Punta Dorada, julio 2013
Damila estaba al borde de la locura, por una parte había tenido que quedarse hasta altas horas de la noche estudiando para los exámenes finales, y por la otra había pasado los últimos dos meses en agotadores ensayos para la puesta en escena de una de las obras de sus sueños: El lago de los cisnes.
Desde que Damila dio sus primeros pasos en el ballet, había querido bailar en dos obras, El Cascanueces y El lago de los cisnes, y aunque ya lo había hecho en ambas y en el papel principal, cuando publicaron la lista con el reparto y vio las asignaciones, casi sufre un prematuro infarto, porque no era que solo hubiese conseguido el papel principal, sino que tendría la enorme responsabilidad de interpretar a Odette y a Odile. Sin embargo, eso casi se echa a perder con el asunto del atentado que había sufrido en navidad y por el que no podía ir sola a ninguna parte. No obstante, una vez superado eso, por una parte se sintió muy contenta cuando se enteró que Vladislav se estrenaría como coreógrafo con aquella obra, pero por la otra supo que eso significaría muchas más horas de ensayo, porque él era en extremo perfeccionista y no se conformaría con nada por debajo de eso.
Y para completar el cuadro, los preparativos de su boda le estaban resultando de lo más estresantes, porque no solo Giulio se había vuelto insufrible con aquello, sino que Sara parecía de acuerdo con él y no dejaba de llamarla para preguntarle cualquier cantidad de cosas de las que ella no tenía ni idea, de modo que por lo general la remitía a su madre o las Rossi que parecían mucho más al tanto de todo lo relativo a la boda.
Aquella mañana de julio y en cuanto salió de su último examen, Gianpaolo la estaba esperando y la miró en forma interrogativa.
Gianpaolo decidió que antes de llevarla a casa era mejor dar una vuelta para que se le pasase el mal humor, de modo que dieron un largo paseo y vació sus bolsillos dándole todos los chocolates que llevaba encima, después de lo cual estuvieron de vuelta para la hora del almuerzo.
Giulio por su parte, y aunque había hecho un esfuerzo por no tener tanto trabajo ese día y poder pasar al menos la tarde con su tío, llegó con algo de retraso y disculpándose por el mismo, pero finalmente pudieron tener un almuerzo en relativa calma, porque los chicos incordiaban tanto como podían, aunque era algo a lo que habían terminado por acostumbrarse.
El chico juntó las cejas como cada vez que le recordaban el asunto de su fractura, pues en su opinión, ya deberían haberle retirado aquello, porque no le dolía nada. Sin embargo, el médico había dicho que debía esperar alrededor de ocho semanas antes de que el hueso estuviese completamente soldado. Aquello no hacía especialmente feliz a Gianni, y la única ventaja que le había visto era el no tener que llevar nuevamente los anillos esta vez en la boda de Giulio y Damila, de modo que escogió justamente ese día para decírselo.
El chico no alcanzó a terminar, porque Giulio escupió el vino que acababa de llevarse a la boca y de hecho casi se ahoga con el mismo.
Finalmente Gianni se dio por vencido, porque su recalcitrante tío no iba a ceder en aquel asunto como ya habían comprobado que no lo hacía en casi nada.
Ángelo había logrado convencer a Kelly para que ese día se contentara con organizarle una tranquila cena, porque en verdad no estaba como para nada más grande teniendo en cuenta lo cerca que estaba la boda de los chicos. Kelly se mostró de acuerdo y solo estuvo presente la familia que de hecho ya eran muchos, y aquello de tranquila cena era una fantasía inalcanzable como pudo comprobar. Sin embargo, no se prolongó mucho, y aunque los gemelos protestaron en forma ruidosa, se marcharon al club cuando él anunció que se iba a la cama.