Punta Dorada, julio 2013
El cortejo nupcial estaba encabezado por Nino y Melisa, quienes eran los padrinos de la boda. A ellos los siguieron las damas de honor con Francesca y Ana a la cabeza, y por último entraron Gianni y Giovanna portando los aros, pero una vez que todos llegaron a su lugar, Francesca lo abandonó a toda prisa asistida por Gino.
Dicho esto se bajó y le sostuvo la puerta para que él lo hiciese. Ángelo miró hacia la entrada y Luciano asintió, así que extendió su mano para ayudar a bajar a Damila.
Pero antes de que pudiese decir nada más, sus hermanos aparecieron a su lado, y aunque sin duda a ella le alegraba que fuesen ellos quienes la entregasen, sintió que algo se le rompía por dentro. Damila había propuesto ser conducida hasta el altar por los tres, ya que era algo que había leído en uno de los libros de su madre, pero todos le dijeron que eso se veía bien en una historia de fantasía, más como no se sujetaba a los parámetros de lo establecido, era inviable. Con las cosas así, en teoría sus hermanos habían aceptado que quien la condujese fuese Ángelo, de manera que ahora y al ver el cambio de planes, le dolió mucho, porque asumió que Ángelo habría decidido que aquello le correspondía a sus hermanos y no a él, porque al fin y al cabo, y a pesar de lo que le había dicho hacía un momento, en realidad él no era su padre. No obstante, y aunque en verdad le dolía, como ya se ha dicho suficientemente, Damila era una chica práctica y pensó con sensatez que no podía permitir que aquello le arruinase el día más feliz de su vida.
Mientras Piero hacía entrar a Ángelo por una puerta lateral custodiada por tres BA, ya Lisandro le tenía el violín fuera del estuche a Francesca, se lo entregó, y luego de una brevísima afinación, Francesca le hizo un gesto de asentimiento a Gino.
Francisco e Iván ofrecieron los brazos a su hermana y comenzaron a subir las escalinatas de entrada. En cuanto llegaron a las puertas de la iglesia, Luciano le guiñó un ojo a Damila y asintió para que continuasen, pero inmediatamente dio aviso.
Damila ahogó una exclamación en cuanto comenzó a avanzar, porque contrario a lo que esperaba escuchar, lo que estaba ejecutando Francesca, asistida por Lisandro, era el arreglo para violín y teclado de una pieza musical del compositor Alan Menken ganadora de un Oscar como mejor canción, Beauty and the Beast, así que no fue consciente del murmullo de admiración que se había escuchado en cuanto los asistentes se pusieron de pie y se giraron para ver su entrada.
Astor se limitó a arrugar el entrecejo, pues consideraba una absoluta pérdida de tiempo discutir con aquel redomado necio.
Fredo hizo su mejor esfuerzo para no reír, pero eso parecía algo que escapaba a sus posibilidades aun a riesgo de causar la ira de la supuesta bestia. Sin embargo, Giulio no estaba prestándole ninguna atención, pues por muy tranquilo que dijese estar, por una parte se sintió salvajemente feliz al ver que sus temores en el sentido de que Damila no se presentaría, no tenían sustento, pero por la otra, comenzó a sudar frío cuando fue plenamente consciente de que aquella visión de ensueño avanzaba por la nave central directo hacia él. Ni siquiera escuchó las expresiones de admiración, y tal vez fue mejor así, porque sumarle los celos a sus ya caóticos sentimientos, habría sido como demasiado.
Entre tanto y mientras caminaba del brazo de sus hermanos, Damila se estaba preguntando qué entendía Giulio por unas pocas personas, porque desde luego a ella le parecía que había demasiadas, aunque en realidad no era así, y eso no se correspondía con lo que él le había dicho con relación a la cantidad a la que se le permitiría asistir a la iglesia. No obstante, salió de sus pensamientos cuando llegaban hacia la mitad de la nave.