Punta Dorada, agosto 2017
Desde el ataque del que habían sido objeto unos años atrás, el GA se había organizado de distinta manera para la protección y evacuación de los habitantes de la mansión, y teniendo en consideración que sus enemigos contaban con la misma tecnología que ellos. De manera que cuando se activó la alarma de un posible ataque en progreso, el GA se había desplegado con precisión militar para cubrir en primera instancia las rutas de escape, y segundo, los puntos que por cualquier motivo pudiesen resultar vulnerables o de los que pudiesen tener información sus enemigos, algo que les había quedado claro podía suceder debido a que era así como habían atacado en la boda de Giulio y Damila. Por esa razón, el túnel de evacuación por el que debían pasar para salir al helipuerto, estaba monitoreado las veinticuatro horas, y en un caso como el presente, era rápidamente cubierto por un escuadrón de BA que permanecía en la mansión con el único fin de cubrir eso, el techo y las terrazas, pero también había otro grupo que cubría la extensa barda perimetral que rodeaba la propiedad, solo que éstos tenían cuatro patas y eran tanto o más peligrosos que los anteriores, pero serían soltados una vez que todos estuviesen a bordo de las naves.
Luciano y Fabiano se habían encargado de supervisar la salida de todos los objetivos; los niños fueron subidos a la nave piloteada por Valentino y que sería escoltada por Silvano; mientras que Ángelo, Kelly, Giulio, Damila, Nino, Ana, Albano, Nicola, Domenico, y las nueras de Kelly, abordaron otra que llegó antes de que despegase la primera y estaba piloteada por Paolo y escoltada por Nico.
Después de la experiencia que habían vivido con la escapada de Ángelo y que tan mal había terminado, Luciano que como ya se ha dicho era tan arbitrario como el anterior, había hecho instalar en la entrada de la mansión una barda fabricada con una aleación de metales que sin resultar excesivamente pesados, fuesen lo bastante fuertes como para resistir el impacto de un vehículo y detener su avance, pero su anarquismo parecía no llegar tan lejos como para hacerla instalar en las entradas del complejo residencial, o al menos no de forma permanente, de manera que como los guardias de seguridad pertenecían a una compañía del consorcio, tenían órdenes expresas de bajarlas solo si recibían esa orden de la sala de control de la mansión, pero Arezio pareció olvidar este pequeño detalle.
Una vez que Albano había enderezado el coche, pisó el acelerador y Arezio estaba seguro que las llantas habían quedado marcadas en el pavimento.
Como Luciano conocía de primera mano la velocidad endemoniada a la que conducía Albano, encontró necio ordenarle regresar, y lo que sí hizo fue pedir el apoyo aéreo pertinente para que los siguiese.
Arezio sabía lo mismo que Luciano y hasta mejor que él, pues aquel individuo era su otro yo, de modo que no agregó nada más, sino que se preparó para el impacto. Ciertamente lo hubo y una lluvia de cristales rotos cayó sobre ellos, aunque eso no los detuvo, pero tampoco a sus perseguidores.
Como ya se ha dicho en incontables oportunidades, Luciano poseía una odiosísima sangre fría y rara vez lo escuchaban maldecir como lo escucharon en aquel momento. Esto obedecía a que el individuo que conducía aquel coche compartía con él la ecuanimidad en momentos de crisis, pero solo una cosa descontrolaba a Albano, y era que le sucediese algo a Arezio, de manera que a su juicio, estaban en muchos más problemas de los que imaginaron.
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Editado: 28.07.2022