Destino de Sangre (libro 12. La Boda)

Cap. 40 Últimos minutos

 

Punta Dorada, julio 2013

Dalmiro Falivene, quien tenía a su cargo el escuadrón de los Baby Alfa, era otro de los que conocía a Luciano desde siempre, pues habían ido juntos a la escuela; lo curioso era que habiéndose conocido como lo habían hecho, nadie hubiese apostado por una amistad futura, debido a que había sido aquel individuo quien cuando estaban en el prescolar, intentase quitarle a Luciano los aviones con los que el volátil muchachito jugaba, y aquello casi le costó un ojo a Dalmiro. No obstante, y aunque Luciano había dejado de asistir a San Ignacio durante un año y cuando volvió lo hizo siendo otro sujeto, cuando llegó a la facultad y en una de las violentas manifestaciones a las que había asistido, se encontró con Dalmiro, y aunque en principio no lo había reconocido, se sorprendió mucho cuando éste lo reconoció a él. Luciano que siempre se había caracterizado por sus locuras, en aquella época no era mucho mejor y hasta peor, debido a la inconsciencia juvenil, de manera que su actuación en las manifestaciones siempre era de las más violentas. Sin embargo, en esa ocasión Dalmiro intentó detenerlo, porque era evidente que no tendrían oportunidad.

  • ¿Qué demonios sucede contigo, DiCastello? – preguntó sujetándolo por un brazo y apartándolo del grupo

Solo la sorpresa había salvado a Dalmiro de terminar muy mal, porque para ese momento Luciano ya llevaba varios años de entrenamiento.

  • Suéltame infeliz – había dicho en tono peligroso – Y mi nombre es…
  • Luciano Emilio DiCastello Ardizzi – lo interrumpió él
  • Me estás confundiendo con alguien más – dijo tranquilizándose
  • Créeme, desgraciado, no es fácil olvidar a quien casi te deja ciego – dijo señalando una cicatriz que tenía cerca del ojo izquierdo – Y ahora, si quieres morir, por mí está bien, pero no voy a permitir que nos mates a todos
  • ¡Dalmiro! ¿Vamos o no? – preguntó uno de los chicos

En ese momento fue que la luz se hizo en el cerebro de Luciano que intentaba recordar el nombre, de por lo menos uno, de los niños con los que se había peleado en el prescolar. Aquel día suspendieron la aventura, pero como no sería la última y Luciano lo sabía, se dio la mayor de las prisas por hacerse con el expediente de Dalmiro; allí no había mucho, pero al menos le proporcionó una dirección.

  • Habías demorado – le dijo Dalmiro cuando Luciano se introdujo en su habitación – pero si vienes a matarme, pierdes tu tiempo, porque estoy más muerto que vivo
  • ¿Por qué querría matarte?
  • Porque eres hijo de tu padre – contestó Dalmiro con simplicidad, pero luego agregó – Él mató al mío y ni siquiera sé si tenía un motivo, aunque lo más seguro es que así fuera, porque compartían la característica de ser unos bastardos ambos – dijo en tono neutro
  • Suponiendo que fuera quien crees…
  • Déjate de estupideces, DiCastello, sé que eres tú, aunque la verdad siento curiosidad por saber qué haces con la gente que sabemos eliminó a tus parientes

Luciano no podía estar más sorprendido y ahora quien sentía curiosidad era él, porque le parecía increíble que aquel chico tuviese tanta información si ni siquiera Dante Cassavacchi, que era un probadísimo entrometido, sabía ni la mitad, y en realidad nada, de lo que parecía saber aquel. Otra cosa que Luciano notó sin mucho esfuerzo, fue que aquel sujeto estaba enfermo, y aunque no lo hubiese sabido, sus próximas palabras, y en su opinión, lo probaban.

  • Termina con lo que viniste a hacer, aprovecha ahora que no puedo romperte el cuello, porque en cualquier caso solo estarías adelantando un poco las cosas, ya que voy a morir lo mismo

Aquella fue una noche muy larga, pero en la misma Luciano se enteró de varias cosas, entre ellas que ciertamente Dalmiro estaba sentenciado a muerte, debido a que había nacido con una cardiopatía, y según se enteraría después, recientemente los médicos le habían dicho que la única vía que quedaba era la del trasplante, de modo que el necio aquel había decidido que el mejor modo de morir era pegándose un tiro, pero si lo hacía Luciano, pues mucho mejor. No obstante, como Luciano no iba por allí despachando a la gente solo porque sí, lo mandó a paseo y se marchó.

Más adelante, cuando Luciano recibió el disparo en el pecho, quien evitó que la bala terminase en su cabeza, que era a donde estaba dirigida, fue Dalmiro. Cuando se recuperó, Dalmiro le dijo algo con lo que pensó iba a sorprenderlo, aunque no fue así.

  • Supongo que siendo quien eres, y suponiendo aún más, es decir, que no sea yo el único que lo sepa, no es extraño que haya alguien por ahí queriendo deshacerse de ti ¿lo sabes, no?

Y ciertamente Luciano lo sabía, solo que no podía probar que Faustino estuviese detrás de aquello, pero lo que llamó su atención fue que Dalmiro lo hubiese notado. El asunto fue que como Luciano sabía ser agradecido, aunque lo disfrazase o intentase ocultarlo, se las arregló para que Dalmiro fuese intervenido. Cómo hizo para conseguir un donante de corazón, cuando aquella no era una labor sencilla, Dalmiro nunca lo supo; y con relación a los gastos, Luciano le mintió olímpicamente diciéndole que habían corrido a cargo de una fundación, cuando en realidad habían salido de su cuenta bancaria. Luciano le dijo que aprovechase la ocasión para hacerse retirar la cicatriz, pero Dalmiro se negó diciendo que aquello era un excelente recordatorio de sus pasadas estupideces, y de la razón por la cual odiaba los aviones fueran reales o a escala. Finalmente aquella relación que había comenzado de forma tan extraña, se consolidó, y aunque Luciano no era dado a hacer confesiones, Dalmiro parecía muy entrometido, y más que saber, intuía en lo que andaba Luciano y terminaría queriendo aliarse a él. No obstante, y a pesar de que la operación había sido realizada con éxito, no había forma de que Dalmiro se sometiese al duro entrenamiento de agente alfa, de modo que Luciano decidió emplearlo de otra manera. El chico había estudiado tres carreras, pues en la creencia de que iba a morir joven, había intentado aprovechar al máximo el tiempo que tuviese de vida, y se había licenciado en todas, de modo que era ingeniero de proyectos, ingeniero de sistemas con una mención en protocolos de información, y licenciado en comunicación social. Aunque como ya se dijo, no podía ingresar al programa como aspirante a alfa, igual se preparó de forma teórica en principio, aunque mucho después y cuando los médicos lo juzgaron conveniente, también recibió entrnamiento físico a pesar de que él sabía que nunca llegaría a agente de campo, pero tanto su prepración acádemica como su tenaz empeño, fue lo que finalmente le valió ser designado como comandante en jefe de los Baby Alfa, y era quien preparaba los cuadros, hacía los seguimientos de las actuaciones, controlaba los puntajes y autorizaba la entrada en operaciones de los grupos.




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