Punta Dorada, julio 2013
Todo estaba listo para la inauguración del centro comercial Zafiro, y aunque Gino Lorenzetti había hecho un magnífico trabajo en combinación con el servicio de seguridad del centro comercial, en cuanto Luciano llegó y después de revisar los reportes, marchó con su equipo a hacer la inspección general. Dante y Astor ya lo habían hecho y pensaron que la preocupación de Luciano por la seguridad de la familia rayaba en la obsesión, pero se abstuvieron de hacer comentarios que como mínimo serían ignorados si tenían suerte, y si no la tenían, les reportaría una visita al servicio médico. Luciano revisó centímetro a centímetro desde los sótanos de estacionamiento hasta la punta de la altísima cúpula de la plazoleta central, sitio éste al que prestó la máxima atención, pues desde allí podía verse con claridad el entarimado desde donde Nino haría el discurso inaugural.
La pregunta obedecía a que Dante estaba riendo al verlo, pues sabía que no le gustaba ni dónde ni como estaba, ya que Luciano se había empeñado en subir y no de forma tradicional, de modo que se hallaban en precario equilibrio.
Luciano se imagino con facilidad que sería el mismo Dante quien se ocuparía de cubrir aquella zona, porque todos sabían que le encantaba estar colgado en lugares peligrosos.
Entre tanto en la mansión, habían tenido otro día agitado, pues Damila y Francesca finalizaron sus ensayos de ese día muy tarde y llegaron en carrera apenas con tiempo de comer algo y subir a prepararse. No obstante, Francesca que solía ser más rápida que Damila y sabiendo el humor del que estaría la chica, decidió irse a la habitación de Sara.
Aunque ya Francesca llevaba mucho tiempo compartiendo con aquellas personas, había ciertas cosas que debido a su formación, aun se le hacían muy violentas.
A continuación procedió a maquillarla y a peinarla, y cuando finalizó que le dio vuelta a la silla, Francesca ahogó una exclamación, pues casi no se reconocía a sí misma y fue justamente lo que dijo.
Francesca abrió los suyos al máximo, y luego pensó con abatimiento, que estaba en muchos problemas si ya todos comenzaban a notar su problema.
Damila había terminado de arreglarse y había bajado, pero solo estaban los niños y algunos Rossi, de modo que fue a sentarse y un momento después se le acercó Marcelino.
Como Damila no contestó, Marcelino se preocupó y estiró un brazo colocando la mano en su frente con lo que Damila se sobresaltó.
Enrico y Aurelio reaccionaron más rápido que el aludido, y sujetándolo por los brazos lo alejaron a toda velocidad de Damila y antes de que Giulio lo alcanzase. Aurelia que era la otra chica presente, a quien miró con aprensión fue a Damila, pues siendo que ya la conocían, estaba segura que iba a lanzarse en una furiosa diatriba en contra del bambino, y aunque también se habían habituado a ello, no les resultaba menos incómodo. Sin embargo, extrañamente aquello no sucedió, y cuando Giulio llegó hasta la chica, ella se limitó a mirarlo y hacerle señas para que sentase a su lado. Era posible que a Giulio también le extrañase la ausencia de palabras, pero obedeció.