Punta Dorada, julio 2013
Sara había llegado a Punta Dorada primero que Iván, y aunque Damila estaba muy contenta de tenerla allí, en breve comenzó a querer asesinarla, porque de alguna manera extraña, Sara parecía una extensión de Giulio. Lo que Damila no sabía, era que su novio no solo era el artífice de la muy prematura llegada de Sara, sino que la había reclutado para su bando, pues en cuanto la chica puso los pies en tierra y en lugar de ser conducida a la mansión, fue trasladada directo al despacho de Giulio en el edificio del Consorcio.
Giulio se había llevado siempre muy bien con Iván, razón por la cual conocía bien a Sara y pensó que ella sería una poderosa aliada, algo en lo que no se equivocaría.
Sara soltó una alegre carcajada y pensó que él estaba siendo más bien delicado al decir aquello, pues ella estaba segurísima que algunos no describía con suficiencia lo que estaba sucediendo, porque ella conocía lo bastante a Damila como para saber que debía estarse negando a cualquier cosa que oliese a formalidad u ostentación, y aunque conocía menos a Giulio, lo que sabía le bastaba para saber que un individuo que consideraba apropiado ahogar a su novia en flores cuando la mencionada novia había expresado con claridad que prefería una flor a varias docenas de ellas, y el mismo que prácticamente había hecho tirar un par de habitaciones para convertirlas en un mundo mágico con el único fin de darle gusto a Damila, no era compatible con una boda sencilla.
Después de eso, Giulio le explicó con claridad lo que quería y que nada de lo que tenía en mente era susceptible a ser suprimido, de manera que Sara salió de allí diciéndose que cuando había pensado que aquella boda sería por todo lo alto, se había quedado corta.
No obstante, y aunque estaba haciendo su mejor esfuerzo, en ocasiones Damila se mostraba irritantemente exasperante como con la cuestión del vestido. En principio y cuando la chica aceptó casarse por la iglesia, se encontró con el primer obstáculo, el vestido. Sara había escuchado las furiosas diatribas sostenidas por la pareja con relación a aquello, así que se fue a hablar con Giulio y le dijo que dejase de interferir o todo lo que conseguiría sería que Damila se presentase en la iglesia vestida de jeans.
Fredo elevó las cejas y pensó que las cosas podían ponerse mal, pero para su sorpresa, y si bien Giulio aun discutió algo más, finalmente prometió no seguir dando la lata con lo del vestido, y la única vez que lo hizo, salió apaleado, porque Damila se negó a ir a París por el dichoso vestido.
Sara la tuvo difícil con aquello, porque una vez que Damila había aceptado que no podía casarse de jeans, entonces dijo que quería un vestido negro, con lo que casi le causó un colapso a Angélica que la había escuchado.
Superado ese asunto, Sara consiguió que Damila aceptase que el traje fuese elaborado por un diseñador de su tierra que estaba en alza, y así quedó resuelto lo del vestido. Los zapatos fueron otro reto, porque Damila odiaba los tacones, pero Sara le dijo que solo necesitaría llevarlos durante la ceremonia y que luego se ocuparían de que contase con algo más cómodo.
Cuando comenzaron los ensayos en la iglesia, Sara y Francesca se preocuparon por la asistencia de JC, debido a que ambas sabían que él no estaba de acuerdo con aquella boda.