Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 38 Enemigos

 

Guadalupe, julio 2013

Damila volvió a experimentar aquella sensación de estar flotando en el limbo, pero en esta ocasión su mente parecía más alerta y con rapidez le dio varias informaciones. La primera que ahora estaba en tierra firme, y la segunda que estaba en posición horizontal, esto y teniendo en cuenta lo último que recordaba, le causó alarma, y aunque tenía miedo de abrir los ojos, igual lo hizo. No obstante, y a pesar de que en apariencia ningún peligro inmediato la acechaba, igual estuvo a punto de gritar al ver un rostro desconocido excesivamente cerca del suyo.

  • Hola – dijo una voz amable

Damila intentó tranquilizarse mientras hacía un rápido examen visual del entorno. Desde su posición era más bien poco lo que podía ver, pero le bastó para determinar que ciertamente ya no estaba a bordo de una nave, sino en lo que parecía un salón, así que se preguntó dónde. No obstante, como el sujeto que la miraba seguía estando demasiado cerca para su tranquilidad, intentó moverse y fue cuando notó que en verdad podía hacerlo y no estaba atada.

  • Si no le importa, aléjese – dijo en primera instancia – Está invadiendo mi espacio personal y eso es grosero – agregó

Damila identificó con claridad el destello de ira en los ojos café, pero o el individuo era muy buen actor o se había equivocado, porque a continuación él le sonrió y se retiró.

  • Mil perdones, no era mi intención incomodarte

Salvatore que observaba y escuchaba a unos pasos de la puerta, y esperando órdenes, elevó las cejas, pues lo normal habría sido que Ettore no solo ignorase el pedido, sino que hubiese reaccionado muy mal ante el tono imperativo de la chica.

  • No voy a preguntar quién demonios es usted, porque aparte de que francamente no me importa, tengo pocas dudas al respecto.

Contrario a todos los pronósticos, Ettore exhibió una sonrisa divertida en lugar de la ira habitual.

  • Bene – comenzó – yo tampoco necesito preguntar quién eres, porque si estás aquí, es porque evidentemente lo sé. Sin embargo, creo que a ti  sí te conviene saber quién soy yo y por qué estás aquí.
  • Escuche, ya le dije que no me importa lo primero, en cuanto a lo segundo, solo puede ser, porque es usted un criminal como aquellos a los que sirve.

Salvatore pensó que, aunque por improbable que pudiese parecerle en principio, la actitud de la bambina había divertido a Ettore, por ese camino el tiempo de vida de la muchachita se acortaba y ni siquiera iba a servirles como pieza de intercambio, porque Ettore no era de la clase que se tomase ni siquiera medianamente bien que alguien lo tratase de aquel modo y menos una mujer. No obstante, Ettore se giró caminando hacia la licorera, y sirviendo dos copas volvió al lado del mueble ofreciéndole una a ella.

  • Prefiero un bala en la cabeza que un desagradable veneno – le dijo ella rechazando la copa, y en esta oportunidad Ettore lanzó una carcajada
  • ¿Qué te hace pensar que quiero envenenarte, Damila Sofía? – le preguntó mientras se sentaba, dejaba la otra copa sobre una mesita cercana y se llevaba la suya a los labios

Damila elevó las cejas con sorpresa, porque aunque él había dicho que sabía quién era ella y lógicamente así debía ser, por algún motivo la sorprendió que supiese su nombre. Aunque no sabía si tenía autorización para hacerlo, Damila se incorporó y sintió un ligero malestar que la hizo llevarse una mano a la cabeza.

  • Habrías hecho bien aceptando lo que te ofrecía, pero aun puedes tomarlo – le dijo Ettore señalando la copa, pero ella lo ignoró

Damila se dedicó a una observación más atenta y fue cuando vio a Salvatore que le devolvió una mirada inexpresiva. Tal y como había imaginado, estaban en un salón lujosamente amueblado y volvió a preguntare dónde estarían. Después de eso miró a Ettore que a su vez la miraba a ella, y aunque eso la incomodaba mucho, lo hizo a un lado para detallarlo. En su opinión y por lo que estaba viendo, debía estar entre los treinta y los treinta y cinco años, poseía un rostro armonioso en donde destacaban unos grandes ojos cafés sumamente inquietos; desde su posición no le parecía especialmente alto, pero sin duda lo sería más que ella; pero lo que llamó la atención de Damila fue otro asunto. Ella había crecido al lado de Kelly y tal vez la condición mental de su madre había influido de alguna manera en su decisión de estudiar la carrera que había escogido, y esto junto con su capacidad innata para analizar a las personas, la llevaron a determinar con rapidez que aquel sujeto, y aunque parecía normal, no lo era, de modo que decidió averiguar si estaba en lo cierto.

  • De acuerdo, siento curiosidad – dijo y Ettore sonrió, porque siendo ella una chica, le habría extrañado que no la sintiese – ¿Quién es usted? – preguntó y él colocó la copa en la mesa, se puso nuevamente de pie acercándose y extendiendo su mano como si estuviesen en una reunión social
  • Mi nombre es Ettore Neri – le dijo

Damila juzgó más prudente extender su mano, y como aquel nombre no le decía nada en lo absoluto, se afianzó en su idea de que era otro enviado de los Madonia. Sin embargo, el contacto con aquella mano le produjo una pésima sensación, y como ella había aprendido desde muy pequeña, a prestar atención a cosas como aquella, sus sentidos se pusieron alertas e intentó recuperar su mano.

  • Okay, y supongo que lo que sigue es que me entregue a sus empleadores ¿no?
  • No tengo empleadores, querida, si estás aquí es por expreso deseo mío y no para entregarte a nadie




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