Destino de Sangre (libro 13. Última Generación)

Cap. 45 Papá

 

Punta Dorada, abril 2014

Cuando el bebé de Fredo había sido trasladado a Punta Dorada, Ángelo había dado su autorización para que la familia fuese informada, así que durante los próximos días, todos los Rossi pasaron por allí excepto el más interesado, aunque su padre había tenido una seria charla con él. Aparte de lo anterior, Don Guido perdió la paciencia y obviando el veto que había impuesto Ángelo con relación a Fredo, una noche muy tormentosa además, el individuo después de que una llorosa Angélica le pidió a su hijo ir a ver al suyo y que él siguiese negando que lo fuera, Don Guido se sacó el cinturón, algo bastante absurdo teniendo en cuenta la edad de Fredo, y la emprendió en su contra, pero pareció notar lo ridículo del asunto y soltó el aditamento acomodándole un par de puñetazos al terco sujeto. Sin embargo, esto y como habían advertido Giulio y Luciano, no surtió ni el más mínimo efecto como no fuese el de aumentar la ira de Fredo.

Ángelo, más inteligente que los Rossi, había decidido mantenerse al margen y ni siquiera cuando se enteró de lo sucedido intervino. No era que le gustase lo que estaba sucediendo y le gustaba menos aún que alguien le hiciese daño a Fredo, pero había decidido escuchar a Luciano y a Giulio, porque él también conocía a Fredo y sabía que nada adelantarían intentando obligarlo.

Kelly y aunque no entendía del todo la posición de Fredo, decidió extrañamente, al menos en opinión de Alessandro que pensaba que aquella criatura era muy entrometida, guardar silencio; y cuando Damila recurrió a ella, le dijo que todo pasaba por alguna razón y que era mejor esperar.

A finales de abril, Silvano les dio la maravillosa noticia de que ya el bebé no precisaba de la respiración asistida y que ya habían comenzado a alimentarlo con biberones. Ese día y como Giulio estaba muy ocupado, Damila había ido a la clínica con Alfredo, Angélica y Enzo. Silvano les había dicho a los emocionados abuelos, que ese día podrían cargar al bebé, así que llegado el momento, Alfredo miró a Damila.

  • Tú primero – le dijo
  • Pero… ustedes son sus abuelos – objetó ella
  • Tú te has ganado ese derecho, Mila – le dijo Alfredo

Enzo  le hizo un gesto de asentimiento y Silvano avanzó colocando al bebé en brazos de Damila. Si bien ella nunca se había sentido especialmente atraída por los niños y menos por los recién nacidos, en esta ocasión sintió una emoción más allá de las palabras, misma que se desbordó por sus ojos. Con posterioridad pensaría que esto se debió a dos motivos muy puntuales; primero que aquel era el hijo de Melisa y ella estaba muerta, y segundo, porque había vivido una larga tensión al no saber si el chiquito iba a lograr sobrevivir a las precarias condiciones en las que había nacido.

Después que lo había mirado y remirado, lo colocó en brazos de sus abuelos cuya emoción rebasaba todos los límites, aunque en su caso se debía a que nunca pensaron que Fredo les daría un nieto. Enzo también se sintió muy emocionado, pero mientras lo miraba, Alfredo que seguía haciéndolo, arrugó el entrecejo.

  • Succede? – preguntó Angélica
  • Tiene los ojos claros
  • Vamos Alfredo – dijo Silvano – no me dirás que después de tres hijos y cuatro nietos, cinco con este, no sabes que los bebés suelen cambiar el color de los ojos.
  • Lo sé, bambino – dijo él – pero es que este los tiene muy claros
  • Y tampoco es que sea tan raro, Alfredo – dijo Damila – el papá de Melisa tiene los ojos azules
  • Y espero que este niño no haya heredado nada de esa gente – dijo él con evidente disgusto
  • Papá – dijo Enzo
  • Scuse signorina – dijo él de inmediato – no tengo y no podría tener nada en contra de la madre del bambino y menos siendo que nos ha dado algo que nunca creímos posible, pero su familia es otro asunto.

Damila se limitó a asentir y no agregó nada más. En el transcurso de la tarde fueron llegando los demás. Ana lloró mucho también al cargar al bebé, y en el caso de Cristian, y aunque no se puso a llorar como Ana, sí tenía un sospechoso brillo cristalino en sus ojos.

Una semana después,  ya el niño se veía un poco más despierto, y aunque seguía necesitando cuidados especiales, podía permanecer más tiempo fuera de la unidad. Los Rossi, al igual que los Del Piero-Genovesse, poseían unos valores y una unión familiar muy sólida, así que generalmente las tardes eran muy concurridas en la clínica, pues casi todos los chicos cuando terminaban sus actividades, pasaban por allí; y en el caso de los mayores, al salir del consorcio, también se acercaban un momento  a ver cómo iba el niño.

Ángelo estuvo un momento en la tarde, pero como le pareció que había demasiadas personas y Kelly no estaba, se marchó diciendo que iría más tarde, pero cuando estaba por marcharse, llegaban Giulio y Fredo. En ese momento quien tenía en brazos al niño era Luciano y fue consciente de cómo se había tensado el ambiente y todos miraban a Damila con expectación. Aunque ella llevaba semanas sin hablarle a Fredo, avanzó hacia él en actitud amenazante.

  • ¿Te dignarás siquiera mirar a tu hijo?

No obstante, Fredo le dio la espalada y habría salido si ella no lo hubiese impedido.

  • Deténganlo – ordenó mirando a los dos que estaba segurísima no iban a desobedecerla, es decir, Gianpaolo y Piero




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