Punta Dorada, julio 2013
Como cabía esperar, y en realidad habría sido necio pensar otra cosa, Giulio amaneció en el mismo estado en el que se encontraba antes del porrazo, de manera que Fredo la tuvo muy difícil, y el hecho de que la totalidad de los parientes de ambos, desde el más chico hasta el mayor pasasen por allí a hacerle las consabidas bromas, no colaboró en nada a mejorar el asunto. Pero cuando las cosas se pusieron realmente mal, o al menos Fredo pensó que lo harían, fue cuando Francisco Javier decidió ir a ver a Giulio.
Siendo que la actividad de ese día se llevaría a cabo fuera de Aravera en su totalidad, las asignaciones temporales ya estaban activas, de manera que fue Paulo quien advirtió a Fredo.
Los hijos de Kelly, y como no formaban parte del cuadro de seguridad, en casos eventuales como el presente, se les denominaba con la misma nomenclatura de ella adicionándole un número.
La extrañeza era lógica, porque él estaba tan al tanto como todos, que no contaba con el aprecio de aquel hermano.
Francisco a diferencia del resto de los que habían estado entrando y saliendo, incluido su propio hermano, conservó las formas y un momento después escucharon que llamaban a la puerta.
Fredo asintió mientras abría por completo la puerta y lo hizo pasar. Giulio cerró los ojos por un momento y luego se volvió.
Era posible que Giulio soportase que individuos como Silvano o Luciano le hablasen de aquella manera sin alterarse, pero que lo hiciese otra persona era algo muy distinto. Sin embargo, cabría suponer que en atención al hecho de que aquel era el hermano mayor de su mujer, decidiese controlarse, algo que sorprendería a todos los que estaban escuchando.
Francisco Javier lo miró en silencio por largo rato, tanto que Fredo comenzó a preocuparse.
Dicho esto abandonó la habitación de la misma forma que había llegado. El próximo en aparecer y en realidad el último, porque ya faltaba relativamente poco para salir hacia la iglesia, fue Ángelo. Él imaginaba que se lo iba a encontrar con los nervios normales, aunque nada en aquel chico parecía entrar en la clasificación de normal, pero de ninguna manera esperó encontrárselo con aquella tristeza que se le salía por todos los poros. De manera que miró a Fredo, pero éste se encogió de hombros, así que Ángelo le hizo un gesto para que los dejase solos.
Teniendo en cuenta cómo habían estado las cosas desde que Giulio había anunciado su boda, se preparó para escuchar casi cualquier cosa y se hizo el firme propósito de no perder la paciencia. No obstante, necesitaría no solo de la mencionada paciencia, sino de toda su habilidad como orador para tranquilizar y hacer entender a su sobrino, que estaba enfocándolo todo muy mal, pero finalmente, y aunque Giulio seguiría atormentándose con lo mismo, estaba más sereno y dispuesto a abandonar la habitación. Siendo que Giulio no se había tomado ni un miserable café, tenía un dolor de cabeza brutal, de manera que Ángelo mandó a llamar a Alessandro por una parte, para que le inyectase algún analgésico, y a Fredo le ordenó subirle el café y algo de comer antes de salir.