Punta Dorada, agosto 2013
Damila miró a Giulio muy consciente de que algo lo preocupaba, porque ella conocía bien aquella arruga en la frente y aunque pensaba que efectivamente tenían motivos y muchos para estar preocupados, se preguntó qué era exactamente lo que lo angustiaba tanto y si había algo que no le hubiesen dicho.
Damila conocía bien a Giulio y sabía que básicamente no tenía amigos, sin embargo, por lo que había entendido aquel sujeto era hijo del doctor Molinaro y hasta donde sabía él sí era amigo de Ángelo, así que por fuerza sus hijos debían por lo menos ser conocidos cercanos de Giulio, Nino y Fredo que eran los menores de la familia. Por todo lo anterior aquella pesada formalidad la fastidiaba mucho.
Mientras Emilio hacía su evaluación Damila lo estudiaba a él llegando a la conclusión de que no se parecía mucho a su progenitor y vagamente a la chica que le habían presentado como su hermana, así como que efectivamente él debía tener más o menos la misma edad de Giulio.
Emilio dio unas cuantas indicaciones más y se despidió, pero en cuanto estuvieron solos Damila miró a Giulio.
Damila no dudaba eso, pero sabía que había algo más y se propuso averiguarlo; sin embargo, ella parecía tener una ventaja sobre su madre, porque si bien no era propensa a quedare con la duda al igual que Kelly, la diferencia estaba en que Damila había aprendido algunas cosas viviendo con aquellos individuos, y era que si no podía obtener algo de forma directa, entonces había un sinfín de caminos igualmente efectivos para lograrlo aunque debía tener paciencia.
Él había intentado prepararse lo mejor posible para enfrentar las preguntas de Damila que además estaba seguro que no podría evitar, porque también era consciente de su incapacidad para disimular con éxito cuando algo lo molestaba o lo preocupaba y más si esto tenía que ver con ella, de modo que se sorprendió mucho por el cambio.
Damila decidió que por ese camino no llegaría a ninguna parte y pensó que había sido una mala estrategia conociendo como conocía la terquedad de aquel ser, pero aun intentó razonar con él.
Por algún motivo a la mente de Damila acudió la conversación que había tenido con Luciano la mañana de su boda y todo lo que le había dicho con relación a los necios pensamientos de Giulio, así que concluyó que si seguía negándose a aceptar su ayuda, lo más seguro era que le ocasionase un colapso nervioso.