Punta Dorada, septiembre 2017
Ángelo y aunque le había costado muchísimo dormirse, finalmente había logrado hacerlo, aunque lo que no había podido hacer era descansar, primero porque el sueño de Kelly estaba siendo muy inquieto y él estuvo seguro que no eran sueños agradables, así que la atrajo hacia su pecho y comenzó a acariciar sus cabellos hasta que quien se quedó dormido fue él, pero sus propios sueños tampoco fueron del tipo pacífico y despertaría tan cansado como si no hubiese dormido nada.
El día había amanecido bajo un cielo plomizo y no demoró prácticamente nada en comenzar a caer una fría lluvia que amenazaba con no parar, algo que fastidiaba mucho a los chicos de todas las edades que tenían diversos planes.
Damila que ya había terminado de desayunar, se levantó y caminó hasta la ventana.
Recién en ese momento fue que Giulio entendió, pues su hija y como había dicho Luciano la noche anterior, se parecía mucho y en muchas cosas a su abuela, de manera que había heredado lo que parecía una auténtica fobia a las tormentas si éstas venían acompañadas de rayos y truenos.
Sin embargo, Damila había nacido y crecido en Punta Dorada, de manera que si había alguien que conocía los estados climáticos de la zona, era ella, así que no estaba nada tranquila.
Ángelo quien también sabía cómo afectaban a su mujer días como aquel, decidió quedarse en la cama con ella y de hecho accedió a algo que detestaba, es decir, que le llevasen el desayuno a la habitación.
Sin embargo, Ángelo sujetó su muñeca y la atrajo hacia él procediendo a darle un largo beso.
La frase de Kelly quedó suspendida al escuchar que llamaban a la puerta, así que dio su autorización para entrar.
A pesar de que ya estaba crecidito, Federico seguía conservando la costumbre de aterrizar en aquella cama todos los días, y aunque ya no era que durmiese allí, siempre pasaba un rato incordiando a Kelly.
Ángelo se mordió la lengua y Federico no solo no se fue, sino que se quedó a desayunar con ellos, lo que no fueron buenas noticias para el quisquilloso abogado, pues aquel niño aunque ya no lo era tanto, seguía tirándolo todo como cuando era un bebé, así que aparte de la mermelada y el café, también derramó parte de la leche que se estaba tomando. No habían terminado con aquel desastre cuando otra rubia cabeza se asomó.
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Editado: 28.07.2022