manos y se apoyó en una de las bibliotecas fingiendo un mareo -¿Está bien? -se acercó el guardia, tomándola de sus brazos para que no cayera. Abraham entrecerró sus ojos dándole una fugaz mirada.
-Mi compañera sufre de fuertes migrañas -habló desde su lugar -como ve, estoy algo ocupado -alzó el jarrón en sus manos -podría traerle algo de agua, por favor.
El guardia lo miró con duda después de ayudar a sentar, en uno de los muebles, a Ena, hizo una mueca y salió de la habitación. Ena paso su mirada a Abraham y sonrió con malicia.
-Haz tu trabajo -ordenó.
. . .
Faltaba una semana para la fiesta de cumpleaños del señor Collins, incluso Anzu ya había comprado su vestido, pero aun así no se sentía emocionada. Extrañaba a Siwon y empezaba imaginar que cada vez que ella abriera la puerta de su apartamento, él estaría ahí, esperándola con una gran sonrisa, pero el lugar siempre estaba solo y oscuro. Anzu soltó un pesado suspiro y colocó las llaves en la puerta, hizo una línea en sus labios y la abrió. Se sorprendió cuando miro la luz de la sala prendida.
-¿Alice? -llamo, pero no hubo respuesta -Alice, si eres tu, sal ahora -camino hacia la cocina.
-No soy Alice -habló una voz masculina a su espalda -Hola, Anzu -ella se giró enseguida y no pudo evitar que sus ojos se aguaran.
-Siwon -corrió a sus brazos -estás en casa -susurro. Él la rodeó en sus brazos y apoyó su cabeza en su hombro, aspirando el aroma de su shampoo impregnado en su cabello.
-Extrañaba este ambiente, extrañaba la ciudad, te extrañaba a ti -ella fortaleció aún más su agarre, soltado un sollozo.