Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 17 Rescate

 

El Valle, julio 2013

Carmelo y Valentino habían utilizado el mismo método de Luciano para entrar, solo que ellos habían derribado la parte trasera. Luciano, Silvano y Paulo se habían lanzado sin mucha ceremonia por la abertura que había ocasionado la detonación en el techo. Silvano había caído encima de la nave, Paulo sobre uno de los desprevenidos guardias, y Luciano frente a otro que no se enteraría de nada más en su vida, pues esta había finalizado antes de que lo notase.

  • Yo voy por la rehén – anunció Luciano – Prometeo en posición para extracción
  • Copiado – le llegó la voz de Nico

Luciano comenzó a abrirse paso mientras sus compañeros lo cubrían, sin embargo, Silvano notó el peligro al ver aparecer a más enemigos y emprendió la carrera tras él al igual que Valentino. Era por todos sabido que Luciano exhibía un soberbio desprecio por su vida, y que se paseaba entre las balas como si fuesen lindas señoritas, frase esta que se había hecho célebre para describir su desquiciado comportamiento, de manera que mientras él corría hacia la camioneta sin molestarse, aparentemente, en esquivar las balas, Silvano y Valentino no habían dejado de accionar sus armas para despejarle el camino o despachar limpiamente a quienes estuviesen apuntándolo, porque siendo que los malhechores sabían que solo podían estar allí por un motivo, y en cuanto determinaron quién era el que intentaba llegar a su presa, pusieron mucho empeño en despacharlo.

No obstante, y aunque en apariencia Luciano actuaba despreocupadamente, en realidad no era así, y era algo que si bien no podrían decir nunca los que se topaban con él, sí lo atestiguaba la estela de cadáveres que solía dejar a su paso.

Fabrizzio, Astor y Bruno que eran los que habían trabajado por más tiempo con Luciano, y si bien no dejaban de preocuparse, lo hacían infinitamente menos que los más nuevos, de modo que cuando ingresaron al lugar, lo primero que vieron fue la familiar imagen de Luciano rompiéndole el cuello al desdichado que había tenido la mala fortuna de atravesarse en su camino. No obstante, Luciano que nunca perdía de vista todo el conjunto, al notar que apuntaban a Fabrizzio y que tenían un tiro seguro, extrajo su automática de la que solía prescindir cuando se concentraba en alcanzar un objetivo específico, y le metió tres balas en el cuerpo al sujeto en cuestión.

En situaciones como aquella no había mucho tiempo para estar fijándose en lo que hacían los demás, actuaban casi por instinto y basados en la sólida formación recibida, así que normalmente eran pocos los que podían hacer una narración completa de los hechos, y los informes finales se elaboraban ensamblando los individuales, pero en fecha relativamente reciente, Luciano se había hecho con otro juguete. Se trataba de una microcámara inalámbrica de audio y video que les era útil tanto para el monitoreo a distancia como para la elaboración de los informes finales. Este pequeño artefacto tenía un rango de distancia de más de 250 mts reales; aun con poca luz no perdían los detalles de la imagen transmitida; poseía un poderosísimo sensor que les proporcionaba una calidad de imagen de 430 líneas de resolución; el circuito de audio era independiente de la cámara y captaba tres veces más que una microcámara convencional, proporcionándoles de esta forma una transmisión estable y no tenían que preocuparse porque se recalentase, ya que a diferencia de otras, esta poseía una carcasa de aluminio que le permitía disipar el calor en forma constante, de manera que podía operar de forma continua por más de 8 horas. Y sus bondades concluían con su tamaño, pues medía 28 x 24 x 46 mm y las llevaban camufladas en la parte posterior de sus gorras, y si las habían ubicado allí, era porque todos se las giraban para que la visera no entorpeciera sus visiones.

Sin embargo, no fue gracias a las MC [1] que Silvano y Valentino habían visto lo que acababa de hacer Luciano, sino porque ambos estaban cubriendo su espalda.

  • Alto puntaje para A1 – dijo Valentino, y al menos Andrè y Silvano estuvieron de acuerdo

Luciano por su parte estaba maldiciendo en todos los tonos, porque había visto que uno de los sujetos había alcanzado la camioneta, y sin duda pretendía sacarla de allí, pero Carmelo que también lo había visto al igual que Gino, le ahorraron mayores esfuerzos, porque cada uno y de forma independiente, le habían disparado al infeliz acertándole Carmelo en la frente y Gino en el cuello. Luciano escucho el grito agudo de una fémina y se tensó, porque según el último informe, la chica estaba inconsciente, pero como el mencionado grito no podía proceder de un hombre, eso significaba que la rehén había recuperado el conocimiento y eso podía complicar un poco las cosas. Lo anterior hizo que imprimiese aun más velocidad a sus movimientos, aunque se encontraría con un pequeño retraso, ya que dos gorilas aparecieron repentinamente frente a él apuntándolo con un vz.58, un rifle de asalto checo cuya cadencia de tiro es de 600 balas por minuto, de modo que aquellas eran malas noticias, aunque ninguno de ellos parecía lo bastante cuerdo como para verlo de aquel modo. Silvano posiblemente ni siquiera lo procesó, porque más tardaron sus ojos en enviarle el mensaje a su cerebro que éste en hacerlo accionar su arma, algo más o menos parecido a lo que haría Valentino, mientras que Luciano había lanzado su navaja clavándola con precisión casi matemática en la garganta de uno de ellos, después de lo cual se dispuso a continuar su camino no sin antes recuperar su arma y mirar con desprecio al individuo que se desangraba ante sus ojos.

  • Creo que alguien debe aprender a contar – dijo Valentino enviándole una mirada acusadora a Silvano
  • Créeme Danger, no tengo idea de dónde salieron, pues solo había 6 cuando miré – le contestó mientras emprendían de nuevo la marcha – Siempre he dicho que si exhibes un arma es mejor que la utilices en forma inmediata – agregó cuando él y Valentino pasaron por encima de los cadáveres
  • Y nuestros CZ[2], son mejores que tu reliquia, bastardo – agregó Valentino pateando el rifle, y aunque el sujeto ciertamente no podía escucharlo




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