Punta Dorada, julio 2013
Cuando las naves que transportaban a los heridos estaban por llegar a la base, todos los presentes en la sala se precipitaron hacia la puerta, incluidos Guido y Mariano.
Como en términos generales la operación no había demorado tanto tiempo como les había parecido, aun no comenzaba a amanecer cuando divisaron las luces de las naves que efectuaban la aproximación. Sin embargo, y aunque ciertamente Ángelo y sus sobrinos querían correr hacia ellas, les fue impedido por los BA.
En medio de su angustia, ninguno de ellos había notado que efectivamente había varios sujetos de pie al lado de unas camillas alineadas en la pista. Desde donde estaban no podían ver bien, pero sus corazones comenzaron a latir con violencia cuando vieron que traían las primeras camillas. No obstante, y a pesar de que los portadores no se detuvieron, una rápida mirada les bastó para saber que no se trataba ni de Damila ni de Luciano, de manera que miraron de nuevo en dirección a la pista donde en ese momento tomaba tierra otra de las naves. En esta ocasión prestaron más atención y vieron a dos personas subir, y un poco después observaron que bajaban con cuidado su carga. A medida que se acercaban, reconocieron a Javier y a Camilo, por lo que al menos Ángelo no tuvo ninguna duda de que esta vez sí transportaban a Damila y a Luciano, pero, además, vieron que Giulio y Silvano, que habían bajado casi inmediatamente, corrían tras ellos. Sin embargo, y aunque estaban pendientes de las camillas que se aproximaban, ahogaron una exclamación cuando vieron a Silvano desplomarse cuando casi les había dado alcance.
Carmelo reaccionó con prontitud evitándole llegar al piso, porque, aunque Lisandro lo había intentado, su brazo ya no estaba en condiciones de soportar aquel peso.
Todos en el programa sabían que aunque oficialmente ya Silvano no tenía un GA de custodia, pues él mismo era uno, Lisandro parecía no haberse desprendido del todo de aquella manía por protegerlo, pero en opinión de Carmelo, aquel individuo no solo no necesitaba protección, sino que había que protegerse de él, y lo que sí necesitaba era lo que acababa de hacer, de manera que no le prestó atención a Lisandro y cargó con Silvano hacia el edificio.
Giulio a quienes no había prestado atención era a sus parientes cuando éstos intentaron asegurarse que estaba ileso, y de hecho había empujado con escasa ceremonia a Nino siguiendo en su carrera tras los médicos. Ángelo no había intentado acercarse a su sobrino, y no porque no tuviese la misma urgencia por comprobar lo mismo que los demás, solo que él lo conocía mejor y lo entendía aún más, de modo que se limitó a una rápida evaluación visual mientras se apresuraban hacia el área médica. No obstante, cuando llegaron a ésta, sí se hizo necesaria su intervención, pues Giulio no podía pasar a la sala de atención, así que lo sujetó, aunque tuvo que emplear toda su fuerza para ello.
Sin embargo, Ángelo no lo soltó, y de hecho estuvo a punto de hacer lo mismo que había hecho Carmelo con Silvano, pero cuando los ojos de Giulio se reflejaron en los suyos, los del chico se llenaron de lágrimas.
No obstante, no fue capaz de concluir, y viniéndose abajo se abrazó a Ángelo que con extrema dificultad intentó darle un consuelo que él estaba necesitando casi tanto como Giulio. Viendo la situación, y aunque todos estaban igualmente preocupados, Nino se acercó al BA que le habían asignado, con un mensaje para el personal médico, y al cabo de unos minutos salió Emilia portando una jeringa y se dirigió hacia Nino que era quien había solicitado el calmante, pues ella no veía que nadie lo necesitase.
Acto seguido le hizo una seña al BA para que sujetase a Giulio que aún estaba abrazado a Ángelo, pero en cuanto el chico sintió que lo apartaban de su tío, reaccionó de la peor manera confirmando con ello que Nino tenía razón. El BA no se anduvo con delicadezas y rasgó la manga del uniforme que llevaba Giulio mientras otro sujetaba su brazo ignorando los improperios que estaba profiriendo el furioso Giulio.
Aunque Emilia ya había hecho algunas horas de práctica en la clínica de su padre, no estaba acostumbrada a ser tratada de aquella manera, y si bien estaba al tanto de que en las salas de urgencias podían vivirse situaciones muy difíciles tanto con los pacientes como con los familiares, este conocimiento no lo hacía más sencillo. Sin embargo, atinó a insertar la aguja en el brazo de Giulio y luego se alejó con rapidez de quien parecía a punto de asesinarla.